Descubre todo el poder que hay en ti. Lucien Liroy
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СКАЧАТЬ se convierte realmente en un doble viviente de lo que representa: emite y recibe las mismas ondas. Yo he tenido la posibilidad de realizar algunas experiencias con el doctor Francis Lefébure, creador del fosfenismo, que ha demostrado en los laboratorios que los fosfenos – esas manchas de colores que persisten después de la fijación de una fuente luminosa— no eran sólo ilusiones generadas por el nervio óptico, sino que existían realmente y eran autónomas. Ofrecen importantes posibilidades, sobre todo en la transmisión de pensamientos o en la influencia a distancia.

      Cuando se ve algo o a alguien con los ojos del espíritu – es decir con la imaginación—, cuando se piensa en ello, esto activa de forma automática un vínculo etéreo que existe entre todos los seres humanos. Se establece entre nosotros y la persona que se ve un vínculo cinético interactivo. Incluso un breve contacto tiene un efecto considerable.

      La visualización no es muy complicada, tal como comprobaremos gracias a esta pequeña experiencia.

      Se tiene que pensar en alguien que se conozca. Puede tratarse de una persona cercana o de un personaje conocido. También se puede pensar en algo: una moto, un coche, una casa, un sofá o cualquier otro objeto. Es posible ayudarse repitiendo mentalmente el nombre varias veces. Automáticamente tendremos delante de los ojos la imagen de esta persona o del objeto que se haya escogido.

      A continuación tenemos que intentar guardar esta imagen ante nosotros durante un minuto. ¡Obsérvela!

      Acabamos de hacer un ejercicio de visualización. Va mucho más allá de lo que deja suponer su brevedad. Las largas sesiones sólo sirven para superar las propias dudas y los propios bloqueos. De hecho, cuando en una primera experiencia se demuestra la realidad de la acción psíquica, ya no se hacen necesarias las largas y molestas sesiones.

      La visualización es tan automática que si se dice por ejemplo a alguien que no piense en la torre Eiffel la verá inmediatamente delante de sus ojos.

      Tercera clave: la palabra

      Cuando se expresa el pensamiento, mental u oralmente, su energía se multiplica varias veces, lo que aumenta considerablemente su potencia. Al significado de las palabras se añade la energía vibratoria puramente física, aunque se trate de un simple cuchicheo inaudible. Estas vibraciones actúan de forma eficaz también, e incluso con más eficacia, cuando nos expresamos en una lengua desconocida para el sujeto.

      Como el pensamiento, la palabra actúa no sólo sobre las personas y sobre los animales, sino también sobre las plantas, sobre los elementos naturales, sobre las sustancias elementales, sobre los objetos y sobre los acontecimientos, y de forma extremadamente precisa.

      No se trata de una facultad reservada a algunas personas o que interviene en momentos especiales: es natural y sistemática.

      Dicho de otro modo, cuando hablamos, y digamos lo que digamos, actuamos realmente sobre todo nuestro entorno y, sobre todo, sobre nosotros mismos, tanto sobre nuestro cuerpo como sobre nuestro espíritu. Si en la vida corriente las personas no iniciadas no se dan cuenta de ello, es porque la mayoría de ellas hablan mucho y, sobre todo, emiten de forma indistinta juicios, deseos y sentimientos contradictorios, de tal forma que les es imposible distinguir lo que es consecuencia directa de sus palabras. A menudo no hacen más que repetir ideas escuchadas aquí o allí. En cambio, cuando el ontólogo analiza la existencia de una persona que tiene problemas o que presenta trastornos más o menos graves, resulta a menudo que esta persona, en un pasado cercano o lejano, ha expresado mental u oralmente lo que se manifiesta en ese momento, o se ha encontrado en su entorno con distintas personas que han expresado ideas análogas. Sucede a menudo que esta persona cree entonces que ha visto previamente lo que ha sucedido. En ese caso, el solo hecho de expresar lo contrario, con por lo menos la misma constancia, puede ser suficiente para corregir o para hacer desaparecer el problema.

      ¿Cómo actúa la palabra?

      La palabra tiene una influencia mayor de lo que se cree habitualmente. Esta influencia puede ser muy perniciosa sea cual sea el cuidado que se preste a la elección de las palabras y de las frases, puesto que cada individuo tiene en sí mismo no sólo una o varias acepciones personales, sino también sentidos escondidos inclusopara él, oestereotipados, queseremontanavecesalainfancia e incluso más allá.

      En el lenguaje corriente, el verdadero sentido de las palabras se ignora muy a menudo. Un escritor famoso ha explicado que, cuando él era pequeño, leyó en un periódico que un individuo había sido condenado por pelotage[2] (este hombre había efectuado tocamientos a una joven sin su consentimiento). Respondiendo a sus preguntas, su padre, incómodo, le respondió que era una cosa mala y, durante mucho tiempo, el joven imaginó todo lo que se podía hacer de malo con un ovillo de cuerda. La confusión continuó mucho más allá de la infancia. La mayoría de las personas leen entendiendosólo un significado muy vago de las palabras esenciales, es decir, sin entender realmente lo que leen o lo que el autor ha querido decir. Cada uno hace de un mismo texto una interpretación personal. Todos los escritores conocen este fenómeno: es muy raro encontrar a alguien que haya captado exactamente el sentido de ciertas frases esenciales o incluso de todo un libro. Se dice entonces que cada uno encuentra en la obra lo que aporta él mismo, su propia visión.

      Sea como fuere, la palabra tiene una influencia enorme. Basta ser un poco observador para darse cuenta de que un interlocutor puede sentirse bloqueado por una simple palabra o por una frase y que todo lo que se le pueda decir luego será inútil o no hará más que agravar las cosas. Esta palabra o esta frase puede tener consecuencias considerables. Pronunciada en un momento sensible, puede hacer reaccionar a alguien o condicionarlo para el resto de su existencia.

      Por todas estas razones, es preferible hablar lo menos posible y sólo después de haber reflexionado. El adagio que recomienda girar siete veces la lengua en la boca antes de hablar asume en este caso todo su valor. La única solución a este problema consiste en simplificar al máximo el lenguaje y en ser lo más conciso y preciso que sea posible.

      El lenguaje universal

      Existe un lenguaje universal en el que todos nuestros pensamientos, todas nuestras palabras, todas nuestras imágenes mentales se traducen de forma automática. De esta forma se puede enviar perfectamente un mensaje telepático a una persona cuya lengua no se conoce.

      Durante una experiencia extrasensorial, se me apareció un cilindro de pergamino de color rojo cubierto de signos dorados que yo no conocía. Flotaba en el aire verticalmente y se desenrollaba hacia arriba para enrollarse hacia abajo. Me di cuenta de que leía normalmente, pero no puedo decir de ningún modo en qué lengua estaba escrito.

      El lenguaje simbólico

      En relación con el lenguaje universal, existe un lenguaje de signos simbólicos. Yo no hablo aquí de símbolos imaginados por hombres basándose en analogías reales o supuestas, sino de ideogramas* cósmicos.

      Si se pide por ejemplo a médiums, a ser posible que no sean eruditos, de distintas regiones del globo y a hechiceros de regiones retiradas que representen ciertos principios abstractos o ciertos objetos, hacen exactamente el mismo dibujo.

      El lenguaje simbólico es delicado de utilizar, pero el subconsciente de cualquier persona es perfectamente capaz de comprenderlo. Por lo tanto, cualquier hombre puede ser conducido, según su propia sensibilidad, a adoptar de forma permanente o pasajera formas de conductas que no domina completamente.

      Fórmulas y palabras clave

      Una fórmula es la expresión rigurosa y condensada de una idea o de una operación. Puede ser mental, oral o escrita. Las formulas se conocen desde los tiempos más СКАЧАТЬ



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N. del T.: En francés, pelotage tiene el doble significado de «ovillo de cuerda» y «manoseo».