Crónica de la conquista de Granada (1 de 2). Washington Irving
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СКАЧАТЬ Reina. Instruida Isabel de estas deliberaciones, se presenta en el consejo y tomando la palabra: “No quiera Dios, dice, que asi se malogre el primer fruto de nuestras victorias: ¿tan fácilmente habiamos de abandonar la primera plaza que hemos arrancado al enemigo? Lejos de nosotros semejante idea; ¿pues qué otra cosa seria el hacerlo, sino descubrir la debilidad de nuestros consejos, é inspirar mayores brios á los infieles? No se vuelva pues á tratar de abandonar á Alhama, y sí solo de conservar y extender nuestras conquistas, hasta dar glorioso término á tan santa guerra con la destruccion total del imperio de los moros en España.”

      El discurso de la Reina infundió nuevo ánimo en el consejo real, y al punto se tomaron las medidas convenientes para mantener á Alhama á todo trance: por alcaide de esta plaza nombró el Rey á Luis Fernandez Portocarrero, señor de Palma; se le agregaron Diego Lopez de Ayala, Pedro Ruiz de Alarcon y Alonso Ortiz, capitanes de cuatrocientas lanzas, con mil hombres de infantería y vituallas para tres meses.

      Deliberó Fernando entonces emprender el asedio de Loja, ciudad fuerte, no muy distante de Alhama. Con este intento intimó á todas las ciudades y pueblos de Andalucía y Extremadura, al reino de Toledo y á las órdenes militares, le enviasen para un tiempo señalado, á su campo delante de Loja, cierta cantidad de provisiones, segun sus respectivos repartimientos. Los moros por su parte, no fueron menos diligentes en sus preparativos: enviaron al África á solicitar socorros, y á impetrar el auxilio de los príncipes berberiscos en esta guerra por la fé. Á fin de interceptar estos socorros, apostaron los Reyes de Castilla en el estrecho de Gibraltar, una escuadra de navíos y galeras al mando de Martin Diaz de Mena y de Cárlos de Valera, con órden de barrer las costas de Berbería y destruir hasta la última nave de aquella nacion.

      Mientras se hacian estas prevenciones, salió el Rey á hacer una tala en la vega de Granada, y quemáronse en esta incursion gran número de cortijos, alquerías y lugares; se robó mucho ganado, y fueron destruidas las mieses.

      Hácia fines de junio partió de Córdoba el Rey Fernando, para sentar sus reales bajo los muros de Loja, llevando consigo solo cinco mil hombres de á caballo y ocho mil de infantería. El marqués de Cádiz, capitan tan experimentado cuanto valiente, representó al Rey que con tan corto número de tropas seria muy arriesgado acometer aquella empresa; hízole ver que el plan de campaña se habia formado mal, y que se habian omitido muchas prevenciones importantes; pero en el ánimo del Rey, pudieron mas los consejos de don Diego de Merlo; y sin llevar todos los pertrechos indispensables á un ejército sitiador, movió el campo, y con resolucion y confianza marchó contra la ciudad de Loja.

      Llegando á aquella plaza, asentó el Rey su estancia entre unos olivares, á orillas del rio Jenil, que por aquella parte pasa muy hondo, y acanalado por unas riberas tan altas, que con dificultad se puede vadear, y los moros estaban en posesion del puente. Las alturas inmediatas fueron ocupadas por la demas tropa, distribuida en varios acampamentos, pero separados unos de otros por barrancos, de suerte que en caso necesario, no podian acudir á socorrerse mútuamente. La artillería, por otra parte, se colocó con tan poco acierto, que no se pudo sacar de ella utilidad alguna, y la aspereza y desigualdad del terreno impidieron no poco las maniobras de la caballería. Todos estos defectos fueron notados por el duque de Villahermosa, hermano natural del Rey, que aconsejó se mudase el campo á otra parte, y se echasen puentes sobre el rio. Hiciéronse algunas diligencias á este efecto, pero con tan poca actividad y conocimiento, que no fueron de ningun provecho. Hay cerca de la ciudad un cerro llamado cuesta de Albohazen, que por dominar á aquella ciudad y estar situado delante del puente, era muy á propósito para contener al enemigo. Para remediar en parte los desaciertos cometidos, y dar mayor seguridad al campo, se hacia preciso apoderarse de aquella altura y fortificarse en ella; por lo que mandó el Rey que acometiesen á tomarla; y este honroso encargo se confió al valor y bizarría del marqués de Cádiz, el marqués de Villena, don Rodrigo Tellez Giron, maestre de Calatrava, su hermano el conde de Ureña y don Alonso de Aguilar. Subieron allá estos ínclitos guerreros con sus tropas, y vióse en breve relucir la cuesta de Albohazen con las armas de Castilla.

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      1

      Zurita lib. XX. cap. 42.

      2

      Juan Bolero Renes. Relaciones universales del mundo.

      3

      Garibay, compend. lib. IV. c. 25.

      4

      Garibay, comp. lib. XL. cap. 29. Conde, Historia de los árabes, p. IV. cap. 34.

      5

      Zurita, Anales de Aragon: lib. XX. cap. 41. Mariana, Historia de España: lib. XXV. cap. 1.º

      6

      Zurita, Anales, lib. XX. c. 42.

      7

      Especie de parapeto movible, hecho de tablones, con que se defendian los soldados cuando iban á escalar una muralla.

      8

      Garibay, lib. XL. c. 29.

      9

      Pulgar, Crónica.

      10

      Crónica de los duques de Medina Sidonia, por Pedro de Medina. M. S.

      11

      Illescas, Hist. Pontifical.

      12

      Pulgar, Crónica, p. 3 c. 3.

      13

      Zurita, lib. XX. c. 43.

      14

      En premio de su valor, armó el Rey caballero á Pedro Pinedo. Zúñiga, Anales de Sevilla, lib. XII. an. 1482.

1

Zurita lib. XX. cap. 42.

2

Juan Bolero Renes. Relaciones universales del mundo.

3

Garibay, compend. СКАЧАТЬ