Название: Filosofía para una vida peor
Автор: Oriol Quintana Rubio
Издательство: Bookwire
Жанр: Сделай Сам
isbn: 9788415930273
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Salvando las insalvables distancias respecto a la autoayuda contemporánea, el estoicismo volvió a poner en circulación una antigua doctrina que luego fue reciclada otra vez por el monoteísmo cristiano: la idea de que un orden providencial regía el mundo, y que los males eran puestos por Dios, o el Logos, o como se le quisiera llamar, en dirección al bien. Uno no puede dejar de sorprenderse al comprobar cómo, en ciertos autores estadounidenses, que son los que más libres están de toda sospecha de haber leído, por ejemplo, a Marco Aurelio (emperador romano seguidor del estoicismo), se pueden encontrar afirmaciones así de providencialistas [de Louise L. Hay, Usted puede sanar su vida, 1993, Círculo de Lectores, escrito originalmente en 1984]:
“En la infinitud de la vida, donde estoy, / todo es perfecto, completo y entero. /La Divinidad siempre me guía y me protege/.../Todo está bien en mi mundo (...)”
No es nuestra intención poner en el mismo saco la literatura de autoayuda y a esa consagradísima escuela filosófica de la antigüedad: sólo queremos señalar cómo ambas surgieron a la sombra de los desastres (los imperios, que se construyen y se destruyen siempre con sangre, son invariablemente una forma de desastre). Por lo demás hay muchas diferencias, y la más importante es la que los separa como a dos universos lejanos: el antiguo estoicismo quería enseñar a sus seguidores a aceptar su dolor y su condición desgraciada. Los libros de autoayuda, en mayor o menor medida, se empeñan en negar el dolor, se empeñan en ocultar la condición desgraciada del ser humano: se empeñan en afirmar que siempre se puede mejorar. El estoicismo, invitaba a considerar, resignadamente [Marco Aurelio, Meditaciones, libro 2, 12]:
“¡Cómo en un instante desaparece todo: en el mundo, los cuerpos mismos, y en el tiempo, su memoria! ¡Cómo es todo lo sensible, y especialmente lo que nos seduce por placer o nos asusta por dolor o lo que nos hace gritar por orgullo; cómo todo es vil, despreciable, sucio, fácilmente destructible y cadáver! ¡Eso debe considerar la facultad de la inteligencia!”
Y de ello sacaba su energía para saber actuar con responsabilidad, con firmeza, con valentía. De verdades semejantes nacía la libertad interior, según estos filósofos. La autoayuda parte toda ella de la idea contraria. La libertad interior surge de confiar en los propios deseos, en la habilidad y la suerte de llevarlos a cabo, pero, sobre todo, de la fe en una especie de providencia que va a velar por su cumplimiento. Veamos un ejercicio práctico sacado de esta literatura [Revista Psychologies, edición española, nº 103, p. 46]:
“Christophe Labarde, coach, es un militante del “sí” como motor de nuestro proyecto de vida. Decir sí a nuestros deseos, a nuestras ambiciones, a nuestras intenciones. En dos palabras, atrevernos a escucharnos (sic). Propone en su último libro un ejercicio muy simple del que (sic) nos inspiramos, y que puede servir para limpiar el bosque de nuestras ideas y nuestras motivaciones.
Coge una hoja y escribe en letras mayúsculas, arriba y en el centro: “Mis primeras voluntades”.
Escribe luego:
Palabra clave nº1 _________________________
Palabra clave nº2__________________________
Palabra clave nº3__________________________
Palabra clave nº4__________________________
Palabra clave nº5__________________________
Relájate y deja que tu espíritu vaya en busca de tus necesidades existenciales. Realización personal, pareja, trabajo, familia, marco de vida... No te censures, no te juzgues, deja simplemente salir a la superficie tus deseos y necesidades profundas y escribe en orden de importancia lo que te conviene.”
A continuación, tras la elaboración de la lista, se supone que el sujeto sabrá orientar mejor su vida, tomar las decisiones correctas cuando se sienta perdido. El mismo psicólogo sugiere, como se puede ver, los ámbitos en los que se deben buscar esas voluntades vitales. El ejercicio, como decíamos más arriba, parte de la asunción implícita que alguna fuerza cósmica va a ayudar a nuestros deseos para que éstos se cumplan –sólo así vale la pena empezarlo siquiera.
En cuanto a quién sea capaz de prestarse a este ejercicio, podemos estar seguros que sólo una persona que no considerara “que todo es vil, despreciable, sucio y cadáver” (Marco Aurelio), es decir, alguien suficientemente ingenuo para no juzgar ni juzgarse (como el ejercicio prescribe), se vería capaz de rellenar los espacios en blanco. Pongamos que pudiéramos coger una máquina del tiempo y presentarle el test a un soldado atrincherado en algún campo belga durante la Primera Guerra Mundial –aterrorizado por las bombas, presa del frío y los piojos, y pidámosle que rellene la lista. Pidámoselo a un interno de un gulag soviético. A un preso en Auschwitz; a una víctima de la hambruna. ¿Qué iba a salir en la lista de palabras clave? ¿Algo así como “Palabra clave nº 1: no tener que ver cómo a un compañero le explota la cabeza” ¿”Palabra clave nº2: no tener que volver a practicar el canibalismo”?¿”Palabra clave nº3: que no me vuelvan a obligar a colaborar en el asesinato de familias enteras”? Es evidente que cualquiera de estas personas que hiciese el test se sentiría burlada: la mera idea es una broma de mal gusto. El ejercicio no es válido para personas sometidas a la desgracia, y sugerirlo siquiera es una especie de acto de crueldad. Pues bien: a eso nos referimos cuando decimos que la autoayuda es una anomalía histórica. La autoayuda no tiene en cuenta la existencia de la desgracia. Y lo que el presente libro pretende recuperar es esta enseñanza que proviene de antiguo y que el siglo XX volvió a poner ante nuestros ojos: que todo es vil, despreciable, sucio, fácilmente destructible, y que sólo se puede partir de la verdad de la desgracia para construir una vida libre de engaños. Muchos de nosotros hemos tenido la fortuna de escapar de ella, lo que no significa que no sea real. La densidad de la desgracia que se ha hecho presente a lo largo de todo el siglo pasado, si supiéramos no darle la espalda, acabaría toda ella con la literatura de autoayuda, que existe sólo gracias a su olvido, a la inconsciencia... Si uno tiene bien presente el horror no necesita ni la tibieza, ni la superficialidad, ni el estúpido providencialismo de la literatura de autoayuda.
Con todo ello enunciamos la primera pretensión de este libro: poner en manos del lector un material que nos llega fresco del siglo pasado, y que, una vez comprendido mínimamente, hace innecesaria toda esta literatura. Los autores que visitaremos tenían una fuerte consciencia de la realidad de la guerra, la tortura, el hambre y el horror; la consciencia, en suma, del desamparo en el que vivimos. El hombre es un ser desamparado. El sufrimiento y la desgracia, o la posibilidad de la desgracia, son constitutivos del ser humano. No hay forma de superar estas realidades. La muerte le es esencial. Tener estas verdades presentes en el espíritu hace que la literatura de autoayuda se torne superflua, cuando no ridícula en su visión amputada de la existencia.
II. Cómo acabar para siempre con los libros de autoayuda
¿De qué otra manera puede refutarse literatura de autoayuda? Muy sencillamente: creando un personaje no del todo inventado, un coetáneo nuestro lleno de inseguridades, de proyectos vagos y de ilusiones en el peor sentido, y mostrando cómo por un proceso erróneo de formación, se empapa de los eslóganes e ideas precocinadas del pensamiento positivo. Habrá que dotarle de la ingenuidad y la falta de sentido crítico que tienen que tener los héroes de las tragicomedias y que le lleve a aceptar sin sombra de duda que, como dicen los clásicos de la autoayuda, se puede ganar amigos e influir sobre las personas [Dale Carnegie, 1940, Editorial Suramericana], que haya recorrido y recorra diariamente la lista de aquellas-pequeñas-cosas-cotidianas-que-nos-dan-la-felicidad, como...
“una puesta de sol, la mirada de un niño, un apretón de manos, el silencio, СКАЧАТЬ