Название: Instantes
Автор: José Ignacio González Faus
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Adentro
isbn: 9788428561150
isbn:
6. Prosas poéticas (o que intentan serlo)
Meditación del silencio del justo
Colección dirigida por Luis López González
José Ignacio González Faus, jesuita, (Valencia 1933). Ha sido profesor de Teología en Barcelona y en América Latina (México y El Salvador sobre todo). Fue también fundador y responsable académico del Centro de estudios “Cristianismo y Justicia” de Barcelona. El título de sus dos obras más clásicas: La humanidad Nueva. Ensayo de Cristología (10ª ed.) y Proyecto de hermano. Visión creyente del hombre (3ª ed. agotada), ya indica sus dos campos de reflexión preferidos: Jesucristo y el ser humano. En cristología ha publicado además: El rostro humano de Dios: de la revolución de Jesús a la divinidad de Jesús (3ª ed.) y Otro mundo es posible... desde Jesús. Desde esos campos se siente llamado a trabajar por la reforma de la Iglesia y a dialogar con nuestra realidad actual, sobre todo con sus dimensiones política y económica (vg. en sus dos últimos títulos: Después de Dios... y ¿Apocalipsis hoy?).
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ISBN: 9788428561150
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A Pere Casaldáliga.
Tú, que llamaste a Gustavo Gutiérrez el Tomás de
América Latina, permite que te llame el Juan de la Cruz
de la teología de la liberación. Gracias.
PRÓLOGO
Nunca digas de esta agua no beberé. Si hace solo dos meses me hubieran dicho que acabaría publicando mis poesías, me habría reído de tan mal profeta.
Pero he aquí que un buen día de marzo de 2019, María Ángeles López Romero, vieja conocida de los tiempos de la revista 21RS, me manda un correo pidiéndome un libro. Le respondo que ya he escrito demasiado, que a mis años ya no escribo, que estoy en la sala de embarque del más allá y que, además de pedir perdón por no haber amado más, tendría que pedirlo por no haber escrito menos. Que solo hago poesías (casualmente, acababa de escribir una dos días antes).
Creí que me había librado. Pero a veces sucede que un defensa cree hacer un buen despeje, y resulta que rebota en un delantero contrario y acaba convirtiéndose en gol. Algo de eso creo que pasó cuando María Ángeles me dice: «Bueno, pues quizá podríamos mirar eso de los poemas...».
¿Me tocó la vanidad? ¿Me dejó sin respuesta? ¿Me quitó el miedo, pensando que si una editorial se arriesga a invertir mal, también puedo arriesgarme yo a hacer el ridículo? Chi lo sa. El caso es que así se gestó este libro vergonzante.
De hecho, cinco o seis de los poemas que siguen habían aparecido como apéndices hace más de veinte años en el pequeño libro de una colección titulada «Las 7 palabras de». No creo que aquello fuera como una primera salida de Don Quijote, porque no le di demasiada importancia: allí los versos no eran más que una pequeña mancha de aceite en el agua de la prosa...
¡Ojalá sea otra cosa la que me ha movido a aceptar ahora! Suelo definir la poesía como un instante privilegiado de conciencia. De una conciencia profunda: que te acerca a la dimensión más honda de la realidad y te permite adivinar que es una dimensión asombrosa, mistérica, casi religiosa. Creo que esa mirada profunda y serena, cuando se nos da, antes de ver en las cosas utilidades u objetos de consumo, solo ve misterios. Y es una pena que luego degrademos los misterios en propiedades y degrademos la mirada asombrada en mirada aprovechada.
Esto tiene que ver con mi cambio en el modo de valorar la poesía. De joven admiras a grandes versificadores, como pueden ser Borges o Rubén Darío. Luego percibes que el mayor valor de un poema no está en que admires su belleza, sino la belleza de aquello a lo que el poema remite.
A lo mejor, pues, quizá valga la pena el mero intento de comunicar algo de esas «chispas de conciencia», aun cuando sepas que todo lo que digas quedará muy lejos de lo que querías transmitir. Eso ya lo habían dicho los místicos infinidad de veces, lo poetizó muy bien J. Bautista Bertrán en los versos que ahora citaré, y me sucede a mí mismo en relación con el mensaje de alguno de mis versos juveniles. Como escribía el P. Bertrán:
Inútilmente, СКАЧАТЬ