Название: El nuevo gobierno de los individuos
Автор: Danilo Martuccelli
Издательство: Bookwire
Жанр: Социология
isbn: 9789560014849
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Capítulo 2 Grandes transformaciones
UNA VEZ ESTABLECIDAS en el capítulo anterior las bases fundamentales desde las cuales se propone repensar en este trabajo el gobierno de los individuos, en el presente capítulo abordaremos, desde una perspectiva histórica, tanto los cambios que se imponen a nivel del peso relativo entre los grandes paradigmas de análisis como, sobre todo, las grandes transformaciones estructurales en curso.
Como lo hemos visto, tres grandes nociones se destacan, incluso desde antes del nacimiento de las ciencias sociales, en lo que al gobierno de los individuos se refiere: la autoridad, la dominación y el poder. Formularemos la hipótesis que, en el equilibrio y la tensión existentes entre ellas, a causa de grandes cambios estructurales que detallaremos a continuación, un nuevo panorama analítico se diseña: (1) se asiste a una crisis tendencial de la autoridad, en el sentido estricto y más preciso del término; (2) en lo que concierne a la ecuación analítica de la dominación (coerción y consentimiento), la obtención del consentimiento propiamente dicha, sin desaparecer, ha perdido peso y función en beneficio de la instrumentalización de las coacciones (amenazas, controles); (3) se asiste cada vez más a una explicita confrontación estratégica de asimetrías de poder en muchos ámbitos y entre distintos actores sociales.
En otros términos, por un lado, se advierte la crisis de la autoridad y el debilitamiento de la dominación-consentimiento; por el otro lado, es patente el incremento de la dominación-coacción y de las asimetrías de poder. Dentro de este escenario, los litigios, las fricciones y los conflictos se multiplican. El recurso creciente a lo judicial y a lo jurídico se incrementa como una manera de regular situaciones que no logran serlo más desde la autoridad, y, sin duda que la consolidación de fuertes deseos de vigilar, pero sobre todo de castigar, no es ajeno a ello (Garland, 2001; Fassin, 2017). Se observa tanto un incremento de la crítica social ordinaria como de la necesidad de justificación de las acciones (Boltanski y Thévenot, 1991). Todo lo anterior da cuenta, entre tantos otros ejemplos posibles, de la complejidad creciente del gobierno de los individuos.
Para aprehender la situación actual es necesario comprender las grandes razones estructurales que dan cuenta del nuevo equilibrio nocional entre la autoridad, la dominación y el poder. En lo que sigue, apoyándonos en tres grandes cambios estructurales, trataremos de mostrar las inflexiones en curso a nivel de las experiencias y de los mecanismos en el gobierno de los individuos. El objetivo de este capítulo no será describir en detalle estos procesos (sobre los cuales regresaremos de manera pormenorizada en otros capítulos), sino presentar de manera sinóptica un panorama amplio de las grandes transformaciones actuales.
I. La revolución de los controles
Si comenzamos por este factor no es solamente porque es uno de los ámbitos en donde los cambios han sido más significativos, sino también porque su incremento factual condiciona fuertemente las transformaciones generales a nivel del gobierno de los individuos.
1. Extensión e intensificación de los controles fácticos
Los controles tienden a operar cada vez más a través de soportes económicos, jurídicos, técnicos u organizacionales que regulan/canalizan/restringen las conductas fácticamente, incluso independientemente de la obtención forzada del consentimiento o del consentimiento conciliado. En muchos ámbitos «la coerción es vista a la vez como un límite de la acción y un determinante de la acción» (Courpasson, 2000: 24). O sea, se intenta disminuir tanto el campo de las opciones posibles como determinar las formas de las acciones. Se busca, así, tendencialmente, minimizar el papel de los factores que subrayan la adhesión, la sumisión y la servidumbre en beneficio de un sistema de coacciones que limita la acción de manera sustancial y desigual. El actor, individual o colectivo, está obligado a someterse a una restricción exógena frente a la cual experimenta un sentimiento de impotencia.
Estos controles operan a veces a distancia, independientemente de las interacciones cara-a-cara (a través por ejemplo de soportes digitales), aunque también lo hacen, al menos parcialmente, en las relaciones cara-a-cara. Lo importante es que se presentan y son percibidos como estructurales; actuando más a nivel del encuadre de las situaciones que a través de un trabajo explícito de inculcación ideológica. El resultado es que tendencialmente se transita hacia una forma de puro control fáctico (regulación y canalización) de las conductas. Esta tendencia que no nace con las TIC (tecnologías de la información y de la comunicación), y que incluso puede pensarse ha sido uno de los más viejos anhelos en el ejercicio del gobierno de los individuos, toma empero formulaciones extremas y cotidianas con las nuevas tecnologías de la tercera e incluso cuarta revolución industrial (la robótica y la automatización).
Sin pretender exhaustividad, es importante distinguir, en la medida en que tienden a presentarse como un bloque fáctico compacto, entre diversos tipos de control.
El primer tipo de control fáctico es de tipo económico: una dimensión indisociable del capitalismo moderno y de la obligación a la cual se encuentran sometidos los trabajadores, jurídicamente libres, de tener que vender su fuerza de trabajo en un mercado laboral. Este rasgo estructural del capitalismo, que Marx (1977) colocó en la base de su sistema de dominación, fue amortiguado en ciertas sociedades tras la Segunda Guerra Mundial, pero se ha vuelto a intensificar con el debilitamiento de los derechos sociales, la moderación salarial o la importancia y generalización del endeudamiento. Pero comprendamos en toda su complejidad este proceso. Uno de los grandes rasgos del capitalismo moderno es el paso desde una subordinación formal, propia de las antiguas manufacturas y sancionada sobre todo por las horas de trabajo, pero muchas veces con escasos controles efectivos en los talleres, a una subordinación real bajo la impronta de crecientes y cada vez más eficaces controles de la producción dentro de la industria moderna. Los controles intentan hacer sistema entre sí, pero limitan sobre todo desde el exterior, por la fuerza de las cosas, las acciones de los subordinados, sin que ello impida empero las tácticas mediante las cuales revierten y neutralizan parcialmente la voluntad de los poderosos (Certeau, 1980).
Dentro de esta continuidad es importante aprehender el cambio actual. Durante mucho tiempo, cualquiera que fuera la fuerza de las coerciones, se pensó que la adhesión y el consentimiento de los subordinados era determinante. Ciertamente, la noción de reificación significó una inflexión importante ya que subrayó la tendencia fundamental del capitalismo a abordar las relaciones entre individuos como relaciones entre cosas. Fue, de alguna manera, una de las primeras grandes nociones por las que se aprehendió y se intentó desenmascarar un sistema total de dominación que oprime a todo el mundo. Como lo ejemplificó Marx, cualquiera que sea su voluntad personal, el capitalista está obligado, so pena de quiebra económica, a desempeñarse (añadamos, dentro de cierta elasticidad)10 como un patrón capitalista: las presiones sistémicas a las que como todo actor dentro de un sistema de acción concreta está sometido son altamente coercitivas. Como lo iremos viendo y lo profundizaremos en otros capítulos, los controles económicos son cada vez más percibidos como coacciones fácticas insuperables.
Un segundo tipo de control que también se acentuó en las últimas décadas tiene más de un lazo con la modalidad precedente: a saber, el disciplinamiento de la mano de obra por controles de índole jurídica. Éste fue y es uno de los grandes epicentros de la ofensiva política y empresarial conservadora-neoliberal desde los años 1970-80: modificar las garantías y los derechos asociados con el contrato de trabajo. Las transformaciones del mercado laboral (extensión de contratos «atípicos», subcontratación, externalización, autoemprendedores, etc.), en tanto facilitadoras jurídico-contractuales de la disciplinarización de la mano de obra deben entenderse como parte de un proceso más general de renovación de los controles. El taylorismo supuso la elección de un sistema de producción, no solamente por cuestiones técnicas, sino СКАЧАТЬ