Obras Completas de Platón. Plato
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Obras Completas de Platón - Plato страница 37

Название: Obras Completas de Platón

Автор: Plato

Издательство: Bookwire

Жанр: Философия

Серия:

isbn: 9782380374100

isbn:

СКАЧАТЬ —¿Piensas que no he hecho yo indagaciones?

      SÓCRATES. —Pero si has hecho indagaciones, habrás creído ignorarlo.

      ALCIBÍADES. —¿Te imaginas que no ha habido un tiempo en que yo lo ignoraba?

      SÓCRATES. —Muy bien. Pero podrías señalarme precisamente ese tiempo, en que has creído que ignorabas lo que es justo e injusto. Veamos; ¿fue el año pasado cuando empezaste a hacer tus indagaciones porque lo ignorabas? ¿O creías saberlo? Di la verdad para que no hablemos en vano.

      ALCIBÍADES. —El año pasado creía saberlo.

      SÓCRATES. —¿Hace tres, cuatro, cinco, no lo creías lo mismo?

      ALCIBÍADES. —Lo mismo.

      SÓCRATES. —Antes de este tiempo tú eras un niño; ¿no es así?

      ALCIBÍADES. —Sí.

      SÓCRATES. —¿Y en ese mismo tiempo de tu infancia, estoy seguro de que creías saberlo?

      ALCIBÍADES. —¿Cómo dices que estás seguro?

      SÓCRATES. —Porque durante tu infancia, en casa de tus maestros y en todas partes; en medio de tus juegos de dados o cualquier otro, te he visto muchas veces no dudar sobre la decisión de lo justo y de lo injusto, y decir con tono firme y seguro a cualquiera de tus camaradas, que era un pícaro, que era injusto, que te hacía una injusticia; ¿no es cierto esto?

      ALCIBÍADES. —¿Qué debía hacer, a juicio tuyo, cuando se me hacia alguna injusticia?

      SÓCRATES. —¿Quieres decir, lo que debías hacer, ignorando o sabiendo que lo que te se hacía era una injusticia?

      ALCIBÍADES. —Pero yo no lo ignoraba; antes bien, reconocía perfectamente que se me hacia una injusticia.

      SÓCRATES. —Ya ves por esto que, cuando no eras más que un niño, creías conocer ya lo justo y lo injusto.

      ALCIBÍADES. —Creía conocerlo y lo conocía.

      SÓCRATES. —¿En qué época fue el descubrimiento?, porque no fue cuando ya creías saberlo.

      ALCIBÍADES. —No, sin duda.

      SÓCRATES. —¿En qué tiempo creías tú ignorarlo? Míralo, echa cuentas; tengo mucho miedo de que no des con ese tiempo.

      ALCIBÍADES. —En verdad, Sócrates, no puedo decírtelo.

      SÓCRATES. —¿Por consiguiente, tú no has encontrado por ti mismo esta ciencia de lo justo y de lo injusto?

      ALCIBÍADES. —Así parece.

      SÓCRATES. —Pero confesaste antes que no la has aprendido de los demás; y si no la has encontrado por ti mismo ni la has aprendido de los demás, ¿cómo la sabes? ¿De dónde te ha venido?

      ALCIBÍADES. —Pero quizá me engañé cuando te dije que no la había aprendido por mí mismo.

      SÓCRATES. —Pues entonces, ¿cómo la has aprendido por ti mismo?

      ALCIBÍADES. —Creo, que la he aprendido como los demás.

      SÓCRATES. —¿Otra vez volvemos a empezar? ¿De quién la has aprendido? Habla.

      ALCIBÍADES. —Del pueblo.

      SÓCRATES. —Mal maestro me citas.

      ALCIBÍADES. —Qué, ¿el pueblo no es capaz de enseñarla?

      SÓCRATES. —¡Bien libre está!, si no es capaz de enseñar a juzgar bien sobre las jugadas de un tablero, ¿cómo ha de enseñar lo que es justo o injusto, que es mucho más difícil? ¿No lo crees tú como yo?

      ALCIBÍADES. —Sí, sin duda.

      SÓCRATES. —¿Y si no es capaz de enseñarte cosas de tan poca consecuencia, cómo te ha de enseñar las que son más importantes?

      ALCIBÍADES. —Soy de tu dictamen; sin embargo, el pueblo es capaz de enseñar muchas cosas muy superiores a este juego.

      SÓCRATES. —¿Cuáles?

      ALCIBÍADES. —Nuestra lengua, por ejemplo, yo no la he aprendido de nadie sino del pueblo, sin que pueda nombrar ni un solo maestro; y esta enseñanza se la debo a él, a pesar de tenerlo tú por un mal maestro.

      SÓCRATES. —¡Ah!, es cierto, querido mío, que el pueblo, en materia de lengua, es muy excelente maestro y tienes razón en referirte a él.

      Este juego no era de damas ni de ajedrez, sino un juego científico, porque enseñaba el movimiento de los cielos, los eclipses, etc.

      ALCIBÍADES. —¿Por qué?

      SÓCRATES. —Porque en materia de lengua el pueblo tiene todo lo que deben tener los mejores maestros.

      ALCIBÍADES. —¿Qué es lo que tiene?

      SÓCRATES. —¿Los que quieren enseñar una cosa no deben saberla bien antes?

      ALCIBÍADES. —¿Quién lo duda?

      SÓCRATES. —¿Los que saben bien una cosa no deben estar de acuerdo entre sí sobre lo que saben, sin disputar jamás?

      ALCIBÍADES. —Sí.

      SÓCRATES. —¿Y si disputasen, creerías que estaban bien instruidos?

      ALCIBÍADES. —De ninguna manera.

      SÓCRATES. —¿Cómo, pues, serían capaces de enseñarlo?

      ALCIBÍADES. —De ningún modo.

      SÓCRATES. —Qué, ¿todo el pueblo no conviene sobre la significación de estas palabras: una piedra, un bastón? Interroga a todos los griegos; ellos te responderán la misma cosa, y cuando les pidan una piedra o un bastón, todos se dirigirán a estos objetos, y así de todo lo demás. Porque creo que esto es lo que tú quieres decir por saber la lengua.

      ALCIBÍADES. —Sí.

      SÓCRATES. —¿Y todos los griegos no convienen en esto, ciudadanos con ciudadanos, ciudades con ciudades?

      ALCIBÍADES. —Ciertamente.

      SÓCRATES. —¿Por consiguiente, para la lengua el pueblo sería muy buen maestro?

      ALCIBÍADES. —Sin duda.

      SÓCRATES. —¿Y así si quisiéramos que un hombre se hiciera muy entendido en la lengua, le pondríamos justamente en manos del pueblo?

      ALCIBÍADES. —Justamente.

      SÓCRATES. —Pero si en lugar de querer saber lo que significan las palabras hombre o caballo, quisiéramos saber si un caballo es bueno o malo, ¿el pueblo sería capaz de enseñárnoslo?

      ALCIBÍADES. СКАЧАТЬ