Название: El príncipe
Автор: Nicolás Maquiavelo
Издательство: Bookwire
Жанр: Социология
isbn: 9786079465520
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Los que por vías virtuosas,5 semejantes a ellos, llegan a ser príncipes, adquieren el principado con dificultad, pero con facilidad lo mantienen; y las dificultades que tienen para adquirir el principado nacen en parte de los modos y ordenamientos nuevos que se ven obligados a introducir para fundar su estado y su seguridad. Y se debe considerar que no hay cosa más difícil de tratar, ni más dudosa de alcanzar, ni más peligrosa de manejar, que hacerse cabeza para introducir nuevos ordenamientos. Porque el introductor tiene por enemigos a todos aquellos que con los ordenamientos viejos medran, y por tibios defensores a los que con los ordenamientos nuevos medrarían. Cuya tibieza nace en parte del miedo a los adversarios, que tienen las leyes de su lado, y en parte de la incredulidad de los hombres, que no creen de veras en las cosas nuevas si no ven una firme experiencia de ellas. De lo cual nace que cuando los que son enemigos tienen ocasión de atacar, atacan como partidarios, y los otros defienden como tibios, de modo que en compañía de ellos se corre riesgo. Para discurrir bien esta parte es necesario, pues, examinar si estos innovadores están por sí mismos, o dependen de otros; es decir, si para realizar su obra tienen que rogar o bien pueden forzar. En el primer caso acaban siempre mal y no realizan cosa alguna; pero cuando dependen de sí mismos y pueden forzar, entonces rara vez peligran. Esta es la causa6 de que todos los profetas armados hayan vencido, y los desarmados se hayan arruinado. Porque además de las co sas dichas, la naturaleza de los pueblos es variable; y es fácil persuadirlos de algo, pero es difícil mantenerlos en esa persuasión. Por eso conviene ordenarse de manera que cuando no crean más se les pueda hacer creer por la fuerza. Moisés, Ciro, Teseo y Rómulo no habrían podido hacer observar por mucho tiempo sus constituciones si hubieran estado desarmados, como ocurrió en nuestros tiempos a fray Jerónimo Savonarola, quien se arruinó con sus ordenamientos nuevos en cuanto la multitud empezó a no creerle, y él no tenía modo de mantener firmes a los que habían creído, ni de hacer creer a los descreídos. Por eso estos tales tienen gran dificultad para adelantar, y todos sus peligros están en el camino, y conviene que los superen con la virtud; pero una vez que los han superado y empiezan a ser venerados, habiendo eliminado a los que de su calidad tenían envidia, quedan poderosos, honrados y felices.
A tan altos ejemplos7 quiero agregar un ejemplo menor, que sin embargo tiene alguna proporción con áquellos, y quiero que me baste por otros similares, y es el de Hierón de Siracusa. Él de particular llegó a ser príncipe de Siracusa, y tampoco recibió de la suerte otra cosa que la ocasión; porque estando los siracusanos oprimidos, lo eligieron por su capitán, por lo que mereció ser nombrado su príncipe. Y fue de tanta virtud, incluso en la vida privada, que quien escribe de él dice “que nada le faltaba para reinar más que el reino”. El suprimió la milicia antigua y ordenó una nueva, dejó amistades antiguas y tomó otras nuevas y, cuando tuvo amigos y soldados totalmente suyos, pudo sobre tales cimientos edificar cualquier edificio tanto que le costó mucho esfuerzo adquirir, y poco mantener.
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