En vivo y en directo. Fernando Vivas Sabroso
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Название: En vivo y en directo

Автор: Fernando Vivas Sabroso

Издательство: Bookwire

Жанр: Изобразительное искусство, фотография

Серия:

isbn: 9789972454240

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СКАЧАТЬ a los canales

       Concertando a Fujimori

       Canal 5

       Canal 4

       Canal 7

       Canal 2

       Canal 9

       Canal 11

       Canal 13

       El cable y la UHF

       Desregulados pero obedientes (a modo de conclusión)

       Post-scriptum

       Capítulo 9. Hacia las bodas de oro (2001-2008)

       Traumas y perdones

       Narrar a pesar de todo

       Risas ante el espejo

       En la variedad está el gusto

       Viejos y nuevos monstruos

       La noticia manda

       Canal por canal

       Algunas conclusiones

       Anexo estadístico

       Bibliografía

       Índice onomástico

      La televisión hecha en el Perú ha desafiado todos los enfoques corrientes en el mercado teórico de las ciencias sociales y de la comunicación. Ha hecho patinar a políticos, legisladores, sociólogos, censores y críticos. Ha puesto bajo sospecha a todos sus agentes: se discute la responsabilidad criminal de sus conductores, la moralidad de sus anunciantes, la precisión de sus empresas de sondeo, la salud mental de quienes la vemos ¡Se ha procesado a sus dueños por complicidad en peculado y asociación ilícita para delinquir! Es una televisión en clave alta que cuando no traiciona la realidad, la redunda. De ahí el empleo de una frase reiterativa, un pleonasmo abusado por varias generaciones de comunicadores, “en vivo y en directo”.

      En sus cinco décadas, la televisión peruana ha pasado por todas las fases económicas y por todos los estados de ánimo. Ha sido pionera con mercado en expansión, madura y con mercado estrangulado, libre, autorregulada, desmelenada, políticamente sobornada y estatizada. La curva de la producción nacional se empinó durante los sesenta, llegó a su clímax con el hit mundial de Simplemente María, cayó en el enorme bache del controlismo militar y, con la apertura liberal de los ochenta, se volvió parkinsoniana y agónica.

      Es en estas explosivas circunstancias que terminé, en febrero del 2001, la primera edición de este libro, asustado y a veces fascinado por el monstruo autófago que raja de sí mismo, se muerde la cola, somatiza sus miedos ante el chantaje político, se excita ante sus relaciones peligrosas con el poder, se jala las mechas y divide sus pocas energías para prender la chispa de un boom.

      El texto es el resultado de una vocación por el cine y por su crítica desviada hacia una línea paralela. Llegué en 1990 a la revista Caretas a hacerme cargo de una sección de televisión con el supuesto de que un crítico de películas era apto para verse con la televisión menuda. Inevitablemente, la pantalla chica me quedó grande. Nunca estuve dispuesto a pasar ante ella más del tercio del tiempo libre (aproximadamente tres horas y media al día), que según estadísticas universales y locales el ser humano le dedica a su principal medio de entretenimiento y socialización virtual.

      Casi dos décadas después, mi disponibilidad no ha cambiado —visiono mucho menos de lo que debo— pero me hago cargo de ciertos requisitos indispensables para poder “cubrir” la televisión periodísticamente y si el “cierre” de edición lo permite, balbucear un análisis: ver más televisión abierta que pagada, no perderme los estrenos, hojear las secciones de televisión de los periódicos, recordar las promociones de sus programas, conversar con sus protagonistas, atender la novedad mientras zapeo, picture in picture, sobre terreno conocido.

      Por supuesto, estas previsiones no fueron suficientes cuando me acerqué en 1994 a la Facultad de Comunicación de la Universidad de Lima a plantear proyectos de investigación referidos al cine. El entonces decano Isaac León me sugirió que dichos proyectos no tendrían la acogida de, por ejemplo, una historia de la televisión. Tuvo razón. El Centro de Investigación en Comunicación Social (Cicosul), dirigido por José Perla Anaya, acogió la idea que esbocé con ingenuidad metodológica. Calculé que en un año, a lo sumo dos, podría entrevistar a pioneros, estrellas y directores, leer copiosas fuentes periodísticas y sentarme a escribir.

      La demora se debió a la complejidad del tema y a que lo ataqué solo. La lectura de periódicos, día por día, desde 1958, tomó demasiadas horas, pero ella es la base más confiable e importante de todo lo escrito sobre los sesenta, setenta y ochenta. A los asistentes con los que me apoyó el Cicosul los abrumé obligándolos a transcribir decenas de casetes de entrevistas. Todas las otras fases y aspectos —y gazapos— de la investigación son de mi entera responsabilidad.

      A partir de los noventa, las fuentes sí son de toda condición y grado de confiabilidad, pues son estas últimas décadas las que me han cogido de crítico de televisión, entrevistando a los protagonistas coyunturates, asistiendo a conferencias de prensa y eventos marketeros, pisando sets de grabación y de talk-shows en vivo. Periodista opinante ante un medio obligado a hacer política oficial, la polémica de la televisión nacional me ha tomado muchas horas extras. A veces fui convocado a debatir sobre el monstruo, en vivo, a sus mismísimas entrañas.

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