Название: Cuentos de Asia, Europa & América
Автор: Tessa Hadley
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Fondo Universidad de Guadalajara
isbn: 9786075712680
isbn:
Me olvidaste, mi amor
autar krishen rahbar
india
Aquello sucedió: el mismo hecho, relacionado con tradiciones antiguas, del que le habían hablado los ancianos de su familia. Su alma fue llevada por los mensajeros de la muerte, quienes la presentaron ante Dharmaraj. Su cuerpo o su carcasa, como quiera que se le llame, quedó tendido en el lugar del accidente. Su esposa iba junto a él y ahora estaba fría como la muerte. Después de ella, él soltó también su último aliento.
La policía intervino. Entregaron los cuerpos a los parientes más cercanos, quienes los llevaron al crematorio.
Dharmaraj pidió que le fuera entregado el archivo del profesor: el archivo que contenía el balance de sus pecados y sus méritos. Dharmaraj debía revisar el documento y decidir cuál sería la forma que habría de tomar el alma del profesor.
Se dice que la mayoría de los mortales llega a renacer. Este hecho mantiene en su curso el ciclo de vida y renacimiento. Sólo unos cuantos son liberados del vórtice de la vida y la muerte, una salvación que se concede nada más que a aquellos que llevaron una vida intachable, que realizaron actos absolutamente desinteresados y cuya naturaleza fue ejemplar en sí misma. En el caso de los que han de renacer, debe establecerse, entre otras cosas, cuál será la nueva forma que habrán de adoptar. ¿Habrán de ser humanos, o tomarán la forma de otra especie? Las criaturas vivas que pueblan el universo son incontables y de una variedad infinita. En ellas, se incluye un sinfín de animales, insectos y criaturas voladoras. Dharmaraj pondera y estima cada caso. Luego, emite su sentencia.
«No tengo idea de cuál será la orden que llegue», pensaba el profesor Suraj Prakash. «¿Me convertiré en un alce o en un búho? ¿En un perro o en un oso? ¿En un murciélago o en un halcón? ¿León o chacal, o acaso una serpiente o un pez?».
Se sentía, alternadamente, exaltado y abatido, después de caminar más de cien pasos, esperando impaciente la decisión de Dharmaraj. «¿Cómo hacerle saber las vicisitudes crueles y los laberintos que debe atravesar un pobre ser humano? Cada segundo es un martirio. Desearía que él mismo se instalara en la Tierra y llevara una vida normal. Seguramente entonces entendería lo que cuesta hacerlo», siguió el profesor con sus reflexiones y sus cavilaciones. Justo entonces una sonrisa, con un trazo de ironía, se dibujó en las facciones de Dharmaraj.
«¡Maldita suerte! Tal vez él entienda todo...», comenzó a preocuparse el profesor y, en su tumulto interno, se imaginó a sí mismo, mientras desgarraba a mordidas la carne de sus propias muñecas.
El aura y la conducta de Dharmaraj, grandiosas y solemnes, eran incomparables. La mesa en la que trabajaba estaba impecable. Sobre ella, en un costado, había un vaso de agua cristalina, con una tapa sobre él. Del lado opuesto, estaba el archivo del profesor y nada más.
Lucía apuesto y soberbio en su túnica, más elevado que el resto. Detrás de él estaban plantados dos guardias. ¡En verdad, Dharmaraj tenía toda la apariencia de un juez!
Mucho más abajo de Dharmaraj se hallaba sentada una persona que extraía, de cada lote, el archivo que se requería. Era el encargado del registro que, según se decía, era llamado Inderjeet. Sus dos brazos se proyectaban hacia atrás. Mientras trabajaba, su vista no recaía en sus manos. Por lo tanto, gracias a esto, no era capaz de hacer trampa o cometer fraude. El profesor, entonces, miró sobre su hombro para contemplar, erguidos sobre sus pies, a los emisarios de la muerte, que habían transportado su alma hasta la morada de Dharmaraj. Sus lenguas eran púrpura y sus rostros del color de la brea, cual si se hubiera untado alquitrán sobre ellas.
«¡Astutos, pillos! No sueltan ni un chillido, como si no supieran nada. ¿Acaso me trajeron a estos lares, a través de leguas y leguas de senderos peligrosos? Supieron que habría de tener un accidente y de inmediato me raptaron, como a una gallina, para traerme aquí. Mi esposa estaba a mi lado. Me pregunto si su alma fue transportada hacia acá. Mi vida estaba por expirar, pero la suya se había extinguido ya. Un costado entero de su cabeza, hasta la mejilla, estaba empapado en sangre. Está bien que haya muerto. Shaama simplemente no habría sido capaz de vivir sin mí. ¡Cuánto me quería! Ella vivía por su esposo. Era un referente para todas las esposas. ¡Una diosa, de hecho! ¿No debería preguntar dónde está? Debe estar buscándome, a su amado, su satyawan».
En un impulso, le preguntó a Dharmaraj mismo:
—¿Dónde está Shaama? Ella no puede pasar un solo momento sin mí.
Dharmaraj irguió su espalda y sonrió un poco. Después, hojeó velozmente el archivo del profesor, por última vez. Se preparaba a sí mismo para emitir su juicio. El profesor parecía un niño, esperando la calificación de su examen.
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