Название: La democracia a prueba
Автор: Ciro Murayama
Издательство: Bookwire
Жанр: Социология
isbn: 9786078564583
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Además, a partir de 1992 se introdujo la credencial para votar con fotografía, de tal manera que no sólo se asegura que la lista nominal utilizada en las elecciones sea confiable, sino que se cuenta con un mecanismo de seguridad adicional que permite verificar la identidad del portador de la credencial y asegurar que se trate, precisamente, del ciudadano con derecho al voto en la casilla electoral correspondiente.
La clave de la confiabilidad del padrón electoral en México ha sido la transparencia y claridad en los procedimientos que sigue el Registro Federal de Electores: cada ciudadano debe hacer directa y personalmente su trámite, llevar su acta de nacimiento y alguna identificación o dos testigos para darse de alta y se requiere de un documento como el acta de defunción, la notificación del registro civil del fallecimiento de un ciudadano o una sentencia judicial para dar de baja a un elector. A esto se suma la vigilancia permanente de los partidos políticos: existe una Comisión Nacional de Vigilancia, así como 32 comisiones locales –una por cada entidad federativa– y 300 comisiones distritales de vigilancia del padrón electoral. En los últimos años, el avance técnico y la inversión de recursos públicos en herramientas tecnológicas ha permitido, además, hacer cruces de fotografías y de huellas dactilares para evitar que una misma persona pueda tener más de una credencial para votar con fotografía con distintos datos.
Para 2018, México contó con un padrón de alta cobertura y calidad, que fue auditado por expertos ajenos al Instituto Nacional Electoral (INE) y que, en las comparaciones internacionales, ha demostrado ser uno de los más robustos del mundo.
Se dice fácil, pero mantener al día el padrón electoral en un país de más de 120 millones de habitantes y que alcanza casi 90 millones de ciudadanos es una ardua tarea para el Estado mexicano, que se hace a través del INE y que, en los hechos, posibilita que la credencial para votar se haya convertido en una confiable cédula de identificación ciudadana.
Las tareas de organización de las elecciones se articulan a partir del padrón y de la lista nominal: sabiendo cuántos votantes hay y dónde viven, se determina el número de casillas a instalar y dónde hacerlo, la cantidad de boletas electorales a imprimir, etcétera.
Ahora bien, además de garantizar que cada ciudadano pueda ejercer un voto y sólo uno en cada elección, es indispensable asegurar el derecho a la representación política en términos de igualdad para toda la población, esto es, que las circunscripciones o los distritos para los que se eligen representantes tengan un mismo número de habitantes. El tema no es menor, pues como ha señalado John Keane: en el lenguaje de la democracia la «manipulación de las circunscripciones electorales» es, «llanamente, fraude electoral».57 Llega a ocurrir, incluso en democracias de larga tradición, como la de Estados Unidos, que en la delimitación de los distritos electorales se tomen en cuenta los resultados electorales, lo que da lugar a que los trazos de la geografía política se realicen con el afán de mantener áreas de clara influencia partidista.58 Ese tipo de distritos, trazados de forma arbitraria y parcial, llegaron a adoptar formas en extremo atípicas, incluso similares al perfil de una salamandra.59
En México la definición del trazo de los distritos debe apegarse a los principios rectores de la función electoral, en especial al de imparcialidad. La Constitución señala que cada tres años se elegirán 300 diputados federales por el principio de mayoría relativa en igual número de distritos electorales federales, y que habrá 200 diputados de representación proporcional electos en cinco circunscripciones. A efecto de que cada diputado electo por el principio de mayoría represente a un número equivalente de mexicanos, y por tanto no haya sub o sobrerrepresentación política de la población, el mapa distrital del territorio nacional debe actualizarse periódicamente atendiendo a la distribución demográfica de los habitantes del país.
La representación poblacional en el Congreso, en particular en la Cámara de Diputados –ya que en el Senado cada entidad federativa tiene el mismo peso–, está regulada en el artículo 53 de la Constitución, que a la letra indica: «La demarcación territorial de los 300 distritos electorales uninominales será la que resulte de dividir la población total del país entre los distritos señalados. La distribución de los distritos electorales uninominales entre las entidades federativas se hará teniendo en cuenta el último censo general de población, sin que en ningún caso la representación de una entidad federativa pueda ser menor de dos diputados de mayoría».
La decisión de tomar como base el censo y no el padrón electoral tiene sentido: si bien la elección recae en los mexicanos mayores de edad, que son quienes conforman el padrón, la representación del Poder Legislativo es de toda la población, de la totalidad de los habitantes.
Al quehacer de asignar los distritos electorales federales, que históricamente correspondió al IFE y luego de la reforma de 2014 recayó en el INE, se le agregó el deber de actualizar la geografía distrital electoral en las entidades federativas. Ésa fue una de las nuevas atribuciones del INE, que entre 2016 y 2017 se dio a la tarea de trazar un nuevo mapa distrital en cada entidad federativa, labor que implicó superar rezagos de años, incluso décadas en ciertos estados, donde había distritos con población varias veces mayor a la de otros, lo que distorsionaba la representación política.
En las siguientes páginas se detallan las características más relevantes del padrón electoral y de la lista nominal, y se exponen algunos de los hallazgos de estudios de especialistas que analizaron la calidad y consistencia del censo de electores. Finalmente, se explica en qué consistió la redistritación federal y local que permitió garantizar una representación adecuada en términos poblacionales.
OCHENTA Y NUEVE MILLONES DE ELECTORES EN 2018
Para la elección de 2018 se aprobó en mayo de ese año un padrón electoral nacional de 89.3 millones de ciudadanos y una lista nominal que incluyó a 89.1 millones de personas (cuadro 1), de las que casi 52% son mujeres.
El padrón electoral, que refleja los cambios en el tamaño de la población mayor de 18 años, es un instrumento «vivo», en tanto se actualiza día con día. Por ello, de una a otra elección debe hacerse un corte, fijar una fecha a partir de la cual no se harán más modificaciones, a efecto de otorgar plena certeza sobre cuántos electores están dados de alta y recogieron su credencial, para a partir de ahí conformar la lista nominal definitiva de votantes. En 2018 la fecha de corte para la elección del 1º de julio fue el 15 de mayo.
Como puede apreciarse en la gráfica 1, el padrón electoral pasó de 47 millones de ciudadanos en la elección presidencial de 1994, a 89.3 millones en la de 2018: 42 millones más, lo que significa un aumento de 90%. Es decir, el padrón casi se duplicó en menos de un cuarto de siglo. En ese periodo, de acuerdo con las cifras del Consejo Nacional de Población, el número de habitantes en el país pasó de 90.3 millones a 125.3 millones, un incremento de 35 millones de personas, equivalente a 39%.
Lo anterior quiere decir que la población en edad de ciudadanía creció en dos décadas y media a una velocidad de más del doble que la población en general. Esto es reflejo de la transición demográfica que ha vivido el país y que se comprueba en otros indicadores. Por ejemplo, mientras en 1994 nacieron 24 millones de mexicanos, en 2018 fueron 21.8 millones; en ese lapso, la edad promedio de la población pasó de 20 a 28 años.
Gráfica 1. Evolución del padrón electoral, 1994-2018
Nota: los cortes de información son al 31 de diciembre de cada año, con excepción de 2018, año en que se toma el corte utilizado para la elección, el СКАЧАТЬ