La democracia a prueba. Ciro Murayama
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Название: La democracia a prueba

Автор: Ciro Murayama

Издательство: Bookwire

Жанр: Социология

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isbn: 9786078564583

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СКАЧАТЬ la coalición Juntos Haremos Historia (Morena, PT y PES) suman 69 escaños (cuadro 9), y eso sin contar posibles adhesiones posteriores.

      En el Senado también hay una integración mixta. Tres senadores se eligen directamente en cada entidad federativa, lo que da 96 legisladores, el 75% del total. Los 32 senadores restantes (25%) se obtienen de una lista nacional en una única circunscripción electoral en todo el país.

      En cada entidad se otorgan dos senadores para el partido más votado y uno para la primera minoría, así que la primera fuerza siempre tendrá el 66.7% y la segunda fuerza el 33.3% de la representación de la entidad federativa correspondiente, si bien lo usual es que el apoyo electoral para primero y segundo lugar no sea de tan amplias magnitudes. Como se observa, no hay lugar para que una tercera fuerza alcance representación directa de alguna entidad. La distorsión agregada entre porcentajes de la votación y de legisladores se atempera con la presencia de 32 senadores electos a través de una lista nacional con proporcionalidad directa, pero con el inconveniente de que dicha lista altera el pacto federal que da origen al Senado, de acuerdo con el cual cada entidad debe pesar lo mismo y tener idéntico número de legisladores.

      El cuadro 10 plantea un escenario alternativo; muestra qué habría ocurrido en 2018 si en vez de la fórmula actual se hubiera optado por una que respetara dos criterios: idéntica representación para cada entidad federativa –cuatro senadores– y proporcionalidad directa en cada entidad.34 Salta a la vista, en primer lugar, que si bien Morena tendría cierta sobrerrepresentación (43% de los senadores con 37.5% de los votos), los partidos de la coalición gobernante, que obtuvieron el 43% de los votos válidos, tendrían 56 senadores, el 43.75% de la Cámara alta. Es decir, con esta fórmula habría una representación más equilibrada entre sufragios y escaños en la Cámara de Senadores.

      Con plena igualdad en la representación de las entidades y proporcionalidad directa,35 prácticamente todas las entidades tendrían una representación más plural que con el criterio vigente de conformación del Senado; ese escenario alternativo se presenta en el cuadro 11. Mientras que hoy sólo dos fuerzas pueden representar a alguna entidad, con la proporcionalidad directa eso únicamente ocurriría en Tabasco (donde Morena alcanzó el 68% de los votos). En el otro extremo, cinco entidades (Durango, Jalisco, Michoacán, Nuevo León y San Luis Potosí) tendrían cuatro senadores de diferentes orígenes políticos cada uno, en consonancia con la mayor dispersión del voto que emitió la ciudadanía en esos estados. Incluso habría resultado electo un candidato independiente al Senado: Pedro Kumamoto, por Jalisco, quien si bien quedó en tercer lugar, obtuvo el 23% de la votación de su estado. Finalmente, en 26 entidades habría representación de tres partidos políticos diferentes, por lo que a lo sumo la fuerza más votada tendría el 50% de la representación, mientras que la segunda y tercera fuerzas contarían con el 25% de la representación cada una.

      Por otra parte, es interesante mostrar cómo se han incrementado los fenómenos de alternancia en la conformación del Senado, incluso con la fórmula de integración actual; es decir, de qué manera el partido que es dominante en una entidad puede dejar de serlo seis años después. Es lo que muestra el cuadro 12, donde se considera como alternancia en una entidad aquella elección en la que el partido que obtiene el primer lugar es distinto al que ganó la votación previa. Si bien el índice se ha acercado al 50%, que sería la misma probabilidad de alternancia que de continuidad, en 2018 el vuelco electoral fue de tal magnitud que sólo en cuatro de las 32 entidades volvió a ocupar el primer lugar el partido que había obtenido más votos en la elección al Senado en 2012.

      Es oportuno insistir en que el abrumador triunfo de López Obrador no se acompañó por el mismo respaldo a su coalición en la votación de candidatos al Congreso de la Unión. El cuadro 13 muestra, una vez más, que el triunfador de la elección presidencial obtuvo 5.5 millones más votos que los candidatos que postularon los partidos de su coalición a la Cámara de Diputados, y 5.3 millones más que los candidatos al Senado. Es decir, si bien el abanderado presidencial logró transferir parte de su respaldo a los demás candidatos de su coalición, más de cinco millones de mexicanos que votaron por López Obrador no les dieron su apoyo a los candidatos de su coalición al Congreso, sino a partidos distintos, lo que significa que decidieron en libertad generarle contrapesos.

      En el mismo cuadro 13 se puede observar que los candidatos presidenciales de las otras dos coaliciones electorales, las encabezadas por el PAN y por el PRI, recibieron menos votos que los candidatos de esas coaliciones al Congreso. Ricardo Anaya obtuvo 2.9 millones menos que los candidatos a la Cámara de Diputados de los partidos que lo postularon y tres millones menos que los abanderados al Senado. En el caso de José Antonio Meade la distancia fue aún mayor: tuvo 4.1 millones de votos menos que los candidatos de su coalición a la Cámara de Diputados y 3.6 millones menos que quienes se postularon al Senado por los partidos de la coalición Todos por México.

      Otra dimensión relevante de las transformaciones políticas virtuosas que ha vivido México en las décadas recientes se refiere a la expansión de la representación política de las mujeres. Cada vez más legisladoras conforman el Congreso de la Unión –y los de las entidades– gracias a las reformas que, primero, dieron paso a cuotas para la postulación de candidatas, y más tarde se tradujeron en la obligación para los partidos de presentar con posibilidades de triunfo similares a la misma cantidad de mujeres que de varones.36

      El cuadro 14 evidencia cómo las mujeres pasaron de ocupar menos de una quinta parte de la Cámara al inicio del siglo, para luego superar un tercio al inicio de la segunda década y llegar, en 2018, prácticamente a una situación de paridad.

      En lo que se refiere al Senado, el cuadro 15 muestra una dinámica similar: en las primeras cuatro legislaturas del siglo (2000-2012), las mujeres no llegaron a representar ni una quinta parte de la Cámara alta; en las dos siguientes legislaturas (2012-2018)37 constituyeron casi un tercio y, gracias a la reforma que hizo obligatoria la postulación igualitaria, en 2018 el Senado se integró con solamente dos varones más que mujeres.

      Lo anterior no se debe al resultado electoral de 2018, pues con independencia de qué partido o coalición hubiese obtenido más votos, en todos los casos se había registrado al mismo número de hombres que de mujeres, por lo que el equilibrio también se da al interior de las distintas bancadas legislativas en ambas cámaras del Congreso. La lucha por los derechos políticos de la mujer para votar y ser votada viene de lejos. Las conquistas en esta materia llegaron para quedarse y se trata de logros colectivos, sobre todo de mujeres, pertenecientes a toda la diversidad política del país.

      México vivió un periodo de gobiernos divididos a nivel federal entre 1997 y 2018; es decir, el Congreso se conformó de manera tal que el presidente no tuvo mayoría parlamentaria a través de su partido o de los partidos que lo impulsaron en coalición a la Presidencia. De forma paradójica, fueron años de intenso reformismo legislativo, donde la pluralidad política y los contrapesos no impidieron hacer diversas e importantes modificaciones a la Constitución y a las leyes. Pluralismo y parálisis legislativa están lejos de ir de la mano en el Congreso de la Unión.38 La virtud en el procesamiento de estos cambios es que siempre requirieron la construcción de consensos con fuerzas políticas opositoras y debieron tomar en cuenta no sólo las razones del presidente o los intereses de su partido.

      Los СКАЧАТЬ