Anatomía de un imperio. AAVV
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СКАЧАТЬ mil hombres formando un anillo entre los españoles y el ejército expedicionario (Foner, 1972, vol. 2: 23). También fue decisiva la participación militar de los mambises, como se llamaba a los integrantes del Ejército de Liberación cubano, con Calixto García y Máximo Gómez como sus principales figuras en 1898. Los mambises colaboraron con la toma de El Caney y el cerro de San Juan, y también impidieron el arribo de refuerzos españoles a Santiago de Cuba.

      Sin embargo, los militares estadounidenses obraron deliberadamente en la construcción de una ausencia cubana, siguiendo la perspicaz interpretación de Louis Pérez (1998: 76-95). El general Shafter tomó decisiones inconsultas durante el curso de los sesenta días que duró el enfrentamiento contra los españoles, apartando intencionalmente a los cubanos de las acciones militares y falseando los hechos por la “repugnancia de los norteamericanos por compartir el honor de la victoria con los cubanos” (Foner, 1972, vol. 2: 29). Los Rough Riders, el cuerpo de infantería compuesto por voluntarios y comandado por los coroneles Leonard Wood y Theodore Roosevelt, se lanzaron a su “pequeña guerra independiente” (Ibíd.: 27). Los reportes de los estadounidenses demostraban un profundo desprecio racial contra los cubanos, a los que en el mejor de los casos se los vio como indolentes, mientras se exaltaba el valor de los estadounidenses. Shafter impidió que los cubanos participaran de las discusiones encaminadas a conseguir la rendición de Santiago, como así también de las ceremonias que oficializaron la rendición. Incluso les prohibió que entrasen en Santiago, so pretexto de evitar posibles saqueos, “y como un último insulto informó a García que todas las autoridades civiles españolas continuarían al frente de sus cargos municipales hasta que pareciera conveniente sustituirles por otros” (Ibíd.: 37).

      El 10 de diciembre de 1898, los Estados Unidos y España suscribieron al Tratado de París, no sin antes desencadenar una profunda agitación en el Senado de Estados Unidos, con fuerte resonancia en la opinión pública, respecto de los términos de la paz. Si Cuba no era susceptible de anexión, a causa de la Enmienda Teller, sí lo era Filipinas. Un importante movimiento antimperialista que aglutinó trasversalmente a la sociedad estadounidense denunció la intervención estadounidense en el archipiélago y los métodos atroces por los que se aniquiló a la población local (y que fueran comparados con las carnicerías de Weyler en Cuba).27 Los antimperialistas condenaban la anexión, mientras que un poderoso grupo que representaba intereses económicos, políticos, militares y religiosos estaba a su favor. Sea por los beneficios económicos que traerían los nuevos mercados de Oriente, por una mayor presencia política y militar del país o por la propagación de misiones religiosas, los imperialistas impusieron sus condiciones. El Tratado de París concluyó con la posesión para Estados Unidos de Puerto Rico, la isla de Guam y Filipinas (por las que se pagó una compensación de veinte millones de dólares) bajo la fórmula legal de “territorios no incorporados”.

       La ocupación militar estadounidense en Cuba

      Que la Paz de París desmanteló el imperio español y abrió paso a un imperialismo de nuevo tipo quedó demostrado cabalmente en el caso de Cuba, que pasó a ser, sin solución de continuidad, una suerte de protectorado estadounidense. Los dirigentes de la revolución disolvieron la Junta de Gobierno revolucionaria –bajo la presidencia de Bartolomé Masó– en favor de una Asamblea, a modo de gobierno provisional. A principios de diciembre de 1898, mientras los diplomáticos estadounidenses y españoles (no así cubanos, que fueron excluidos) deliberaban los términos de la paz en París, una comisión de la Asamblea cubana en Washington, encabezada por Calixto García, negociaba una insuficiente suma (tres millones de dólares) para licenciar a las tropas rebeldes. Dado que al finalizar la guerra los estadounidenses habían acaparado la recaudación de las rentas, los cubanos no dispusieron de sus propios recursos para poder pagar a los soldados que habían luchado desde 1895, por lo que la “ayuda” de Washington se volvió inevitable.

      De esa manera resolvieron disolver un ejército que los estadounidenses veían como amenazante para sus propios intereses en la isla. Más allá de que hubo posiciones más conciliadoras dentro de la comisión cubana, fue vehemente su reclamo por la independencia cubana, al tiempo que en el Senado hasta los “antimperialistas” rechazaban su autodeterminación.28 Una rápida pulmonía acabó con la vida de Calixto García en Washington el 11 de diciembre, y con él cesaron los reclamos de los cubanos por su independencia. La comisión se retiró y unos días más tarde se disolvió el Partido Revolucionario Cubano por decisión de su jefe, Tomás Estrada Palma. También se cortaron los lazos con los clubes revolucionarios de Tampa y Key West. De este modo se separaron los elementos más radicales de la lucha cubana, debilitando la unidad revolucionaria “en el momento en que era más necesaria” (Foner, 1972, vol. 2: 82).

      De esta manera se dio paso a la ocupación militar estadounidense en Cuba, que reemplazó inmediatamente a los españoles a partir de su retiro definitivo, fechado el 1 de enero de 1899. Se reforzó al ejército con el envío de nuevos contingentes de soldados y oficiales,29 y se designó como gobernador militar al comandante general John R. Brooke, quien tendría a su cargo los poderes civiles y militares del Gobierno de Ocupación. La mayor parte de la renta cubana, proveniente de las tarifas al comercio exterior, pasó a control estadounidense. Pero quizá el mayor logro fue, como apunta Philip S. Foner, la liquidación del Ejército cubano y el debilitamiento de la Asamblea cubana, tras conseguir la adhesión de su dirigente Máximo Gómez al plan de ocupación. Brooke dispuso decretos para prohibir ciertos hábitos, como los juegos de azar, y dio prioridad al inglés en las escuelas. También se replicaron ciertas prácticas estadounidenses de segregacionismo racial en lugares públicos y se impuso la censura de la prensa en Santiago y La Habana (Ibíd.: 113-135). En diciembre de 1899, Brooke fue depuesto en favor del todavía más firme general Leonard Wood.30

      Durante la ocupación, pero especialmente bajo la gobernación de Wood, la penetración de los capitales estadounidenses en Cuba fue fenomenal, incluso contradiciendo una resolución sancionada por el Senado, la Enmienda Foraker, de enero de 1900. La Enmienda Foraker prohibía la concesión de contratos o franquicias de cualquier tipo mientras durase la ocupación. Pero las autoridades militares la evadían con distintas argucias,31 lo cual permitió que los capitales estadounidenses se concentraran en la inversión ferroviaria. La Cuba Company, por ejemplo, construyó una red ferroviaria entre La Habana y Santiago de Cuba tras acceder preferencialmente a la compra de tres veces más de la cantidad de tierra que se necesitaba para el proyecto. La minería tuvo un enorme desarrollo con la concesión de doscientas dieciocho licencias de explotación otorgadas por Wood, la mayoría de ellas a inversores estadounidenses que estaban exentos del pago de impuestos. De los cien millones de dólares que se invirtieron en la isla durante la ocupación, cuarenta y cinco estaban destinados a la producción de tabaco y veinticinco a la de azúcar. También tuvo un desarrollo notable la producción frutícola; solo en el año 1900 la United Fruit Company compró treinta y seis mil hectáreas de tierra (Thomas, 2013: 331-336).

      Los beneficios económicos que los grupos más concentrados del capital estadounidense extraían de sus inversiones en Cuba, junto con la pretensión del Gobierno de instalar allí una base militar permanente, reavivaron la presión de los imperialistas, con sus representantes en el Congreso, para anexar la isla. La reacción no se hizo esperar entre los antimperialistas, pero mucho menos entre los cubanos, cuya Convención Constituyente sesionaba desde principios de noviembre de 1900. La Constitución de la República de Cuba fue aprobada el 11 de febrero de 1901, allanando el camino para una soberanía totalmente independiente de los Estados Unidos. El retiro de las fuerzas de ocupación era tan inminente como resistido desde Washington.

      La solución para extender la soberanía estadounidense sobre Cuba, sin perjuicio de la Enmienda Teller, fue provista por el senador republicano Orville H. Platt. Firmada por el Congreso en marzo de 1901, la denominada Enmienda Platt admitía la conformación de un gobierno independiente de Cuba, habida cuenta de que la Constitución había sido sancionada un mes antes. Pero Platt expuso los siguientes condicionamientos:

      Art. 1. Que el Gobierno de Cuba nunca СКАЧАТЬ