Mercedes Sanz-Bachiller. María Jesús Pérez Espí
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Mercedes Sanz-Bachiller - María Jesús Pérez Espí страница 24

СКАЧАТЬ Sanz-Bachiller? Sin duda, hubo un elemento fundamental: el hecho de haberse convertido en la «viuda de Onésimo Redondo» y, como madre de los hijos de Onésimo, en la custodia de su legado. Paul Preston ya identificó hace unos años como principales motivos los siguientes: «las razones de Andrés Redondo [...] no tenían más fundamento que las que subyacían tras su propia toma de poder –un vacío de poder y “derechos de herencia”–»,52 es decir, que también en Mercedes Sanz-Bachiller confluían estos dos condicionantes, la existencia de una vacante y sus propios «derechos de herencia» como «viuda de Onésimo Redondo» que era. Además, hay que tener en cuenta el hecho de que Andrés Redondo conocía su trayectoria al lado de Onésimo y había visto cómo Mercedes, en las semanas previas a la sublevación militar, había demostrado su valía haciendo de enlace entre los falangistas que estaban libres y los que estaban presos, y que había colaborado en lo posible a la preparación del golpe. Además, puede que Andrés, movido por la ambición que algunos contemporáneos suyos le atribuyeron, quisiera fortalecer su propia posición en Falange, ya que el partido se encontraba en una situación precaria y bajo la provisionalidad de una Junta de Mando presidida por Manuel Hedilla.

      en enero del 36 la organización femenina no llegaba al medio centenar de afiliadas. Otras tantas ingresan desde entonces hasta julio del mismo año. Durante al mes de agosto asistimos respecto de meses anteriores a un boom de afiliaciones. Sólo en la capital se inscriben casi 400 nuevas camaradas.

      Visitaba el Cuartel General de Falange Española. Atravesaba patios y estancias. El recinto de la antigua Academia mostraba los tesoros de juventud, alegre y heroica, que encierra. Me honraba la compañía del jefe territorial, camarada Andrés Redondo [...] Llegamos a una habitación del piso bajo. Muchas mujeres trabajan en labores muy distintas [...] Una del grupo se adelanta. Tiene un block de notas en la mano [...] Oigo hablar de prendas de abrigo, de heridos, de medicinas, de hospitales [...] Hay en aquella mujer una irradiación que me conmueve. Y yo ignoro el motivo. Sus palabras fluyen sin acentos trágicos; son de una naturalidad perfecta. Las facciones, nobles y serenas, no denotan el menor rictus nervioso. Sólo los ojos, secos y brillantes, tienen un destello de tristeza infinita...

      Salimos. Formo un concepto rápido. «Firmeza, misticismo, virtud», debe ser la trilogía de este carácter genuinamente español.

      –¿Quien es? –pregunto inmediatamente.

      –Es la esposa de Onésimo –me contestan con sencillez.

      Quedo mudo de asombro. Sigue la visita, pero yo no me entero ya de nada. Mi atención ha quedado presa ante aquel asombro de estoicismo, encerrado en un débil cuerpo de mujer. [...] Mi pluma que quisiera desgranar una sonata heroica y sentimental sobre la frente de la ignorada heroína queda inmóvil, sintiéndose incapaz. Yo no podía imaginar un caso de fortaleza igual. Algo sobrenatural hay en esa mujer. Su dolor está domado dentro del pecho por un imperativo sobrehumano. Sólo el espíritu de su muerto, que vive en ella, es capaz del prodigio. [...] Mercedes, esposa del héroe, él entró ya por las puertas de la Gloria envuelto en púrpura de su sangre. Tú, recatada esposa, española ejemplar, estás unida a él en su inmortalidad...