Название: Macarrismo
Автор: Iñaki Domínguez
Издательство: Bookwire
Жанр: Социология
Серия: Pensamiento crítico
isbn: 9788446051657
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Hacer del pandillero un sujeto político fue uno de las aspiraciones más acuciantes de la izquierda revolucionaria de los años sesenta, al menos en Estados Unidos. En dicho país grupos como los Panteras Negras absorbieron a jóvenes descontentos de los guetos negros. Una de las funciones primordiales de los Panteras Negras, de hecho, consistía en reclutar miembros del lumpenproletariado para llevar a cabo la lucha política. Un caso muy relevante fue el de Bunchy Carter, que pasó de ser líder de los Slausons –una de las pandillas más prominentes de South Central, en Los Ángeles– a dirigir el capítulo de los Panteras Negras en Los Ángeles. Carter no solo era un Slauson sino que formaba parte de un grupo interno más duro conocido como los Slauson Renegades. Sus actividades en los barrios de Los Ángeles le dotaron de un llamativo sobrenombre: el alcalde del gueto. Fue asesinado en enero de 1969 por miembros de US, otro grupo afrocentrista hostil a los Panteras Negras. Como dije en otra parte, la cosa consistía en: «Otorgar al elemento lumpen una conciencia de clase y hacer uso de sus impulsos violentos para la lucha política. De hecho, este era el mismo fin con que Lenin concebía a las masas obreras: las tropas con las que había de tomar el gobierno por asalto»[7]. En el caso de las varias revoluciones francesas de los siglos XVIII y XIX, por ejemplo, los agentes revolucionarios o primeras vanguardias de ataque frente al poder eran jóvenes de muy baja extracción social, muchos de los cuales eran sacrificados a la causa nacional o del pueblo. Por otro lado, en un pequeño ensayo de Sol Yurick, autor de la novela Los Warriors, agregado a modo de epílogo a la edición de la novela de 2003, habla de los pandilleros con los que trató en los años sesenta como aquellos cuyas únicas opciones vitales consistían en «luchar políticamente o convertirse en un maleante».
Hay que decir que estos pandilleros en España, en muchos casos, eran de derechas, encajando en la definición marxiana del lumpenproletariado como un estrato social bajo sin conciencia de clase que favorece los intereses de la clase dirigente. Dos casos microhistóricos que nos valdrían para analizar la inclinación política de unos y otros pandilleros serían los de Santi el Loco, de Entrevías (Vallecas), líder de los Bichos que pasó por el activismo de izquierdas, y el boxeador Dum Dum Pacheco, integrante de la célebre pandilla de los Ojos Negros y admirador de Franco. Por un lado, Santi era hijo de inmigrantes llegados a Vallecas desde el sur rural, donde habían sido tratados hostilmente por las autoridades franquistas y desposeídos de sus medios de vida. A causa de ello tuvieron que abandonar sus respectivos hogares para poblar el sur de la capital e iniciar una nueva vida (desdeñados también en su nuevo hogar por los representantes del régimen, que conocían sus orígenes). En cambio, en el caso de Dum Dum, su madre era de Collado Mediano y su padre de Parla, dos pueblos madrileños. La familia vivía en una infravivienda en el barrio de Imperial (distrito de Arganzuela) que fue derruida con la construcción del Estadio Vicente Calderón a mediados de los sesenta. No obstante, y a pesar de ello, el régimen franquista proveyó a los Pacheco de una vivienda mejor en el cercano barrio de Carabanchel. Como es natural, la percepción de ambas familias –la de Santi y la de Dum Dum– con respecto a la figura del caudillo son diametralmente opuestas. En ambos casos sus experiencias de primera mano contribuyeron a moldear su visión política de la realidad española de la época. Visto el caso de los Pacheco, no es extraño que Dum Dum contase con el dictador Francisco Franco entre sus ídolos; tampoco es de extrañar que Santi el Loco se vinculase a los Hijos del Agobio, movimiento antifranquista vallecano. Dum Dum Pacheco carecía de una conciencia de clase y apoyaba a aquellos que –visto desde la izquierda– habrían de ser sus opresores. Pero, a juicio del boxeador, los estamentos franquistas resultaron ser benefactores al proporcionar a su familia una vivienda con agua corriente, electricidad y otras comodidades de las que antes carecía. La conciencia de clase se construye, en muchos casos, a través de experiencias personales, no de lecturas, ideologías o discursos. De hecho, la conciencia de clase de las elites económicas, tan robusta como es, se sustenta, ante todo, en los reducidos números de aquellos que conforman sus filas. La solidaridad es mucho más fácilmente sostenible entre aquellos pocos que gozan de unos grandes privilegios materiales, que entre una masa ingente de personas sin ninguna relación entre sí que representan la base de la pirámide económica. Las elites económicas se conocen, establecen relaciones comerciales y vínculos familiares y filiales, al tiempo que se hacen favores unos a otros. Todo ello para no perder su posición privilegiada en el organigrama social.
Con todo, la actividad política sí tocó a muchos personajes callejeros. Los pandilleros politizados florecían en barrios como Vallecas, cuya población provenía de zonas «rojas». Como cuenta Juanjo García Espartero, quien fundó los ya mencionados Hijos del Agobio en 1977: en las «tres calles de casas bajas que conformaban su barrio» de Palomeras Bajas, en Vallecas, el «80 por 100 de los jóvenes militaba en algún partido –el MC, la ORT, el PCE…– y cuando se producía una detención todos se movilizaban». La política fue la tabla de salvación de mucha gente, pues, como dice Espartero: «Donde yo vivía, el que no estaba en política era delincuente». Los Hijos del Agobio contaron como centro neurálgico con un bar de copas abierto por Espartero, quien también fundó el legendario pub vallecano Hebe, junto con dos de sus hermanos en 1979 (la sala cerró en 2018). Organizaban conciertos y charlas contra la droga al tiempo que trataban de integrar a ex convictos en el barrio ofreciéndoles trabajo como camareros en su bar. Según Espartero: «Esta era nuestra principal preocupación. Los chavales de 16 a 18 años caían como moscas en la heroína. En el año 73 el consumo de drogas en Vallecas había empezado de firme, cuando en el resto de Madrid no se sabía ni qué era la cocaína. Era mucho más terrible que ahora. En las charlas nosotros no aconsejábamos no consumir drogas, pero advertíamos contra la heroína porque sabíamos que con ella estábamos perdidos». «Tocábamos temas que las organizaciones políticas ni siquiera mencionaban, como la drogadicción y la delincuencia, todo ello combinado con una lucha por mejorar las condiciones de vida en el distrito y por ofrecer alternativas culturales y de trabajo a los jóvenes.» A pesar de sus esfuerzos, este tipo de movimientos no permanecieron en el tiempo. Algunos de los Hijos del Agobio cayeron en la drogadicción con la epidemia de la heroína y otros degustaron los placeres del pequeño burgués, formando familias y abandonando la lucha política[8].
En otro orden de cosas, el turismo fue otra área que trajo consigo nuevas influencias, poniendo a los habitantes locales en sintonía con nuevos paradigmas y gustos culturales. Pero no solo eso, también dio trabajo a algunos de los macarras más duros de los barrios de extrarradio de las grandes ciudades. El taxista Peseto Loco me contó una curiosísima historia: «Yo he vivido en el poblado de Canillas [al noreste de Madrid]. Mi padre se crio allí. En la época de mi padre [hacia finales de los años setenta] a la banda del barrio los contrató el ayuntamiento de Benidorm para que diesen palizas [durante] años a guiris que metían la pata en las discotecas. Y el jefe de la banda, Arturo [nombre falso], que estaba en busca y captura por haber tirado por un puente a una prostituta, se quedó de jefe de la Policía de Benidorm [u ocupando una posición elevada]. Por lo visto, el Arturo es que repartía estopa pero bien... y, por lo visto, fueron del ayuntamiento de Benidorm a hablar con él para que se dedicase a “patrullar” con sus amigos por la zona del [barrio de] Rincón de Loix, en Benidorm, dando vueltas para calentar a los guiris que metían la pata... [le animaron a] que se buscase gente... entonces se llevó a su pandilla de Canillas y se pasaban allí los veranos “contratados” dando palizas a los guiris que iban pegando a gente... Esto es verídico, ¿eh? Es muy fuerte. Arturo se fugó de Madrid y se escondió en Benidorm, donde empezó de portero en la discoteca del Hotel Delfín. Se dice que al Arturo le limpiaron los antecedentes para que pudiera ser madero en Benidorm, y [para acabar siendo] el jefe de policía, encima... Y es que no eran cuatro porros o cuatro mierdas [lo que tenía a cuestas]... es que tiró a una prostituta por un puente y estaba en busca y captura y se lo limpiaron todo para que entrase de madero... Pero querían un madero que repartiese estopa. [Antes de eso] trabajaba СКАЧАТЬ