Название: Teoría del conocimiento
Автор: Tobies Grimaltos Mascarós
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Educació. Sèrie Materials
isbn: 9788437089379
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La salida que Quine propone a esta situación, consiste en considerar la epistemología como un capítulo de la psicología entendida como ciencia natural, es decir, consiste en estudiar los problemas epistemológicos desde dentro de la ciencia natural. Veamos la propuesta en sus propias palabras:
Pero pienso que en este punto puede ser más útil decir, mejor, que la epistemología todavía sigue, si bien con una nueva formulación y un estatuto clarificado. La epistemología, o algo que se le parece, entra sencillamente en línea como un capítulo de la psicología, y, por tanto, de la ciencia natural, a saber, el sujeto humano físico. A este sujeto humano se le suministra una cierta entrada, experimentalmente controlada –por ejemplo, ciertos patrones de irradiación de diferentes frecuencias–, y cumplido el tiempo este sujeto devuelve como salida una descripción del mundo tridimensional y su historia. La relación entre la magra entrada y la torrencial salida es una relación cuyo estudio nos apremia por, en parte, las mismas razones que apremiaron siempre a la epistemología; vale decir, al objeto de saber cómo se relaciona la evidencia con la teoría, y de qué manera la teoría de la naturaleza que uno pueda tener trasciende cualquier evidencia disponible.14
La epistemología como un capítulo de la psicología, es el intento de explicar científicamente la relación entre evidencia (que hay poca) y teoría (que hay mucha). El input es la estimulación de los receptores sensoriales, plasmada en un tipo de oraciones que Quine denomina oraciones observacionales, y son aquellas cuyo veredicto depende de las estimulaciones sensoriales en buena medida, aunque no en toda: la dependencia de las estimulaciones sensoriales no es exclusiva, ya que hace falta información almacenada para poder entender la oración. Este tipo de sentencias, son aquellas a las que una comunidad lingüística daría el mismo veredicto (sí o no) frente a las mismas estimulaciones –por ejemplo «llueve», cuando se producen las correspondientes estimulaciones visuales, auditivas y/o táctiles. Estas estimulaciones son el input. El output más elemental son las oraciones observacionales, que son ocasionales, es decir, verdaderas en unas ocasiones y falsas en otras. Este output, que es el que está directamente relacionado con la experiencia, es muy poca cosa a la hora de justificar el conocimiento teórico.
¿Qué es lo que provoca que de un input magro resulte un output torrencial? Eso es exactamente lo que debería estudiar ese capítulo de la psicología natural que Quine propone. Quine piensa que las oraciones observacionales resuelven tanto el problema conceptual como el doctrinal, es decir, dan cuenta del paso que media entre saber lo que significa una sentencia y saber si es verdadera: las condiciones de estimulación en las que se emite una oración constituyen su significado, lo que queremos decir, y a la vez constituyen el momento de la evidencia de las teorías científicas. Exactamente en este planteamiento confluyen dos problemas epistemológicos: significado y evidencia, dos problemas que desde la perspectiva naturalista pertenecen a la lingüística y a la psicología. De esta forma, la epistemología es la conjunción de lingüística y psicología. Esta propuesta de Quine ha propiciado que, en la historia reciente de esta corriente metodológica, las investigaciones epistemológicas estén presentes, tanto en la psicología cognitiva, como en la sintaxis formal de los estudios sobre inteligencia artificial: psicología y lingüística se funden en la creación de modelos cognitivos que se atienen a las categorías estructurales de la informática para simular el comportamiento cognitivo del cerebro. Esta tendencia, que no podemos desarrollar aquí, está a nuestro parecer plenamente vigente, aunque no cuente todavía con resultados científicos serios.
Se podría pensar que estamos asistiendo al nacimiento de una nueva ciencia, la ciencia cognitiva o como quiera que venga a denominarse en el futuro, que vendrá a repetir los diversos momentos históricos en los que ciertos problemas filosóficos han constituido una ciencia: la física, la biología, etcétera. Podría ser así, pero todavía no hay motivos para proclamarlo. Lo que sí debemos decir, es que esta posible nueva ciencia (que podría no ser más que un capítulo de la psicología) no acabará con la epistemología filosófica. Hay algunos problemas en el programa naturalista que dificultan esta reducción de la epistemología a un apartado de la ciencia natural. Veamos dos: el denominado problema de la circularidad, y el carácter normativo de la epistemología.
El problema de la circularidad puede formularse en términos generales de la siguiente forma: ¿puede dar la ciencia cuenta de sí misma? La epistemología es el intento de justificar o explicar el conocimiento científico, ¿puede llevarse a cabo una justificación del método científico, mediante el propio método científico? En otras palabras, ¿qué es la ciencia, puede ser un capítulo de la propia ciencia? A primera vista, parece que, cuando menos, se comete aquí lo que los clásicos llamaban una petitio principii, en la que es preciso encontrar un principio explicativo que nos permita salir del círculo. Es un problema serio, que siempre hace que las auto-referencias generen paradojas, esto es, situaciones lógicas indisolubles del siguiente tipo: si la ciencia dictaminase que ella misma (en eso constituye la auto-referencia) es falsa, ese dictamen sería verdadero si y sólo si fuese falso, y como la misión básica de la epistemología, como la de todo ejercicio de la razón, es evitar paradojas y ejercer la función explicativa (o justificativa) de los procesos cognitivos, una situación paradójica ha de evitarse siempre: una tesis que aboque a la paradoja es eo ipso rechazable.
Quine llega a esta tesis circular desde su posición acerca de unidad de ciencia y filosofía, y de negación de lo que él denomina «filosofía primera», siguiendo la terminología aristotélica; en palabras de Quine:
[…] mi posición es una posición naturalista; yo veo la filosofía no como una propedéutica a priori o labor fundamental para la ciencia, sino como un continuo con la ciencia. Veo a la filosofía y a la ciencia como tripulantes de un mismo barco –un barco que, para retornar, según suelo hacerlo, a la imagen de Neurath, sólo podemos reconstruir en el mar y estando a flote en él–. No hay posición de ventaja superior, no hay filosofía primera. Todos los hallazgos científicos, todas las conjeturas que son plausibles al presente, son, por lo tanto, desde mi punto de vista, tan bienvenidas para su utilización dentro de la filosofía como fuera de ella.15
Por «filosofía primera» cabe entender aquí una visión de la epistemología desde fuera de la ciencia, y por tanto, más que al sentido que Aristóteles daba a la metafísica como filosofía primera, Quine se refiere a la visión moderna de la labor filosófica a partir de Descartes, como un proyecto de fundamentar el conocimiento humano. La negación de este proyecto, la negación de una filosofía primera en el sentido que Quine da a la expresión, conduciría inevitablemente al escepticismo, cuando la pretensión del método naturalista es bien distinta: integrar la epistemología en la ciencia, hacer que la filosofía (que para Quine es casi exclusivamente epistemología y ontología) quede subsumida en la ciencia como uno de sus capítulos.
Jonathan Dancy (1985) ha visto claramente los problemas que plantea esta posición:
De acuerdo con esta perspectiva quineana, la filosofía es el estudio de la ciencia desde el mismo interior de la ciencia. Pero esto parece plantear problemas de circularidad. Al estudiar la ciencia desde dentro de la ciencia, el filósofo no es capaz de cuestionar de un solo golpe la totalidad de la ciencia: СКАЧАТЬ