Jesús Martínez Guerricabeitia: coleccionista y mecenas. AAVV
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Название: Jesús Martínez Guerricabeitia: coleccionista y mecenas

Автор: AAVV

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Paranimf

isbn: 9788437093529

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      Pero serían otras las causas –más realistas y factibles– que llevarían a Jesús y Carmen a ese país. Su trabajo en Valencia había puesto a Jesús en contacto con industriales del sector del calzado. Uno de ellos era Rafael Montoro (originario de Torrente pero con fábrica en la capital), quien proyectaba trasladarse con su familia a Barranquilla aprovechando sus contactos y las facilidades del Gobierno colombiano. Jesús decide asociarse con él para instalar una fábrica de calzado, llevándose parte de la maquinaria y confiando formar pronto una plantilla especializada y obtener beneficios.126 Le alienta el propio cónsul de Colombia en Valencia, que considera que pueden complementarse perfectamente las actividades de los Montoro, dedicados al taller de calzado, y de Jesús, que habría de colocar la producción en los comercios de las ciudades más importantes.127 A principios de octubre de 1950 ha liquidado prácticamente su negocio de pieles, mientras prosigue su trabajo en la empresa de publicidad regentada por Guarinos y Crespo, e intenta liquidar los cobros pendientes. Solicita el pasaporte, cuyo visado piensa obtener a través del cónsul, con quien ha hecho amistad. Se entusiasma informándose y leyendo libros sobre la historia y geografía de Colombia:

      La casa no la desmontamos. Si fueran las cosas tan mal como para volvernos no habría problema alguno para volver a ganar aquí enseguida las dos o tres mil pesetas que hacen falta para vivir. Para mí hoy, sin vanidad, no es eso problema. Nos llevamos ropa, enseres, máquina de escribir, hasta algún pequeño alimento con el fin de gastar allí lo menos posible los primeros tiempos si las cosas vienen difíciles a principio.128

      El 29 de octubre escribe a su hermano que tiene previsto salir en la segunda quincena de diciembre. Pero empiezan a presentarse dificultades y Jesús Martínez ve tambalearse su sueño. El 18 de enero de 1951 escribe a José:

      Anteayer he sabido que me han denegado la salida de España y no puedo, por tanto, hacer el viaje proyectado. En esto ha tomado parte a lo que se ve mis antecedentes político sociales que son pésimos. Yo que vivo desde que salí de la cárcel en la más absoluta normalidad como tú sabes, y que me considero el hombre más honrado del mundo he aguantado difícilmente este golpe, y estoy ahora con las gestiones para ver de desvirtuar estas afirmaciones y conseguir que se me autorice el pasaporte que nunca llegué a suponer me fuera denegado, ahora que tengo entregado dinero para los pasajes, compradas un montón de cosas, liquidado el negocio, y comiendo de los ahorros. Una catástrofe que me impide ser más claro en esta carta. Desde luego algo de influencia ha debido tener lo tuyo último, a lo que he podido colegir a través de las informaciones que me han hecho. En fin, me han doblado.129

      Como diría tiempo después, Jesús Martínez comprueba con amargura que la policía «no olvida»: ni sus propios antecedentes, ni los de una familia «desafecta» al régimen, terminada de marcar por la situación de prófugo de uno de sus miembros. Ha de ver cómo su socio Montoro marcha a Barranquilla, adonde llegará el 5 de abril. Para colmo, mientras este le escribe animándole con las buenas perspectivas que ha encontrado, se recrudecen sus problemas al sufrir un impagado de 15.000 pesetas que, con la demora del viaje y al haber dejado de percibir sueldo alguno, incrementa la estrechez de su economía: «solo me van a quedar disponibles unas cinco mil pesetas, aparte de los trajes y diccionarios que tenía».130 Pero, crecido siempre ante los problemas, no se arredra. Estos acaban allanándose, puesto que había conseguido previamente y mediante diversos contactos con los Padres Capuchinos de Valencia –con buenas relaciones en Colombia– un contrato de trabajo, aunque ficticio, debidamente legalizado. Fue así como, a través del padre Ernesto, párroco del convento del Carmen de Barranquilla, y recomendados por el padre José (del mismo convento y conocido de la familia Montoro), Jesús Martínez recibe un contrato como «técnico en la fabricación de calzado» –con un salario de 300 pesos mensuales– para la firma Acero y Compañía. Almacén Los Cubanos de Barranquilla, que suscribe en su representación Jesús Pérez Ruiz y que él mismo ratifica en Valencia el 14 de febrero de 1951 ante el cónsul de Colombia, José Candela Albert, muy favorable a ayudarles en todas las gestiones.131

      Todavía hubo que contar con un impedimento –y no poco importante– para iniciar, por fin, el viaje. El inesperado embarazo de Carmen, que les hace pensar incluso en que dé a luz ya en tierras americanas:

      Estamos esperando dos acontecimientos que desgraciadamente van a coincidir: el nacimiento de tu sobrino y el aviso de salida de nuestro buque. Ojalá podamos tener unos días de diferencia entre ambas cosas, en un sentido u otro: o la salida rápida del barco y anterior al parto, o que éste sea rápido y la salida sea unos pocos días después.132

      Providencialmente el viaje se retrasó, porque el parto resultó complicado. Pero el 23 de mayo de 1951 escribe, como exultante padre neófito, a su hermano:

      El sábado día 19 [de mayo], y después de tres días de dolores hubo de ser trasladada rápidamente a un dispensario o clínica para intervenirla, ya que la criatura se negaba a salir y los dolores de Carmen cada vez eran menores y más espaciados con peligro para la descendencia. [...] No sé si te imaginas cómo he sufrido con estas andanzas y de qué manera te hacen vibrar y sentir ciertos momentos. El corazón se arruga y todo lo que ella ha pasado hubiera querido pasarlo yo. Esto es lo que tiene de bueno y de malo el querer; te puede hacer sentir cosas de manera más intensa, y al fin y al cabo, la vida sólo tiene justificación en la medida en que se sea capaz de sentir cosas nuevas. Y para mí esta lo ha sido de verdad.133

      Y así nació José Pedro (José por el abuelo paterno y Pedro por el materno), con 3 kilos y 800 gramos, y mediante fórceps. Su madre recibió cinco puntos de sutura. Sería bautizado el 3 de junio de 1951.

      El viaje fue, finalmente, un hecho. Pese a los problemas burocráticos sufridos por Jesús Martínez para lograr emprenderlo, el Gobierno español no mostró en aquellos años reticencias para la emigración exterior; al contrario, más bien la fomentó veladamente cuando comprendió que, lejos de representar un peligro de posibles «infiltraciones ideológicas», podía aliviar una supuesta presión demográfica en un país con una economía precaria. Desde 1948 se firmaron, de hecho, diversos convenios bilaterales con países latinoamericanos y europeos.134 Aunque el grueso de los emigrantes españoles a Hispanoamérica –unas 57.000 personas en ese año de 1951– se dirigió a Argentina (supuso el 56,8% entre 1946 y 1950), Jesús y Carmen prefirieron un destino que les asegurara buenos contactos previos. Es lógico que por ello pensaran primero en Venezuela, que absorbió el 31,6% de la emigración ultramarina a partir de 1950. Pero, como ya he comentado, fueron decisivos para establecerse en Colombia su acuerdo con la familia Montoro y el auge de los planes de desarrollo del país adonde marcharon, en la década de 1951-60, 4.952 españoles. De la Comunidad Valenciana, entre 1946 y 1950, fueron 3.244 quienes emigraron a toda Latinoamérica.135 Jesús, Carmen y José Pedro se incorporaban al millón de españoles censados allí en 1950.

      La aventura de América: de Barranquilla a las Islas Vírgenes

      Habían sido casi dos años de accidentados preparativos. Pero, al fin, Jesús Martínez pudo fijar la fecha, tantas veces pospuesta, de la partida. El 4 de julio de 1951 toman un tren hacia Barcelona, donde el día 10 debían embarcarse en el buque Monte Altube rumbo a Barranquilla. Pero ni la materialización de un proyecto tan anhelado ni las esperanzas de futuro que este les abría evitaron la dureza de la despedida. Tiempo después aún recordaría la emotiva separación de los suyos rememorando el adiós de su padre:

      Si en el último instante yo me hubiera podido volver atrás lo hubiera hecho sin vacilar, y todavía llevo bien clavada la última imagen de mi padre, que [...] adelantándose al grupo de amigos y familiares seguía casi corriendo el tren que nos llevaba a Barcelona, hasta terminar el andén. Allí quedó haciéndose más pequeño, o pareciéndomelo a mí pues la distancia no es larga. Un mal momento pero que hoy no es más que un buen recuerdo y un acicate para ver de reunirnos pronto.136

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