Название: Curva Peligrosa
Автор: Pamela Fagan Hutchins
Издательство: Tektime S.r.l.s.
Жанр: Вестерны
isbn: 9788835430124
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Trish se maravilló de la vista. Cada vez que se producía una interrupción en los árboles cuesta abajo, ella podía ver a través de los ramales y en lo profundo de las colinas, el color de los ladrillos rojos. Durante unos minutos, Perry no dijo nada. El canto de los pájaros y los chillidos de las águilas eran los únicos sonidos, además del ruido de los cascos sobre la carretera. Pero este instante de serenidad no duró.
Perry hizo trotar a Duke y Cindy para alcanzarla. "¿A quién llamaste en el McDonald's?".
"Cierra la boca".
"¿A un chico?"
Trish no respondió.
"¿Llamaste a Brandon Lewis?".
"¿Qué?". Trish se giró hacia él. "Métete en tus asuntos".
"Te gusta".
"Eres un mocoso". Ella aumentó la presión de su pierna sobre Goldie. El caballo respondió con un trote lento. Reno se resistió. La rienda se puso tensa. Trish sacudió la cabeza. Reno era una bestia obstinada. Goldie se inclinó hacia ella, y Reno se rindió, aunque la rienda nunca se aflojó.
Perry gritó: "Espera".
Detrás de ellos, se acercaba un rugido de motores. Trish movió sus caballos hasta el lado derecho de la carretera, contra la cara de la montaña. No miró detrás de ella, sabiendo que eso crearía una reacción en cadena con Goldie y Reno, y que se desviarían hacia la carretera.
"Hazte a un lado, Perry".
Si él respondió, ella no pudo oírlo. Un minuto después, dos motocicletas se detuvieron junto a ella. Las motos eran grandes y negras con cromo plateado. Tenían asientos en forma de banana que hacían que los motorizados se reclinaran hacia atrás. Los hombres llevaban pantalones vaqueros con chaquetas de cuero, chalecos de cuero y pañuelos en la frente. Los dos llevaban barbas y bigotes largos y ralos. Uno llevaba una cola de caballo. El otro tenía un extraño corte de cabello aplanado igual al de Perry. El de la cola de caballo, que estaba sin camiseta bajo el chaleco, gritó cuando la vio. Trish trató de dejar de ver el vello de su axila. Qué asco. Frenó delante de ella y giró su moto en sentido transversal a la carretera. El otro hombre hizo lo mismo.
Los caballos se detuvieron en seco.
"Oye, guapa. ¿Quién es el que te acompaña?". El hombre de la cola de caballo señaló a Perry con el pulgar.
Sorprendida, Trish miró al frente y guió a Goldie alrededor de las motos. Su acento no era local. Lo cual tenía sentido, porque nadie de Wyoming actuaría así. Pero ella no podía ubicarlo. No era tejano. Norteño. Del sur. O de la Costa Este, como Boston o Nueva York.
"No seas engreída sólo porque eres guapa".
La voz de Perry, cuando hablaba, era tan aguda que parecía la ardilla Alvin. "Deja a mi hermana en paz".
Los hombres se miraron y se echaron a reír.
El del cabello corto dijo: "Su héroe. Esa es una buena".
"¿Qué vas a hacer si no lo hacemos, enano?" El de la cola de caballo le lanzó a Perry una mirada amenazante.
"Vamos, Perry", dijo Trish. "Ignóralos".
"¿Adónde vas, cariño? Quizá nos veamos más tarde".
De nuevo, ella no les contestó. A Perry le costaba hacer pasar a Duke entre las motocicletas.
"Dale un golpe en el trasero. Tiene que saber que tú eres quien manda", le dijo a su hermano.
Perry hizo lo que le sugirió, y Duke resopló y avanzó trotando con Cindy, pasando por delante de Trish, Goldie y Reno.
"Me gusta la actitud de la chica", dijo el del cabello corto.
Los hombres pusieron en marcha sus motocicletas, acelerándolas mientras rodeaban a Trish, Perry y los caballos, pero no se detuvieron. El silenciador de una de las motos falló. Duke se desvió hacia la izquierda. Perry se sujetó con fuerza de la silla. Algunas personas tenían un talento natural para los caballos. Él no lo tenía. Su cuerpo se tambaleó y se inclinó, pero aguantó como pudo. Goldie sacudió la cabeza, resoplando.
Las motos desaparecieron en la distancia.
Trish suspiró de alivio.
Capítulo 7: Vuelco
Bosque Nacional Bighorn, Wyoming
18 de septiembre de 1976, 2:00 p.m.
Perry
Subiendo por la empinada carretera, con un gran desnivel a su izquierda y una colina casi recta a su derecha, los latidos del corazón de Perry seguían acelerados. Normalmente no le asustaban las alturas, pero sentía como si un imán gigante tirara de él hacia el abismo. Duke y Cindy no se lo ponían nada fácil. No podía lograr que se alejaran del borde. Duke casi saltó al vacío cuando los hombres de las motos se alejaron acelerando sus motores causando un ruido insoportable.
Esos hombres habían mirado a su hermana con malicia. Estaba furioso. Furioso como lo había estado la vez que Judd, un matón de su colegio, había dicho que él era una niñita cobarde. Perry intentó darle un puñetazo y Judd se había reído en su cara, sujetando las muñecas de Perry, sin siquiera golpearlo. La cara de Judd había sido reemplazada por los dientes manchados de tabaco del tipo de la cola de caballo y los ojos saltones del tipo de cabello corto, y su risa por sus voces. Tampoco lo habían tomado en serio. Se sintió impotente e incapaz de proteger a su hermana. Ni siquiera podía lograr que su tonto caballo avanzara sin la ayuda de ella.
¿Por qué todos me tratan como a un bebé?
Las lágrimas le quemaron los ojos, y se alegró de estar detrás de su hermana. No se las limpió, sino que las dejó secar al viento de Wyoming. Anhelaba ser más grande y más fuerte.
El silencio era pesado, solo se escuchaba el repiqueteo de los cascos, la agitada respiración y los ocasionales resoplidos de los caballos. Su boca se sentía como si estuviera llena de malvaviscos. Ni siquiera pudo decirle a Trish como se sentía. Quería decirle que lamentaba no haberla podido defender. Que lo sentía y que tenía miedo. ¿Ella sentía lo mismo? ¿Era por eso que ella también permanecía callada?
Sólo esperaba que los dos hombres no volvieran.
Un gran camión se tambaleaba por la carretera hacia ellos. Duke aguzó las orejas y levantó la cabeza. A medida que se acercaba, Perry pudo ver que tenía una cubierta de madera en la parte superior de la cabina con una valla de rieles verticales alrededor. Las pequeñas patas, la nariz puntiaguda y las suaves orejas de un perro salchicha se asomaban por la parte delantera de la valla de la cubierta, junto a un San Bernardo tan enorme que parecía que podía volcar el camión.
Un conductor de tupido vello facial negro levantó dos СКАЧАТЬ