Название: Republicanas
Автор: Luz Sanfeliu Gimeno
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Oberta
isbn: 9788437086156
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Por su carácter unificador, los movimientos populistas son altamente polivalentes y ambiguos,3 porque el pueblo soberano, en este caso, de la Valencia republicana y libre que los blasquistas proyectaban era una totalidad abstracta regida por determinadas ideas-fuerza que contenían grandes dosis emocionales.
Pero cuando intentamos relacionar esa totalización abstracta que construye la idea de pueblo y los papeles que socialmente se atribuyen a las mujeres, surge inevitablemente la pregunta de hasta qué punto las mujeres se sentían parte de ese pueblo soberano que los blasquistas nombraban en sus escritos, y significaban marginado de las tramas de poder, explotado económicamente y sin derechos. ¿Eran ellas también parte de ese pueblo y, por tanto, podían sentir comprendidas sus reclamaciones particulares, o sentir como propias las reclamaciones generales? Ese partido de todo el pueblo que el blasquismo pretendía ser ¿supo representar realmente los intereses femeninos y fue un cauce adecuado a través del cual las mujeres pudieron plantear sus demandas? O, al contrario, ¿utilizó el partido a las mujeres para gozar de cierto poder en la ciudad?
Resulta evidente que las atribuciones de los papeles que los hombres debían representar en la sociedad, se interpretó por el blasquismo –como tradicionalmente ha venido sucediendo en la mayoría de las culturas–, en un doble sentido. Por un lado, el ideal normativo que representaba a los hombres se refería al neutro, es decir, simbolizaba los valores universales a los que debían aspirar todos los seres humanos. Por otro lado, dicho ideal normativo hacía referencia a la conducta concreta de los varones como género específico.4 Los varones eran por tanto, y sin ninguna duda, el pueblo, ya que lo masculino representa a la humanidad en su conjunto. Los hombres fueron los sujetos principales a los que se dirigían los discursos del periódico republicano.
Pero a través de esta ambivalencia que tradicionalmente la cultura proyecta sobre la identidad genérica masculina, los papeles de las mujeres republicanas se vieron, también, teóricamente relacionados con el conjunto de valores y normas que el movimiento blasquista atribuía a los hombres; porque la noción misma de pueblo, al reafirmar la idea de lo universal, tratando de representar al conjunto de la sociedad como un todo indiferenciado, permitía la identificación tanto de los hombres como de las mujeres. Las mujeres, debieron por tanto sentirse comprendidas y parte de ese pueblo, de esa «masa federal», como los blasquistas gustaban autodenominarse haciendo referencia a todos los que compartían unos mismos ideales.
Así pues, aun cuando el objetivo prioritario de los blasquistas fue, en una primera instancia, la transformación de las nociones que hacían referencia al comportamiento de los hombres y a su autopercepción como tales, el proceso que desarrollaron mientras duró su hegemonía al frente del gobierno municipal, implicó necesariamente a las mujeres.
En numerosas ocasiones las alusiones al pueblo identificaban aquilatadamente a quienes formaban dicho pueblo, y las mujeres de diversas procedencias sociales estaban comprendidas. Cuando en el año 1898, los blasquistas colocan en la puerta del periódico El Pueblo un llamamiento en apoyo de Zola que está siendo juzgado por el caso Dreyfus, el texto que demanda la firma de adhesión al novelista dice así:
El pueblo de Valencia sin distinción de clases, lo mismo la gran señora que la obrera, igual el hombre de estudios que el jornalero, saluda al eminente escritor, al primer carácter de nuestro siglo.5
De este modo, las mujeres, no sólo se debieron sentir parte del pueblo sino que como pueblo, también las organizaciones feministas como la Asociación General Femenina –y la publicación relacionada con dicha asociación que, llevaba el nombre de La Conciencia Libre–,6 habitualmente, y sobre todo en los primeros años del periódico, solían firmar y apoyar los llamamientos y convocar a las manifestaciones junto con otros grupos afines al republicanismo. Como parte del movimiento que constituían los blasquistas, las mujeres aportaban su propia organización a los actos generales que se proponían. Cuando se invita a todos los valencianos para que acudan a una manifestación de repulsa ante los atentados cometidos contra los presos anarquistas en el castillo de Montjuich, la Asociación General Femenina y La Conciencia Libre convocan conjuntamente con el Casino Republicano de la Vega, el Casino de Fusión Republicana de Ruzafa, el Centro Espiritista La Paz y otros grupos librepensadores.7
El populismo blasquista, al universalizar a un gran número de sujetos sociales con intereses distintos en un todo único, sin embargo, pone de manifiesto que en la sociedad que los blasquistas pretendían crear los papeles de hombres y mujeres se construyeron en la doble tensión que suponía la igualdad y la diferencia, las aspiraciones a una cierta equiparación y el mantenimiento de las mujeres en posiciones sociales de subordinación, sin que el partido emprendiera iniciativas prácticas para mejorar dichas posiciones. Tendentes a la igualdad, pero distintos en sus atribuciones genéricas, los hombres y las mujeres podían y debían mantener los mismos principios ideológicos, aunque en los ámbitos diferentes que se consideraban propios de cada sexo.
Tal es el caso de las manifestaciones de las mujeres en la guerra de Cuba. La utilización partidista de las madres, con frecuencia iba acompañada del apoyo explícito a las mujeres que eran capaces de protestar ante las injusticias, aunque ello supusiera traspasar los límites que la sociedad atribuía a la feminidad.
Las madres españolas que tanto han llorado y llorarán con motivo de la Guerra de Cuba, se cansan ya de ser hembras débiles que sólo para el llanto tienen fuerza, y protestan con varonil energía contra el desbarajuste actual.
Nos resulta simpática la conducta de esas madres.8
Otras veces, se utilizaba la imagen de las mujeres del pueblo, en este caso refiriéndose a la propia Virgen María, para resaltar las cualidades más tópicas atribuidas a las mujeres.
Hace veinte siglos aproximadamente [...] una pobre mujer toda dulzura y sencillez, como lo son las mujeres del pueblo acostumbradas á luchar con la miseria, á animar con su sonrisa resignada al marido que arrastra la pesada existencia del obrero, sentía los dolores del parto.9
Por tanto, es posible afirmar que, ya que los discursos tienen en sí mismos la intención de producir una apariencia de verdad, las proclamas populistas que utilizaban los blasquistas, aunque parecían tener un sentido único, fueron en sí mismas abiertas e inestables, lo cual posibilitaba determinadas identificaciones relacionadas con los valores universales de la igualdad, la razón y el progreso humano, abiertos, también a las mujeres. Y a la vez, las representaciones incidían en la diferenciación de atribuciones genéricas, complementando los roles femeninos con cierto compromiso ideológico, pero sin desvincular a las mujeres del modelo doméstico, maternal y sentimental, que era el más usual en esa época.
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