Название: Luchas inmediatas
Автор: Gavin G. Smith
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Oberta
isbn: 9788437082653
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En el capítulo etnográfico final (capítulo 7), volvemos la vista hacia la política. Mostramos cómo las economías regionales, lejos de basarse en la cultura local en el sentido en el que la mayoría de antropólogos entenderían el término cultura, parecen relacionarse con algún tipo de déficit cultural, un fallo de las posibilidades dialógicas de la cultura colectiva. El vacío que deja un déficit como este hace posible la invención, la superimposición de otra cosa, algo bastante diferente de aquello que, desde nuestro punto de vista, debiera llamarse «cultura», pero que, pese a todo, se llama justamente así. Sin embargo, este sucedáneo de cultura pública no consigue inscribir a todo el mundo en su seno.
La cultura, tal como la veían los viejos socialistas, por ejemplo, evoca una conciencia crítica de la realidad vivida, conciencia casi en un sentido marxista clásico. Pero esta cultura más artificial se imagina bastante efímeramente como una «atmósfera», una abstracción deshistorizada, una «visión del mundo» que flota superorgánicamente sobre las fuerzas materiales y las ambivalencias de la vida real. Esta serie de categorías performativas deshistorizadas (ganadores y vencedores, los nativos y los foráneos, etc.), magníficamente ejemplificada por la fiesta de Moros y Cristianos o por la imagen comercial del carácter emprendedor propio de la zona, bien puede justificar un estudio propio. Sin embargo, nuestro foco de atención son los diferentes factores que parecen haber drenado cualquier posibilidad de una cultura pública de interrelación colectiva, algo que a veces se ha llamado «comunidad», un sentido del espacio y de la pertenencia. Creemos que una historia concreta de las prácticas de subsistencia y de la represión política se combina con el liberalismo neocorporativo actual para producir este resultado. Ha surgido una dialéctica particular entre los espacios y las prácticas íntimas y las públicas en el contexto de las formas de regulación siempre articuladas con y mediante una economía sumergida (o quizá fuera mejor escribir de superficie). Porque las prácticas reguladoras han variado a través de la historia y, a pesar de estas variaciones, que han operado selectiva y fortuitamente, han afectado a la gente de maneras muy diferentes y así han constituido una multiplicidad de subjetividades sociales.
En el capítulo 8, de conclusión, aprovechamos los datos de los capítulos precedentes para revisitar las imágenes de la sociedad y la economía que son hegemónicas hoy en día en la Unión Europea. Al hacerlo, no solo cuestionamos la bibliografía ahora extensa sobre las economías regionales y el desarrollo regional, sino que también exploramos cómo las estructuras institucionales surgidas de regímenes neoliberales han afectado a la producción intelectual de estas imágenes concretas del mundo social actual.
1. Véase Wolf (2001: 375): «Nos ocupamos de un poder estructural, unas capacidades que fluyen desde posiciones en un conjunto de relaciones, que están estratégicamente investidas con el poder de controlar la conducta mediante el control del acceso a los recursos naturales y sociales».
2. «Cognoscible» (knowable) necesita comillas irónicas, ya que para Williams la cognoscibilidad (knowability) es construida e ilusoria.
3. El economista Josep Antoni Ybarra (1998, 2001) es un defensor activo de un modelo económico regional («nacionalismo económico») que enfatiza la relevancia del desarrollo regional de políticas que apoyan los rasgos de identidad diferencial tales como la lengua y otros aspectos de la cultura local.
4. Las familias campesinas multiocupacionales han sido de interés durante mucho tiempo para los analistas de las sociedades rurales del Tercer Mundo (Shanin, 1973; Long y Roberts, 1978, 1984). Pluriactivité, un neologismo francés, empezó a usarse de manera creciente en la bibliografía anglófona sobre la agricultura europea a lo largo de los años sesenta.
5. Para los historiadores de la región –en contraste con los planificadores nacionales y de la Unión Europea–, la cuestión siempre había sido por qué Valencia, a diferencia de la vecina Cataluña, fracasó en su despegue industrial (Giralt, 1986) y esto continuó siendo tema de discusión de los historiadores más específicamente económicos. Así, a pesar de tener una audiencia y un lenguaje diferentes del de la bibliografía orientada a la política, sus interrogantes trataban también sobre capital, empresa y viabilidad y se ocupaban menos de las experiencias de la clase trabajadora. La generación posterior de historiadores económicos desafió ese punto de vista y apuntó la idea de que en la región se había desarrollado con bastante éxito un capitalismo endógeno basado en pequeñas empresas (Lluch, 1976; Picó López, 1976; Nadal, 1990). Es interesante destacar que esta nueva perspectiva estuvo influida desde el principio por los primeros desarrollos de los modelos de la «Tercera Italia» (Lluch, 1976).
6. En 1978, cuando Gavin trataba de localizar un emplazamiento para su trabajo de campo que tuviera precisamente esas características, los científicos sociales de Barcelona y Madrid –de mucha confianza, a menudo sin experiencia en la realización de trabajo empírico o de campo– le habían dicho a menudo que, como don Quijote, iba buscando algo que ya no existía. Los más radicales incluso citaron a Engels y Lenin como pruebas de sus afirmaciones.
7. Y la transformación de las alpargatas en calzado de cuero no había sido especialmente reciente. Inducida inicialmente por la demanda de los cuerpos armados y posteriormente por el crecimiento de la industria en otras partes de España, la producción de calzado de cuero empezó a principios del siglo XX, paralela a la constante producción de alpargatas.
8. Usamos el frase laxa «posiciones de poder» porque no se trataba solo de los que ostentaban cargos políticos formales. También tomaban parte los curas, así como las milicias de la juventud del Movimiento Nacional. Para comprender cómo funcionaba la posterior economía informal de Valencia de los años sesenta y setenta, es importante reconocer también esa tradición de una política informal.
9. Notemos que en esta imaginería –en la que la relación trabajo-capital se reemplaza por el concepto de capital humano y, en consecuencia, los trabajadores son meras miniempresas en el seno de las empresas– el concepto de explotación en su acepción técnica (frente a la peyorativa) no tiene sentido.
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