Название: Estereotipos interculturales germano-españoles
Автор: Autores Varios
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Oberta
isbn: 9788437082721
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¿Pretende quizá, así, despejar cualquier duda ante una posible sospecha de acercamiento a la fe de Roma? Ciertamente, pues a continuación establece que, gracias a su retrato de estas costumbres y creencias, el lector –reformado, eso sí– podrá deducir hasta qué punto estos «papistas» prefieren «las cosas pasajeras e inútiles a las cosas eternas y necesarias para alcanzar la gracia» (Platter, 1968: 6). Así, ya desde las primeras páginas, se revela que la principal motivación de Platter será apuntalar las ideas reformistas a través de su incursión, supuestamente objetiva, en el universo católico. No obstante, como veremos a continuación, la imparcialidad de este etnólogo aficionado se pone en entredicho a causa del pavor que en él produce la imagen de una España oscura y primitiva, que han cimentado sus años de infancia en la Suiza reformada de Zwingli y, especialmente, su etapa como estudiante en Montpellier, feudo de la resistencia protestante frente a la corona francesa, de marcada tendencia católica.
El relato de los viajes de Thomas Platter por Europa comprende cuatro años y medio. Comienza el 16 de septiembre de 1595, fecha en la que el joven abandona Basilea8 para estudiar Medicina en Montpellier, y finaliza el 15 de febrero de 1600, cuando Platter retorna ya licenciado a su ciudad natal para ejercer la medicina. La lectura de estos cuadernos de viaje muestra que las semanas que Platter permanece en España constituyen realmente un mero aperitivo para el largo viaje de formación que el joven emprendería en 1599, a modo del «Grand Tour» que realizaban los jóvenes ingleses por Francia, Suiza o Italia para complementar sus estudios, y que lo llevaría, atravesando Francia y Bélgica, hasta Inglaterra.
Precisamente en 1595, el mismo año en el que Platter llega a Montpellier, Francia había declarado la guerra a España. Las hostilidades entre ambos países –cuya relación ya era tradicionalmente conflictiva– no finalizarán hasta que tres años más tarde, tras la firma de la Paz de Vervins en mayo de 1598, se abra de nuevo la frontera de los Pirineos. Platter recibe esta noticia con gran entusiasmo y decide, ante esta situación política más sosegada, dirigirse hacia el sur. Sus deseos de conocer el país vecino resultan evidentes en la lectura de su texto y no hay mejor prueba de ello que el enorme interés con el que se lanza, todavía en Francia, a aprender la lengua española (Platter, 1968: 287). Sin embargo, a pesar de que en todo momento el autor expresa su deseo de realizar un retrato objetivo e imparcial de todo cuanto observa en su recorrido, no cabe duda de que su imagen de España ha sido alimentada por los estereotipos vigentes en la Francia de Enrique IV y que estaban definidos por el fantasma de la Inquisición y de un sanguinario Felipe II, abanderado de la Contrarreforma. Así, España personifica para el joven suizo ese otro, temido y aborrecido: una imagen modelada por la leyenda negra que hasta entrado el siglo XVIII, con el ocaso del Imperio y la invasión de las tropas napoleónicas, definiría el heteroimagotipo español en Europa (Leerssen, 2000: 277).
Con su equipaje de prejuicios –de los que, no obstante, lucha por deshacerse– y acompañado de un compañero de estudios, Sebastian Schobinger, suizo como él, Platter abandona Montpellier el 13 de enero de 1599. En aquel entonces la región de Perpiñán pertenecía todavía a Cataluña, de tal manera que ocho días más tarde, Thomas Platter ya ha cruzado la frontera que separa España de Francia. La construcción del otro comienza desde el mismo momento en que abandona Francia y todo le resulta llamativamente diferente: los campos y su vegetación (Platter, 1968: 320),9 los ropajes de las mujeres (383) o el peinado de los hombres (344), la manera de cocinar, de beber o no beber, pues, en la relación de Platter, los españoles son, muy a menudo, abstemios (380). Resulta necesario precisar aquí que, si bien el autor se refiere continuamente a España y a los españoles en su narración, no es ajeno a las particularidades del principado de Cataluña y, una y otra vez, establece las diferencias existentes con Castilla (381), mencionando, entre otros aspectos, el sistema monetario (383) o el estilo en la edificación (355) y deteniéndose especialmente en la lengua.10 La extraordinaria formación del joven y su interés por acercarse a lo desconocido se revelan en este detalle. Platter distingue sin dificultad ambos idiomas (326) y los transcribe en su texto sin cometer error alguno. Su relato está salpicado con frases o refranes que va recogiendo a lo largo de su periplo, tanto en catalán como en castellano (326, 327, 334), con los que refuerza las observaciones por él realizadas.
A pesar de su curiosidad científica y su profunda formación, la representación de España como la temida alteridad se irá consolidando a lo largo del relato y cimentando a través de una sensación de temor de la que Platter no logra desprenderse: teme ser atacado por los bandoleros que, según tiene entendido, saquean sin piedad a los viajeros11 (334), desconfía de todo mendigo que se le aproxima, censurando sus pícaras maneras de requerir su ayuda (337), al tiempo que observa sobrecogido el gran número de ahorcados que se suceden al margen de los caminos y que evidencia, según el autor, la elevada criminalidad (334). Así, página tras página, va retratando un país en el que parecen imperar el vandalismo y la brutalidad. Este escenario social, que tanta inquietud genera en Platter, responde a la grave crisis económica que Cataluña sufrió a finales del siglo XVI y de la que el autor también se hace eco.12 En repetidas ocasiones, alude, por ejemplo, a la escasez de productos de primera necesidad o a la curiosa costumbre de que las posadas no ofrezcan comida a sus huéspedes (346-347).
A pesar de estas experiencias negativas, el autor no puede dejar de mostrar su admiración a su llegada a Barcelona. Platter describe la ciudad, que alcanza tras casi tres semanas de viaje, como «eine von den schönisten, reichesten unndt besten erbauwen, die in gantz Spangien möchte sein» (339). Su estancia en Barcelona, recogida en diez episodios de su relato, se extiende durante aproximadamente cuatro semanas. La semblanza de la villa, que comienza con una evocación de la Barcelona mítica, en la que Platter establece los orígenes de Barcino, se asemeja a un paseo en el que el joven estudiante suizo nos guía por las calles de una Barcelona todavía medieval. Con precisión y una exactitud que puede llegar a resultar abrumadora, Platter describe los barrios de artesanos, las callejas cercanas al puerto donde –como ahora– se exhiben las prostitutas y sus decenas de iglesias (344-347). La visita obligada a la universidad por parte del erudito (352) se combina con representaciones teatrales (347) y veladas en fondas y tabernas, donde Platter se nutre de todo tipo de datos y referencias para su escrito.
Pese a todo su empeño, en sus reflexiones el autor no logra desvincularse de los estereotipos que sobre España existían en el resto de Europa: por una parte, la leyenda negra; por otra, el carácter apasionado del español. En este sentido, Platter –haciendo uso del método científico– intenta justificar este temperamento con el clima, más caluroso y seco, que caracteriza a esta región. Así, debido a las altas temperaturas, los españoles mostrarían su ira o su entusiasmo con mayor facilidad que otros pueblos, también, evidentemente, en el plano sensual. Incluso la circunstancia de que la ceguera sea una enfermedad más frecuente en España que en otros países podría, según el autor, radicar en el caluroso clima del país o en el también ardiente carácter de sus habitantes. Así, Platter argumenta que las intensas temperaturas podrían provocar que el flujo sanguíneo se descompensase por una insolación, con consecuencias fatales para la vista, pero recurre también a Venus, la diosa del amor, sugiriendo que la promiscuidad generalizada y los usos amorosos del país en la era de la Inquisición СКАЧАТЬ