Inteligencia Emocional Y Storytelling. Dr. Juan Moisés De La Serna
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СКАЧАТЬ y “Personal sanitario en tiempos de pandemia. Una perspectiva psicológica”

      La narración de historias es una práctica antigua de la humanidad y representa un elemento generativo en las sociedades y la sociabilidad.

      Tal es así que, a través de los siglos, las historias contadas han acompañado las vidas de mujeres y hombres de todo el mundo, ayudándoles a enfrentar dificultades y miedos, desde los primeros años de sus vidas. Según investigaciones recientes, son las historias las que nos hacen humanos, ya que el lenguaje habría evolucionado principalmente para permitir el intercambio de “información social”.1

      Son muchos los ejemplos que podemos rastrear a lo largo de la historia, en los que los más grandes pensadores y filósofos también fueron grandes narradores, lo que hoy sería llamado “comunicadores”. En otras palabras, como humanos nos desarrollamos socialmente a través de historias, que dan forma a nuestros cerebros y nos ayudan a integrar mejor la información del exterior.

      Cabe señalarse que en muchas investigaciones se ha observado que los niños tienen predilección por el rostro humano frente a cualquier otro objeto que se les presente, esto es así porque mirar la cara sirve no solo para identificar a la persona sino también para reconocer sus emociones, ya que a través de las distintas expresiones faciales somos capaces de conocer e interpretar lo que siente el otro en ese momento.

      El desarrollo del lenguaje se produce más tarde, con el crecimiento de las estructuras gramaticales de la propia lengua y el aprendizaje se ve favorecido por narrativas cortas. Las primeras historias tienen una estructura sencilla que nos ayuda a madurar ideas y emociones, así como a aceptar la noción de tiempo, es decir, a entender que unas cosas pasan antes y otras después.

      Los primeros acercamientos al conocimiento nos acompañan por el resto de nuestras vidas y los grandes oradores y los buenos maestros permanecen grabados en nuestra memoria y sus historias, reales o ficticias, proporcionan una guía para nuevos descubrimientos, para nuevas emociones… avanzando hasta donde el orador quiera llegar.

      La narración siempre se ha combinado con un tiempo y un espacio peculiares, lo que ha hecho del acto narrativo un momento especial capaz de ayudarnos a dar respuestas a muchas de nuestras preguntas, así como de dar sentido a nuestra existencia.

      Hoy nuestras vidas están marcadas por la velocidad. Stephen Bertman (Bertman, 1998) para explicar nuestra forma de vida, ha conectado las expresiones de ‘cultura del tiempo’ y ‘cultura del espacio’. Tales expresiones ayudan a comprender la naturaleza de la condición humana en la “modernidad líquida”, donde se renegocia el significado del tiempo (Bauman, 2003).

      Sin entrar en este fascinante tema, queremos limitarnos a indicar que hoy el tiempo de ocio es “esquivo” y el espacio para compartir y escuchar al otro es cada vez más limitado, sin embargo, siempre hay tiempo para una buena historia.

      La narración sigue ofreciendo momentos de gran emoción, pues nos encanta y nos permite detener la actividad diaria. Es un momento “especial” donde se crean vínculos entre lo ordinario y lo excepcional, entre la realidad y la fantasía.

      De hecho, todos contamos historias (de forma individual o colectiva) y con ellas describimos nuestras vidas, nuestras emociones y también lo que nos gustaría hacer, ser o llegar a ser.

      Se narra alrededor del fuego, frente al cielo estrellado, en la oscuridad, en el coche, en el aula. Lo hacemos en presencia, por voz, por escritura, por imágenes; en las redes sociales, en la web (en vivo, diferido, etc.). Utilizamos Instagram, FB, Linked-In, Tik-tok, YouTube, sitios de reuniones, etc.

      Sobre la base de lo que se ha explicado, cabe señalar que aquí queremos destacar la importancia de devolver el tiempo y el espacio a la narración, porque representa para los hombres un medio eficaz de expresar sus emociones.

      En última instancia, el discurso que transmitimos siempre está lleno de emociones. En otras palabras, amamos, deseamos, odiamos o somos indiferentes a situaciones o personas y es por eso por lo que nos expresamos, transformando así el discurso en algo más que una descripción de los hechos, enriqueciéndolo y dándole “color” y contenido emocional.

      Son estos diálogos externos e “internos” los que determinarán en gran medida nuestra motivación, es decir, el motor que nos llevará a actuar de cierta manera, a conseguir lo que nos gusta o alejarnos de lo que no nos gusta, y todo ello en base a lo que “nos decimos a nosotros mismos”. Por ejemplo, si nuestra narrativa es negativa sobre nuestras habilidades, a pesar de las buenas “intenciones” de lograr un objetivo, no intentaremos alcanzarlo guiado por esas ideas.

      Por otro lado, las historias ofrecen una variedad de significados para hacer frente a la vida, capaces de ayudar a las personas a reducir el miedo. De hecho, el tiempo y el espacio narrativo pueden ofrecer a los individuos nuevas oportunidades para la autoexpresión, para el encuentro entre sí, para la apertura a lo nuevo, donde los prejuicios pueden ser amortiguados y los conflictos / malentendidos pueden ser resueltos.

      La inteligencia emocional por su parte le da a la persona la capacidad de cambiar su discurso interno sobre lo que sucedió, está sucediendo o sucederá, de una manera que nos facilita aceptar situaciones que ocurren, especialmente cuando el resultado no depende de nosotros.

      Como se destacará más adelante, una persona con una inteligencia emocional desarrollada será capaz de superar los traumas experimentados con mayor facilidad, también gracias al uso de la terapia, que puede actuar sobre la modificación del diálogo “interno” con respecto a los eventos que sucedieron (situaciones que han puesto en peligro a la persona) y que pueden afectar su vida de forma significativa. Gracias a esta reestructuración del discurso interno la persona puede llevar una vida “más normal”, superando situaciones traumáticas.

      Esto se debe a que cuando escribimos un discurso narrativo, ponemos en marcha importantes mecanismos de reflexión, porque en muchas situaciones se trata de comparar nuestros pensamientos, para expresarlos adecuadamente sobre aspectos que ni siquiera hemos pensado.

      Por ejemplo, si alguien nos pregunta cuál es nuestra posición sobre el conflicto árabe-israelí, hasta entonces puede que no nos hayamos detenido a reflexionar sobre ello, o puede que no tengamos una posición clara. Sin embargo, cuando respondemos, tomamos una postura y esa respuesta determinará las decisiones futuras sobre este asunto, porque la mayoría de las veces preferimos mantener una cierta coherencia interna. Por lo tanto, si hemos dicho que estamos de acuerdo con la política de Israel en el caso de los asentamientos, probablemente aplaudiremos los intentos de paz que se están produciendo en este sentido; Por el contrario, si creemos que la causa Palestina tiene una base histórica, apoyaremos los movimientos que tratan de liberar a los palestinos de la ocupación. Todo depende, en parte, de una decisión en un momento dado generada por una narrativa interna que regirá nuestro comportamiento futuro.

      De hecho, la narración de historias es un medio por el cual tratamos de poner en orden nuestros pensamientos, nuestras experiencias diarias, nuestras historias y recuerdos y darle sentido.

      Ahora está claro que la narración no es competencia exclusiva de escritores profesionales (novelistas, historiadores, periodistas). Hay muchos modos narrativos para representar eventos reales o ficticios, a través de metáforas, palabras, imágenes, sonidos, canciones. Esta actividad se refleja no sólo en muchos testimonios antiguos del hombre, sino también en la comunicación diaria de hoy.

      Además, cabe señalar que, ante situaciones inciertas e inesperadas, las historias pueden ofrecer esperanza, dar sentido a los acontecimientos o simplemente dar lugar a la curiosidad. СКАЧАТЬ