100 Clásicos de la Literatura. Люси Мод Монтгомери
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Читать онлайн книгу 100 Clásicos de la Literatura - Люси Мод Монтгомери страница 95

Название: 100 Clásicos de la Literatura

Автор: Люси Мод Монтгомери

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия:

isbn: 9782378079987

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      —¡Oh! Lo siento por ti.

      —¿Te parece que si voy contigo a la Ciudad Esmeralda, ese Oz me dará un cerebro? —preguntó él.

      —No lo sé, pero puedes venir conmigo si quieres. Si Oz no te da un cerebro, no estarás peor de lo que estás ahora.

      —Eso es verdad —asintió el muñeco, y en tono confidencial continuó—: Te diré, no me molesta tener el cuerpo relleno de paja, porque así no me hago daño con nada. Si alguien me pisa los pies o me clava un alfiler en el pecho, no tiene importancia porque no lo siento; pero no quiero que la gente me tome por tonto, y si mi cabeza sigue rellena de paja en lugar de tener sesos, como los tienes tú, ¿cómo voy a saber nunca nada?

      —Te comprendo perfectamente —asintió la niña, que realmente lo compadecía—. Si me acompañas, pediré a Oz que haga lo que pueda por ti.

      —Gracias.

      Ambos marcharon hacia el camino, Dorothy le ayudó a saltar la cerca y juntos echaron a andar por la carretera amarilla en dirección a la Ciudad Esmeralda.

      Al principio, a Toto no le agradó el nuevo acompañante. Dio vueltas alrededor del muñeco sin dejar de husmearlo como si sospechara que entre la paja había varios nidos de ratones, y a menudo gruñía de manera muy poco amistosa.

      —No le hagas caso a Toto —dijo Dorothy a su nuevo amigo—. Nunca muerde.

      —No tengo miedo —fue la respuesta—. A la paja no le puede hacer daño. Ahora permite que te lleve la cesta; no me molestará, pues nunca me canso. —Y mientras continuaban la marcha agregó—: Te confiaré un secreto: hay una sola cosa a la que temo en el mundo.

      —¿Y qué puede ser? —preguntó Dorothy—. ¿Es el granjero Munchkin que te hizo?

      —No —reposo el Espantapájaros—. Sólo le temo al fuego.

      CAPÍTULO 4

      EL CAMINO DEL BOSQUE

      Luego de andar varias horas llegaron a una parte del camino que se hallaba en mal estado y les resultó tan difícil caminar que el Espantapájaros tropezaba a menudo contra los ladrillos que eran allí desiguales y estaban algo flojos. En ciertos sectores se los veía rotos y en otros faltaban totalmente, dejando en su lugar agujeros que Toto salvaba de un salto y a los que Dorothy esquivaba ágilmente. En cuanto al Espantapájaros, como no tenía cerebro, seguía marchando en línea recta, de modo que se metía en los agujeros y caía de bruces sobre los duros ladrillos. Empero, eso no le hacía daño, y Dorothy lo levantaba y lo ponía de nuevo en pie, mientras que él se reía de su propia torpeza.

      Las granjas de aquellos lugares no estaban tan cuidadas como las del lugar del que habían partido. Había menos casas y menos árboles frutales, y cuanto más avanzaban tanto más lúgubre y solitaria se tornaba la región.

      Al mediodía se sentaron a la vera del camino, cerca de un arroyuelo, y Dorothy abrió su cesta para sacar un poco de pan, ofreciendo un pedazo a su compañero, quien no lo aceptó.

      —Nunca tengo hambre, y es una suerte que así sea, pues mi boca es sólo una raya pintada —expresó—. Si abriera en ella un agujero para poder comer, se me saldría la paja de que estoy relleno y eso arruinaría la forma de mi cabeza.

      Comprendiendo lo acertado de tal razonamiento, la niña asintió y siguió comiendo su pan.

      —Cuéntame algo de ti misma y del país del que vienes —pidió el Espantapájaros cuando ella hubo finalizado su comida.

      Dorothy le habló entonces de Kansas, de lo gris que era todo allí, y de cómo el ciclón la había llevado hasta ese extraño País de Oz.

      —No comprendo por qué deseas irte de este hermoso país y volver a ese lugar tan seco y gris al que llamas Kansas —dijo él después de haberla escuchado con gran atención.

      —No lo comprendes porque no tienes sesos —repuso ella—. Por más triste y gris que sea nuestro hogar, la gente de carne y hueso prefiere vivir en él y no en otro sitio, aunque ese otro sitio sea muy hermoso. No hay nada como el hogar.

      —Claro que no puedo comprenderlo —suspiró el Espantapájaros—. Si las personas tuvieran la cabeza rellena de paja, como lo está la mía, probablemente vivirían todas en lugares hermosos y entonces no habría nadie en Kansas. Es una suerte para Kansas que tengan ustedes cerebro.

      —¿No quieres contarme un cuento mientras descansamos? —pidió la niña.

      El la miró con expresión de reproche.

      —Mi vida ha sido tan breve que en realidad no sé nada de nada. Fíjate que me hicieron antes de ayer, nada más. Así que desconozco todo lo que pasó en el mundo antes de ese día. Por suerte, cuando el granjero formó mi cabeza, una de las primeras cosas que hizo fue pintarme las orejas, de modo que pude oír lo que se hablaba a mi alrededor. Había otro Munchkin con él; y lo primero que oí fue al granjero que decía: "¿Qué te parecen estas orejas?

      "—No están parejas —contestó el otro.

      "—No importa —dijo el granjero—. De todos modos, son orejas.

      "Lo cual era muy cierto.

      "—Ahora le haré los ojos —agregó.

      "Me pintó el ojo derecho, y no bien estuvo terminado me encontré mirándolo a él y a todo lo que me rodeaba, y te aseguro que mi curiosidad fue enorme, pues era la primera vez que veía el mundo.

      "—Ese ojo no está del todo mal —comentó el Munchkin que observaba a mi amo—. El azul es el color indicado.

      "—Creo que el otro lo haré un poco más grande— respondió el granjero.

      "Y cuando estuvo listo el otro ojo pude ver mucho mejor que antes. Después me hizo la nariz y la boca. Pero no hablé, pues en ese momento ignoraba para qué me servía la boca. Tuve el gusto de verlos hacer mi cuerpo, mis brazos y piernas. Y cuando al fin me colocaron encima la cabeza, me sentí muy orgulloso, pues pensé que era tan hombre como cualquiera.

      "—Este muñeco asustará de veras a los pájaros —opinó el granjero—. Parece un hombre.

      "—En verdad que es un hombre —declaró el otro, y yo estuve de acuerdo con él.

      "El granjero me llevó entonces al sembrado y me puso sobre ese poste donde me encontraste, luego de lo cual se fueron ambos, dejándome solo.

      "No me agradó que me abandonaran así, de modo que traté de seguirlos; pero mis pies no tocaban el suelo y tuve que quedarme colgado del poste. Realmente, era una vida muy solitaria, ya que no tenía nada en que pensar, porque hacía tan poco que me habían hecho. Muchos cuervos y otras aves llegaron volando al sembrado; pero no bien me veían se alejaban de nuevo, creyendo que yo era un Munchkin, lo cual me agradó y me hizo sentir muy importante. Después, un viejo cuervo se fue acercando poco a poco y, luego de observarme con gran atención, se posó sobre mi hombro y dijo:

      "—¿Habrá querido ese granjero engañarme de manera tan torpe? Cualquier cuervo con un poco de sentido común se daría cuenta de que estás relleno de paja.

      "Después СКАЧАТЬ