Название: RRetos HHumanos
Автор: Rosa Allegue Murcia
Издательство: Bookwire
Жанр: Зарубежная деловая литература
Серия: Directivos y líderes
isbn: 9788418811272
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–¿Qué me dices? –me espetó.
–Déjame apurar el gin-tonic de un trago y te lo cuento –contesté malhumorado.
–¡Uo, uo, uo…! Tranqui, tranqui; déjame que te explique.
Y se intentó explicar. Algunas de las personas a las que había acudido en busca de ayuda le aconsejaron ciertas líneas de acción. Una de ellas fue la que ya me había anunciado en titulares antes de mi escapada escatológica.
–…entonces me quedó muy claro que la memoria no es solo selectiva, sino también maleable. Mis sentimientos, tanto los positivos como los negativos, podían acallar, distorsionar, engrandecer o incluso engendrar nuevos recuerdos sin fundamento real.
–Sí, lo suelen llamar «memoria imaginativa». La de los falsos recuerdos –dije siguiéndole el hilo.
–¡Eso es! Me aconsejaron redactar esos recuerdos, con la ayuda de alguien que supiera hacerlo, para recrear con precisión el contexto, los hechos, las emociones, los sentimientos… Quiero que me ayudes tú –concluyó Gus.
–¿Yo?, yo no escribo diarios –dije a la defensiva.
–Me encantaría que lo hicieras conmigo. Me han hablado maravillas del grupo de escritores al que perteneces y de cómo en vuestros relatos habéis logrado describir emociones reales en contextos cotidianos, proyectando con fidelidad vuestras experiencias personales y profesionales.
–¡Ya, bueno…! –exclamé con un esbozo de sonrisa.
–He leído vuestros libros.
Tocado. Me acababa de mandar un misil directo a la línea de flotación. ¿No era este uno de los fundamentos de nuestro grupo de «autores con alma»? Sospeché de inmediato que la última frase de Gus tenía muy poco de cosecha propia. Era un guion preparado.
–Si accedo, ¿qué quieres hacer con el resultado? –le dije entregado a la causa.
Aquí empezó un segundo bloque de confidencias de sus conversaciones con conocidos comunes. Muchos elogiaban el acierto que mi grupo de escritores había tenido al describir experiencias personales y profesionales. Se sentían retratados en sus páginas.
Fue definitivo el que el psicólogo de confianza de Gus lo convenciera de que el trayecto vital que había conducido a mi interlocutor a considerar el 2020 como su «mejor año» podía ser de utilidad para alguien, siempre y cuando fuera fidedigno y sincero.
–He reflexionado mucho gracias al bendito parón del confinamiento y creo que si llamo al 2020 «mi mejor año» –reforzó esta referencia con un movimiento de «comillas» con los dos pulgares y dedos corazón– lo hago por pequeñas grandes victorias conseguidas, junto a generosos aliados, y por haber logrado un cierto control de mis sentimientos.
–¿Y crees que tu vida le interesará a alguien? –pregunté, lo confieso, con un cierto desdén.
–No, dicho así, no, desde luego. Pero que un tipo al que le han sacudido varios terremotos en casi todas las esferas de su vida considere un año maldito como uno de bendiciones podría dar una pista a algún desnortado. No aspiro a nada más. Decidí convertir deseos en hábitos de vida y establecerlos como objetivos de mejora personal. Ya sabes; no basta con tomar una decisión: hay que ponerle patas.
Gus había sufrido una ligera metamorfosis. El dicharachero entusiasta parecía haber encogido de tamaño y ralentizado su ritmo vital. Su mirada se posaba en algún punto de una vía pública bulliciosa, según los estándares sociales de la pandemia. La noche empezaba a hacer acto de presencia. La luz de la cafetería se intensificaba para competir con la penumbra exterior.
–Tendremos que hablar más, Gus. Un relato así solo se cocina a fuego lento y tras muchas pruebas de sabor y consistencia. ¿Estás dispuesto a dedicarle tiempo?
–Si tú lo estás, yo lo estoy –contestó con resolución.
–Bien. Entendido. Una pregunta: ¿qué hace de 2020 tu «mejor año»?
La pregunta pareció empujarlo hacia atrás. Su cabeza se irguió y su mirada recorrió por unos instantes el techo del local, con elaboradas representaciones de materias primas y productos de la gastronomía española y madrileña. Juntando las manos y con la barbilla posada sobre ellas, dirigió su mirada hacia mí.
–2020 me ha regalado un frenazo vital, ha ralentizado mi ansiedad por encontrar soluciones y me ha obligado a bucear en mis convicciones. 2020 ha acallado el ruido de los acontecimientos diarios y me ha obligado a lidiar con el silencio incómodo de una vida conmigo mismo. 2020 ha sido un año lleno de acechos a nuestra salud y a nuestras vidas y a mí me ha ayudado a ser más agradecido y más consciente tanto de mi valor como de lo prescindible que soy.
–¿Y todo lo que hemos perdido, Gus?, ¿todo el daño vivido a nuestro alrededor?
–Tremendo. Un tsunami emocional, desde luego. Pero también muy humano.
–¿Muy humano? –pregunté sorprendido.
–Así lo pienso. Vivíamos sin perspectiva, ensimismados en nuestros logros, preocupaciones y pequeñas tragedias diarias. El coronavirus nos ha devuelto a lo que ha sido la experiencia de la humanidad desde que hay registros. Las pandemias, la invasión de los microorganismos, es algo que nuestra presunción había relegado al olvido. Pero hasta hace cien años no había sociedad sin memoria de que, tarde o temprano, una plaga se llevaría por delante a un tercio de sus habitantes.
–Ya, hombre, visto así…
–Escucha, no quiero quitarle hierro al asunto, pero la diferencia de esta pandemia es que ahora en la escala del drama parecen igualarse la pérdida de vidas, la imposibilidad de hacer fiestas, la disminución del nivel de vida o la limitación para el ejercicio físico. Los sentimientos están desbocados y no siempre ayudan.
–Es que sentimos todos a la vez, los nuestros y los de los demás, renovados a diario y mezclados con toneladas de información indigerible.
El camarero, que mostraba en su chaqueta señales de su combate profesional con mil deliciosas sustancias y sus restos, recogió con discreción nuestras copas vacías y secó sus huellas sobre la madera. Con su voz amable, algo distorsionada por la mascarilla, nos avisó de que teníamos tiempo para una consumición más antes de que el local cerrara, en cumplimiento de las ordenanzas municipales. Pedimos un par de botellas de agua mineral: normal para Gus y con gas para mí. Necesitábamos fluidos.
–Tendremos que vernos más. Hay que explorar mucho en tu cabeza y en tu corazón. Verbalizar los sentimientos, reconocerlos con precisión… No es una tarea de primeros intentos.
–Como digas. No sabes cómo te lo agradezco.
–Bueno, no vendamos la piel del oso… Oye, me interesa saber algo más de esas victorias que comentas.
Gus comenzó a hablar al tiempo que se quitaba las gafas, unas lentes con una finísima estructura que sostenía ambas por dos puntos СКАЧАТЬ