Abriéndonos
7 DE FEBRERO
Busca la fuente de tu soledad
Cuando te sientas solo, trata de buscar la fuente de esa sensación. Te sentirás inclinado a huir de tu soledad o a permanecer en ella. Cuando huyes de ella, tu soledad no disminuye en realidad; simplemente la obligas a salir de tu mente de forma temporal. Cuando empiezas a permanecer en ella, tus sentimientos se hacen más fuertes y caes en la depresión.
La tarea espiritual no es huir de tu soledad, no es no dejarte caer en ella, sino buscar su fuente. No es fácil de hacer, pero, cuando puedes identificar de algún modo el lugar de donde surgen esos sentimientos, perderán parte del poder que tienen sobre ti. Esta identificación no es una tarea intelectual: es una tarea del corazón. Debes buscar ese lugar con tu corazón y sin miedo.
Es una búsqueda importante, porque te ayuda a discernir algo bueno sobre ti mismo. El dolor de tu soledad puede estar arraigado en tu vocación más profunda. Quizá te des cuenta de que tu soledad está vinculada a tu llamada a vivir completamente para Dios. Y entonces tu soledad se te puede revelar como la otra vertiente de tu don singular. Cuando hayas experimentado esta verdad en lo más íntimo de tu ser, descubrirás, quizá, que tu soledad no es solo tolerable, sino incluso fructífera. Lo que al principio parecía doloroso puede convertirse en un sentimiento que, a través del dolor, abre ante ti el camino hacia un conocimiento aún más profundo del amor de Dios.
La voz interior del amor
8 DE FEBRERO
Del aislamiento a la soledad
Para llevar una vida espiritual debemos encontrar el valor para entrar en el desierto de nuestro aislamiento y cambiarlo, por medio de suaves y constantes esfuerzos, en un jardín de soledad. Esto no requiere solo valor, sino también una fe firme. Por duro que resulte creer que un seco y desolado desierto puede albergar infinitas variedades de flores, es igual de difícil imaginar que nuestra soledad esconde una desconocida belleza. Sin embargo, pasar del aislamiento a la soledad es el comienzo de toda vida espiritual, porque es pasar de la agitación de los sentidos al espíritu reposado, de los deseos exteriores a la búsqueda interior, del apego temeroso al juego intrépido.
Abriéndonos
9 DE FEBRERO
La soledad es una invitación
El modo de vida cristiano no nos libra de la soledad; la protege y la cuida como un precioso don.
A veces parece que hacemos todo lo posible para evitar la dolorosa confrontación con nuestra soledad humana básica, y nos dejamos atrapar por falsos dioses que nos prometen una satisfacción inmediata y un alivio rápido. Pero quizá la dolorosa percepción de la soledad sea una invitación a trascender nuestras limitaciones y mirar más allá de las fronteras de nuestra existencia. Percibir nuestra soledad puede ser un don que debemos proteger y conservar, porque nuestra soledad nos revela un vacío interior que puede ser destructivo cuando es mal comprendido, pero lleno de promesas para aquellos capaces de soportar su dulce tormento.
El sanador herido
10 DE FEBRERO
La soledad hace posible la verdadera fraternidad
Si convertimos poco a poco nuestro aislamiento en una profunda soledad, crearemos ese precioso espacio donde poder descubrir la voz que nos habla sobre nuestra necesidad interior, es decir, nuestra vocación. Si nuestras preguntas, problemas e inquietudes no se ponen a prueba y maduran en soledad, no podemos razonablemente esperar respuestas que sean verdaderamente nuestras... Es una tarea muy difícil, porque en nuestro mundo nos vemos constantemente apartados de nuestro yo más íntimo y animados a buscar respuestas y no a escuchar las preguntas. Una persona aislada no tiene tiempo ni descanso interiores para esperar y escuchar. Quiere respuestas, y las quiere aquí y ahora. Pero en soledad sí podemos prestar atención a nuestro yo interior. Esto no tiene nada que ver con el egocentrismo o la malsana introspección, porque, en palabras de [Rainer Maria] Rilke: «Cuanto acontezca en lo más íntimo de su ser será siempre merecedor de todo su amor» 2. En soledad podemos estar presentes para nosotros mismos... Y allí podemos también estar presentes para otros, abriéndonos a ellos, no ávidos de atención y afecto, sino ofreciéndonos para ayudar a construir una comunidad de amor. La soledad no nos aleja de los demás seres humanos; al contrario, hace posible una verdadera fraternidad.
Abriéndonos
11 DE FEBRERO
Una nueva forma de ser humanos
El amor de Dios es un amor incondicional, y solo ese amor puede hacernos capaces de vivir juntos sin violencia. Saber que Dios nos ama profundamente y que siempre seguirá amándonos, sin importar quiénes seamos y qué hagamos, nos permite no esperar de los otros seres humanos más de lo que pueden ofrecernos, perdonarles generosamente cuando nos han ofendido y responder siempre con amor a su hostilidad. De este modo hacemos visible una nueva forma de ser humanos y una nueva forma de responder a nuestros problemas del mundo.
Cómo vivir una vida espiritual en un mundo material
12 DE FEBRERO
Proclama tu verdad
Resulta esencial que comprendas perfectamente que tu valía y tu valor no dependen de nadie más. Tienes que proclamar tu propia verdad interior. Eres una persona digna de ser amada y llamada a ofrecer amor, no porque nadie lo diga..., sino porque has sido creado por amor y vives en el abrazo de Dios, que no dudó en enviar a su único Hijo a morir por nosotros... Que seas bueno y digno de amor no depende de ningún ser humano. Tienes que seguir repitiéndote a ti mismo: «Soy amado por un amor incondicional e infinito, y ese amor me permite ser una persona libre, centro de mis propias acciones y decisiones». Cuanto mejor comprendas esto, más capaz serás de perdonar a quienes te hayan ofendido y de amarlos en su quebrantamiento. Sin un profundo sentimiento de respeto a ti mismo no puedes perdonar y siempre sentirás odio, resentimiento y venganza. El más grande acto humano es el perdón: «Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden». El perdón está en el centro del amor que Dios nos tiene y también en el centro del amor que nos tenemos unos a otros. Amar a alguien significa perdonarse una y otra vez.
Love, Henri (Con cariño, Henri)
13 DE FEBRERO
Hacer visible el amor incondicional de Dios
Siempre que, contrariamente al espíritu de venganza del mundo, amamos a nuestro enemigo, mostramos parte del perfecto amor de Dios, cuyo deseo es reunir a todos los seres humanos como hijos de un mismo Padre. Siempre que perdonamos en vez de enfadarnos unos con otros, bendecimos en lugar de maldecirnos, curamos las heridas de los demás en lugar de echar sal en ellas, animamos en lugar de descorazonar, damos esperanza en lugar de empujar a la desesperanza, abrazamos en lugar de acosar, acogemos en lugar de mostrar frialdad, damos gracias en lugar de criticar, alabamos en lugar de difamar... en resumen, siempre que optamos por el otro en lugar de ir en su contra, hacemos visible el amor incondicional de Dios; disminuimos la violencia y hacemos surgir una nueva comunidad.
Cómo vivir una vida espiritual en un mundo material
14 DE FEBRERO
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