Amaury. Alexandre Dumas
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Название: Amaury

Автор: Alexandre Dumas

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия:

isbn: 4057664160416

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СКАЧАТЬ también los que no le aman, Dios que no es otra cosa que un gran corazón paternal?

      »Queda así, pues, decidido: dentro de tres meses Magdalena será la esposa de Amaury, a no ser que...

      »¡Oh! ¡Dios mío! no me atrevo a proseguir...»

      Así era en efecto. La pluma se le cayó de la mano, lanzó un profundo suspiro o inclinó la cabeza, presa de profundo abatimiento.

       Índice

      Se abrió en esto la puerta del despacho para dar paso a una joven que se aproximó de puntillas al doctor y después de contemplarle un instante con melancólica expresión a la que no parecía habituado su semblante risueño, le dio en la espalda una palmada cariñosa.

      El doctor se estremeció y levantó la cabeza.

      —¡Cómo! ¡Antoñita! ¿eres tú?—exclamó.—¡Bien venida seas, hija mía!

      —No sé si dirá usted eso mismo dentro de muy poco rato, tío.

      —¿No? ¿por qué no he de decirlo?

      —Porque vengo a reñirle.

      —¿Reñirme, tú?

      —Sí, yo misma.

      —¡A ver! Explícate; dime por qué.

      —Querido tío, lo que tengo que decirle es cosa muy seria.

      —¿De veras?

      —Mire usted si lo será, que casi no me atrevo...

      —En verdad, tiene que ser algo muy serio para que te dé tanto reparo a ti, querida sobrina. Pero veamos, ¿de qué se trata?

      —De cosas que no son propias ni de mi edad, ni de mi posición.

      —Vamos, habla de una vez, tontuela. Ya sé yo que tu jovialidad encubre una inteligencia sesuda y grave y que tras de tu frivolidad aparente escóndese un carácter más prudente y razonable que el nuestro. Habla, pues, sin recelo, máxime si, como supongo, vienes a hablarme de mi hija...

      —Sí, tío, precisamente vengo a hablarle a usted de Magdalena.

      —¿Y qué tienes que decirme?

      —Tengo que decirle, tío, mejor dicho, debo decirle a usted... perdóneme si soy tan atrevida, pero debo decirle que quiere demasiado a mi prima y acabará por matarla...

      —¡Yo! ¡Matarla, yo! ¿Qué es lo que estás diciendo?

      —Digo, tío, que su lirio, como usted la llama, es cosa muy frágil, muy delicada, y que combatido por dos amores a la vez no resistirá, sino que habrá de quebrarse.

      —No te entiendo, Antoñita, si no te explicas mejor.

      —Sí que me entiende usted, tío—dijo la joven rodeando con sus brazos el cuello de Avrigny.—¡Ya lo creo que me entiende!... Tan bien como yo le he comprendido.

      —¿Pero estás loca, chiquilla?—exclamó el doctor, aterrado.—¿Que tú me has comprendido, dices?

      —Sí, señor.

      —¡No puede ser!

      —Tío—dijo la joven sonriendo tan melancólicamente que no se comprendía cómo podían sonreír así aquellos labios tan sonrosados—tío, no hay corazón impenetrable para los ojos de los que aman; yo que le quiero a usted he alcanzado a leer en el suyo.

      —¿Y qué has visto en él?

      Antonia miró a su tío e hizo un gesto de vacilación.

      —¡Vamos! ¡habla!—ordenó el doctor.—¡No me martirices más con tus reticencias!

      Antonia, acercando sus labios al oído de Avrigny le dijo en voz muy baja:

      —Está usted celoso, tío.

      —¿Yo?—exclamó el doctor.

      —Sí—afirmó la joven—y esos celos llegan a hacerle obrar mal.

      —¡Dios de bondad!—exclamó el doctor inclinando la cabeza con profundo abatimiento.—Yo creía que sólo Tú, con tu omnisciencia infinita, conocías mi secreto.

      —¿Acaso hay en ello algo que pueda causar horror? Los celos constituyen una pasión execrable, pero que no es tan difícil de vencer, después de todo. Yo también he tenido celos de Amaury.

      —¿Tú? ¿Celos de Amaury, dices?

      —Sí—repuso Antoñita bajando a su vez la frente;—los tenía porque él venía a robarme a mi hermana y porque cuando vivía con nosotros mi prima sólo tenía ojos para él y ni siquiera se acordaba de que yo estaba con ellos.

      —¿Así, pues, has sentido tú lo mismo que siento yo?

      —Poco más o menos, sí; pero gracias a Dios yo he logrado dominarme, puesto que vengo a decirle: «Tío, los dos se aman con locura y es conveniente casarlos, porque separarlos sería la muerte de ambos.»

      El doctor movió la cabeza tristemente y sin despegar sus labios mostró a Antoñita las últimas líneas que acababa de trazar. Su sobrina las leyó en voz alta, y dijo:

      —Tranquilícese usted, tío; Magdalena no ha sufrido ni un solo acceso de tos.

      —¡Dios mío!—exclamó Avrigny mirando a su sobrina con asombro manifiesto.—¡Todo lo adivina esta criatura! ¡Lo ha comprendido todo!

      —Sí, tío, sí, he llegado a comprender toda la ternura que encierra su corazón. Mas reflexione que si Magdalena se ha de casar alguna vez, ¿no hemos de preferir todos que se case con Amaury? ¿Es que habremos de creer que su dicha constituirá nuestra desgracia? ¿Acaso hemos de echarle en cara su alegría? Dejemos que sean felices y no tratemos de oponernos insensatamente a su destino. No por eso irá usted a quedarse solo, porque tendrá en su compañía a su sobrina, a su Antoñita, que tanto le quiere, que a nadie ama más que a usted y que jamás se separará de su lado. No sabrá reemplazar a Magdalena, demasiado lo comprendo, pero sí será otra hija, aunque no tan rica ni tan hermosa, que no se enamorará como ella, pues aunque la pretendiesen y poseyera las dotes de Magdalena no habrá de querer a nadie, porque le consagrará toda su vida y le consolará... Así como usted será a su vez su consuelo.

      —Pues Felipe Auvray, ese amigo de Amaury ¿no está enamorado de ti? Y tú ¿no le correspondes?

      —¡Tío!... ¡Tío!...—exclamó Antoñita, como queriendo reconvenirle.

      —Está bien, no hablemos de ello. Todo se hará como quieras, que en resumen es lo mismo que yo tenía en proyecto. Pero es necesario hacer que se explique Amaury, porque hemos podido equivocarnos... Si así fuera... Si no amase a Magdalena...

      —No СКАЧАТЬ