Название: Guiño
Автор: Rob Harrell
Издательство: Bookwire
Жанр: Книги для детей: прочее
Серия: Ficción
isbn: 9786075572567
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De sólo pensarlo, me sonrojo hasta ponerme muy colorado.
Soy un dibujante, no un artista. Hay una gran diferencia entre ambos. Mamá era una artista. Ilustradora, en realidad. Trabajaba ilustrando libros para niños y revistas y otras cosas antes de enfermarse. Era endiabladamente buena en lo que hacía, y tenemos sus obras por toda la casa.
En realidad, no es que yo sea malo. Los personajes a los que Sarah se refiere son Baticerdo y Batitrasero. Hace un par de años dejé mi pequeña huella en la historia del arte de mi escuela, cuando mi dibujo de Batitrasero logró mandarme por primera y única vez a la oficina del director.
Hago tiras cómicas algo tontas sobre las aventuras que viven, pero desde ese encuentro con el director, me concentro más en Baticerdo. Así corro menos riesgos.
De hecho, tengo una libreta de dibujo donde hago la mayor parte de mis cómics de Baticerdo. O también dibujos de cosas varias. Y bocetos más serios de objetos verdaderos. Mamá los llamaba dibujos de la vida. Pero ésos no se los muestro a nadie. Ni siquiera a Abby. O a papá. Los tengo en ese maltratado cartapacio que perteneció a mamá. Lo encontré entre sus cosas, unos años después de su muerte. No recuerdo mucho su muerte. Ni tampoco a ella, sinceramente. Pero ese cartapacio significa mucho para mí.
Se siente como algo muy personal, así que lo mantengo en ese estado. Para mí y nadie más.
O tal vez lo que sucede es que me preocupa que alguien diga que mis dibujos son muy malos.
Sea como sea, me siento impresionado porque mis garabatos hayan sido detectados por el radar de Sarah Kennedy, que siempre parecía muy ocupada con sus amigos y todo lo relacionado con ser superpopular.
Entonces, mientras me mira, sucede algo de pronto con su cara: la veo cambiar y transformarse, y en cosa de un momento tiene los ojos tristes y una expresión de sinceridad. Ya sé lo que viene después. Me ha tocado vivirlo mucho últimamente.
—Entonces… ¿cómo te sientes? —la preocupación que se forma en su rostro me hace sentir deseos de meterme en un agujero para no volver a salir. Ese prolongado contacto visual que implica el mensaje Aquí estamos todos, para apoyarte me resulta extremadamente incómodo.
Me sonrojo.
—Oh, bien. Sí. Estoy bien —murmuro.
—Sigue así, ¿de acuerdo? —asiente y me regala una sonrisa triste antes de enderezarse en su pupitre.
Respiro hondo y me dejo escurrir en mi asiento. Doblo el volante del concurso de talentos y lo guardo en mi bolsillo trasero.
Tal vez me reblandecí un poco, pero mi corazón se mantuvo firme y sin perder el paso.
Eso, según yo, es una victoria.
5
RESTAURANTE DE PRIMERA
—Honestamente, Jimmy nunca había sido tan amable conmigo.
Ese comentario le saca una explosión de risa a Abby. Estamos almorzando en nuestro sitio de siempre, la plataforma de carga y descarga, donde hemos logrado despejarnos un espacio entre algunas hojas secas. Jamás he visto que esa enorme puerta se levante o se use, pero está en la parte trasera del auditorio, así que imagino que sirve para eso.
—Jimmy lo entiende, ¿no crees? Es un jovencito tan cortés y sensible, con su botella de escupitajos y todo —Abby le da un buen mordisco a su emparedado. No podría decir que ella se distinga por sus exquisitos modales. Deja su almuerzo y mete las manos en las mangas de su suéter de capucha—. ¿No estás helándote?
Me encojo de hombros y mastico mi comida, y nos mantenemos los dos en silencio un rato. Miro a dos ardillas que se corretean al otro lado de la barda de la cancha de futbol americano. Están en plena fiesta de ardillas.
Isaac solía comer también con nosotros, pero últimamente no ha venido por aquí. No hay duda de que Abby es mi mejor amiga, pero siento que falta algo grande, los comentarios de Isaac. Es un tipo gracioso.
Y es que apenas el verano pasado hicimos los tres nuestro Gran Pacto de Oreo junto al lago.
Su tío Anthony nos había llevado al lago Monroe, a pasar el día en su lancha rápida. Era un plan perfecto para un día de finales de junio. Empezamos intentando que Isaac se sostuviera en los esquíes. Abby ya había aprendido a hacerlo en las dos últimas idas al lago, pero Isaac, el pequeño y flacucho Isaac, todavía no lograba sostenerse.
Lo recuerdo parado en la parte trasera de la lancha mientras su tío preparaba la cuerda, agitando los brazos escuálidos para prepararlos. El chaleco salvavidas se le veía enorme, igual que el traje de baño, que le llegaba mucho más abajo de las rodillas.
—¡HOY ES MI DÍA! —gritó, a suficiente volumen para que pudieran oírlo desde las otras lanchas—. Voy a hacerlo y a mostrarles cómo se hace —resopló—, ¡puede que incluso llegue a hacer eslalon! —señaló a Abby e hizo un guiño.
Cuatro minutos después, cayó cuando trataba de levantarse y se olvidó de soltar la cuerda. Siguió sosteniéndola, y lo arrastramos más de cien metros por debajo del agua, hasta que sus neuronas hicieron clic y se zafó de la cuerda.
Al subirse al bote, unos minutos después, estaba riendo. Tenía los ojos como platos y su voz sonaba muy rara, por toda el agua que había tragado. Parecía más una rata mojada.
—Creo que acabo de pasar por un enema nasal.
Más tarde, en una caleta llamada Allen’s Creek, donde las lanchas echan el ancla y la gente pasa el rato, los tres nos sentamos al fondo, con los pies metidos en el agua. El tío de Isaac estaba delante, hablando por teléfono con un amigo. Habíamos sacado galletas Oreo, papas fritas y gaseosas, y conversábamos sobre las personas de las otras lanchas. Había cinco o seis de ellas amarradas entre sí, y la gente a bordo estaba en plena fiesta. La música nos alcanzaba cuando el viento soplaba hacia nosotros.
—Esto es increíble. Me encanta —Isaac suele ser una persona bastante alegre—. ¿Están de acuerdo? ¿Qué puede ser mejor que esto?
Abby tomó un sorbo despacio.
—Dummy tiene razón —no recuerdo cómo fue que Abby empezó a llamarlo así, Dummy, tonto, hace cosa de dos años. A Isaac parece que le gusta.
Yo estaba mirando a las personas en la fiesta, unos cuantos cantaban a coro la canción del radio.
—¿Así seremos nosotros en unos diez o quince años? ¿Vamos a seguir pasando tiempo juntos? ¿Aquí? ¿Columpiándonos de una cuerda?
Isaac se embutió dos galletas de un bocado y respondió con la boca СКАЧАТЬ