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СКАЧАТЬ sacarla del coche y abrazarla, haciendo que entrase en calor, pero sabía que no debía hacerlo. Si se había dañado la columna y la movía sin esperar a los servicios de emergencia, podría causarle un daño mayor. Haciendo un esfuerzo sobrehumano, se separó de ella para mirar el vehículo. Tenía que comprobar que durante el accidente no se hubiese dañado como para estar perdiendo combustible, lo que los pondría en peligro al poder explosionar. Se agachó y se aseguró de que no era así. Levantó el capó, el accidente había sido grave y, sin duda, el vehículo precisaba de muchas reparaciones. Pero aquello era lo menos importante.

      Volvió rápidamente con Gina justo en el momento en el que esta comenzaba a moverse. Nuevamente se agachó junto a ella y le tomó la mano.

      —Gina, no te muevas. Acabas de tener un accidente, es mejor esperar a la ambulancia. Ya está en camino, en pocos minutos recibirás ayuda —le dijo presionando su mano para que supiese que estaba con ella.

      Gina balbuceó algo e intentó mirarlo. Justice le apartó el cabello y vio con estupor que parte de él estaba bañado en sangre. Se había hecho un corte en la cabeza. Pasó los nudillos por su mejilla. Estaba un poco fría.

      —Por favor, Gina, tienes que aguantar un poco más —le dijo con la voz quebrada por la preocupación.

      Gina intentó abrir los parpados, pesados como losas, al escuchar junto a ella la voz de un hombre que le sujetaba la mano. Su olor mezcla de jabón y aftershave llegó hasta ella y quiso verlo, pero era incapaz de abrir los ojos lo suficiente como para que la imagen borrosa que se presentaba ante ella tomase nitidez. Intentó mover el cuello, pero un agudo y terrorífico dolor de cabeza se lo impidió. Entonces sintió el tacto cálido de las manos del hombre en su mejilla. Fue tan reconfortante que quiso hacer un nuevo intento por verlo. La voz masculina intentando tranquilizarla se mezcló con los sonidos de una sirena que se aproximaba. Unos segundos más tarde oyó más voces acercándose, y cómo el hombre que la había acompañado hasta el momento los llamaba e instaba a darse prisa. Sintió cómo la liberaban del cinturón de seguridad. Alguien le tomó el pulso y le abrió los ojos, examinándoselos mientras la luz de una linterna la cegaba. Después le pusieron un collarín y la sacaron en volandas del vehículo para colocarla sobre una camilla. Nada más tumbarla en ella, mientras la sujetaban con correas, el hombre que había estado con ella, volvió a tomarla de la mano.

      —Gina, esta ambulancia te va a llevar al hospital. Yo voy a seguirla y estaré allí contigo, tranquila —le dijo presionando su mano con suavidad.

      Su voz sonaba afectada, y una vez más intentó abrir los ojos para verlo. Justo en el momento en el que los sanitarios inclinaron la camilla para subirla a la ambulancia lo consiguió, encontrándose de frente con aquellos ojos grises que conocía tan bien. Aquellos que la habían acompañado en sueños durante dieciséis años.

      —¿Justice…? ¡¿Mi Just…?! —quiso preguntar en un tono apenas audible.

      —No hable ahora, señora. No debe hacer esfuerzos —le dijo un sanitario a su lado, terminando de empujarla al interior de la ambulancia.

      Las miradas de ambos quedaron prendidas la una en la del otro hasta que las puertas del vehículo se cerraron, separándolos.

      Justice vio marchar a la ambulancia y se quedó allí parado unos segundos, inmóvil. Posó una mano sobre su pecho, en el lugar en el que una punzada aguda amenazaba con hacérselo estallar. Después se pasó la mano por el pelo y resopló.

      No podía creerlo. Gina estaba allí. Y no sabía cómo digerir aquella información. Había acariciado la piel pálida de su rostro, se había perdido en su mirada verde y leyó en sus ojos algo parecido al anhelo. Tal vez habían sido imaginaciones suyas. Una mezcla sobrecogedora de los recuerdos recientemente invocados y la sorpresa de verla allí, herida tras sufrir un accidente exactamente en el mismo sitio en el que la vio por última vez.

      No podía, no podía pensar en todo aquello en ese momento. Tenía que tener la mente fría. Le había prometido que iría al hospital y estaría con ella. No quería que se encontrase sola cuando la viera el médico, pero antes de ir hasta allí tenía que hacer un par de cosas. Se acercó de nuevo al coche y buscó dentro su bolso. Lo encontró tirado frente al asiento del copiloto, junto a un maletín de trabajo y su móvil. Abrió el maletero del coche y sacó una maleta grande y elegante de cuero. Tenía pinta de ser bastante cara, al igual que el resto de sus cosas. Lo tomó todo y lo llevó hasta su coche de policía. Después llamó a la grúa.

      Tuvo que esperar un buen rato a que esta llegase y, tras formalizar el papeleo para que se llevasen el vehículo, fue directamente al hospital, rezando para que las heridas de Gina se limitasen a unas cuantas contusiones, y el susto.

      Gina esperaba en la camilla, en uno de los box de urgencias, a que el médico que la había atendido a su llegada en la ambulancia volviese con los resultados de las placas. Le habían puesto una vía con medicación para el dolor y examinaron sus heridas. La única aparente era un corte bastante feo en la cabeza que habían tenido que coserle. Aun así, también habían decidido descartar roturas de huesos u otras lesiones internas con unas radiografías. Ahora estaba sola en el box esperando, tumbada en la camilla y helada de frío. Era la primera vez que tenía que ir a un hospital en años. De hecho, la última vez que tuvo que visitar uno fue aquel mismo, en Bellheaven. Tenía doce años y había salido a montar en bicicleta con Justice por el pueblo. Lo retó a una carrera que ganó, por supuesto, pero terminó con sus huesos en el contenedor metálico de basura de la señora Tooley. Tuvieron que darle cuatro puntos en la rodilla y administrarle la antitetánica. Su madre se había puesto hecha una fiera, pero mereció la pena ver la cara de Justice cuando lo adelantó en la última curva del recorrido.

      Justice… El golpe de aquella noche, en la cabeza, debía de haber sido monumental, porque su mente había alucinado creyendo verlo junto a la ambulancia que la había trasladado desde el accidente. Se llevó una mano hasta el lugar de la herida. Se la habían vendado tras darle unos cuantos puntos. El dolor había menguado, pero tenía un zumbido incesante y molesto que no la dejaba pensar con claridad. ¿Qué iba a hacer ahora? Su coche de alquiler se había quedado en aquella carretera. No sabía los daños que tenía. Sus cosas también estaban en el accidente…

      En ese momento oyó tras la cortina la voz de un hombre que reconoció como la misma que la había rescatado en el accidente. Inmediatamente intentó enderezarse en la camilla, pero no lo consiguió. Seguía doliéndole todo el cuerpo.

      —Jefe, puede aguardar en la sala de espera —le decía una enfermera.

      —No se preocupe, enfermera, soy el acompañante de la señorita Walters. Prefiero permanecer con ella en el box —contestó él, sin dar lugar a replica.

      Lo oyó dar los últimos pasos y abrir la cortinilla que la ocultaba del pasillo de Urgencias.

      El corazón de Gina se detuvo.

      —Hola, Gina —la saludó la visión de Justice, que volvió a aparecer ante ella robándole el aire de los pulmones.

      La enfermera, torciendo el gesto, pero segura de que no podía hacer nada para que el jefe de policía del pueblo abandonase el box, se marchó, cerrando la cortina tras ella.

      Gina no contestó. Debía de estar alucinando. No podía ser Justice, su Justice… Su corazón volvió a latir descontrolado en el pecho.

      —Justice… Eres tú… De veras eres tú…

      Él sonrió, regalándole aquella mirada entornada, gris y pícara, aunque cargada de preocupación. Y no tuvo ninguna duda. Ninguna otra sonrisa СКАЧАТЬ