Pickle Pie. George Saoulidis
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Название: Pickle Pie

Автор: George Saoulidis

Издательство: Tektime S.r.l.s.

Жанр: Героическая фантастика

Серия:

isbn: 9788893987738

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СКАЧАТЬ un ORA en la palma de su mano. Un Objeto de Realidad Aumentada que podía ser visto por cualquiera en su veil, es decir, casi todo el planeta. Era una mujer con armadura, endiabladamente sexy, con el culo levantado y labios seductores. “Esa es Sirena, mi favorita. Preciosa, ¿No? ¿Cuál te gusta?”

      El hombre levantó la vista y en realidad parecía interesado en saber su respuesta.

      “Uh, no estoy interesado en los deportes. ¿Dónde dices que mataron a Diego?”

      El dependiente tocó el número de una calle y compartió el mapa con Héctor.

      “Gracias”.

      “De nada. Ven y apuéstale a Sirena ¿Sí? ¡Dinero garantizado!” Le gritó mientras se iba.

      CAÍDA OCHO

      Nadie se había preocupado por lavar la sangre.

      Héctor se quedó allí con las manos en los bolsillos de su chaqueta. La sangre era roja en los bordes, seca, ahora se veía negruzca-marrón. No era rosada. Esto no era un partido deportivo. No era un espectáculo en el veil, o en la red o en Realidad Virtual.

      Había conocido a Diego por más de 10 años y eso es bastante tiempo cuando sólo tienes 30. Prácticamente toda tu vida de adulto. En realidad no era un amigo, pero conocía al bastardo bastante bien.

      Se habían emborrachado algunas veces juntos, compartido algunas risas. Menos cuando se volvió un adicto, desde ese momento todo se reducía a la siguiente apuesta de Diego. Nunca fue el mejor de los clientes, pero siempre pagaba sus deudas con datos que conseguía en la calle y otras oportunidades. La mayoría era pura mierda, pero algunos de sus datos en realidad habían dado resultados.

      Y ahora todo lo que quedaba de él era una mancha al lado de la calle. Un envoltorio de comida botado se había pegado en la sangre seca.

      Basura pegada a la basura.

      Se pasó la media hora siguiente caminando arriba y abajo por el callejón tratando que alguien le atendiera el teléfono. El cuerpo de Diego había sido recogido e iba a ser dispuesto por la ciudad de Atenas. Él quería ser reciclado, que una planta naciera de él. Le informaron a Héctor que su amigo era un adorador de Deméter.

      Héctor sonrió con sorpresa. No había conocido este lado de consciencia ambiental de Diego. La ciudad había declinado la solicitud del testamento por falta de fondos, naturalmente. Ni siquiera una iglesia corporativa daba donaciones a la gente, mucho menos a los muertos.

      Héctor lo pensó durante un minuto.

      “Pagaré por el funeral y por su deseo. Envíenme la cuenta”. 1.200 euros decía en el email.

      Revisó su cuenta bancaria, tenía 1.700 euros. “Lo añadiré al resto de lo que me debes, bastardo estúpido”, le dijo a la mancha de sangre.

      “¿Perdón, señor?”

      “Nada, me encargaré de ello en este momento”.

      Trancó el teléfono, pagó la cuenta electrónicamente y fue por los víveres, aunque ante el sólo pensamiento de la comida en ese momento lo hacía vomitar.

      CAÍDA NUEVE

      De regreso en su taller, algo molestaba a Héctor. Leyó el último texto que Diego le había enviado y se lo leyó en voz alta a Armadillo.

      “¿Alguna idea? ¿No?”

      Soltó las herramientas y se dirigió al frente. Se paró en el sitio en que había visto a Diego por última vez. Cuando le había dado la espalda. Miró alrededor.

      La alacena de la derecha, cerca de la salida.

      La abrió.

      El pendrive estaba allí. Limpio. Precioso.

      El astuto bastardo. Le había dado la espalda, ¿Qué, cinco segundos? ¿Diez, máximo?

      Héctor lo asió con fuerza y se fue a ver a otro artesano que conocía.

      CAÍDA DIEZ

      “Hermosa pieza tienes allí”, dijo el hombre con sobrepeso mientras buscaba en su computadora. El cubil del hacker estaba lleno de computadoras desarmadas y refrescos.

      “Tony, aun no entiendo esta cosa de ser propietario de una cadena de bloques.

      “Violador, hombre. Ese es mi nombre”, se quejó el Hacker.

      “Nunca te voy a llamar así. Ahora, deja de hacerme perder el tiempo y explícamelo”, dijo con cara de aburrimiento y haciéndole señas para que siguiera adelante.

      El hacker Tony tomó un sorbo y lo pensó. “Mira, la cadena de bloques es pública e inmutable, Es un registro de quién envió qué”.

      “Yo uso criptomonedas y más o menos lo entiendo. Ahora, ¿en qué me beneficia este pendrive?”

      “Este pendrive contiene un contrato de manumisión, la propiedad de la clave segura asignada a una atleta. En este caso la de una Patty Roo”. Tony mostró la imagen de la atleta.

Nombre Patricia Georgious
Alias Patty Roo
Fortaleza 2
Velocidad 1
Estrategia 3
Sensualidad 1
Talla de Copa D
Aumentación 21%
Equipo Chicas de Posters (Reemplazo Temporal)
Posición Ejecutora (Espada y Escudo)
Victorias 4
Derrotas 67
Ingresos 4500
Patrocinios Ninguno

      Héctor se inclinó hacia adelante, dejando de estar fastidiado repentinamente. “¿4500 de ingresos, cómo en euros mensuales?” Silbó. No era una fortuna pero necesitaba tres pedidos completos para llegar a ese nivel de ingresos en su taller y también tenía gastos y costos de materiales en los que pensar.

      “Sí, déjame cargar la app de Dueños de Ciberpink en tu veil

      Héctor le dio al botón de instalar tan pronto como apareció sin que sus ojos se apartaran de la página de estadísticas.

      “Y ahora la clave segura del dueño…” Tony golpeó su tablero.

      “Esperemos СКАЧАТЬ