Название: ¡Católicos Despertad!
Автор: Marino Restrepo
Издательство: Ingram
Жанр: Словари
isbn: 9781456622336
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Aunque no seamos conscientes de nuestra fortaleza espiritual, de nuestro poder contra el enemigo, hacemos nuestra parte por el simple hecho de estar ahí en medio de la batalla, porque somos el Pueblo de Dios. Este hecho en sí mismo nos pone en una posición fuerte, donde el enemigo no tendrá ningún poder sobre el territorio que estamos defendiendo. Lo anterior se asemeja al guardia en la puerta de una joyería, debidamente armado, de tal forma que los ladrones consideran que este sitio no es propicio para un robo, el guardia no logra saber quién de aquellos que pasan frente al almacén es un ladrón, pero su presencia y fortaleza permiten dar seguridad a este negocio en particular.
No hay mucha diferencia entre este guardia y un hijo de Dios que está despierto y alerta defendiendo el territorio de las almas que le han sido encomendadas, manteniéndose fiel en su posición todo el tiempo.
¿Cuál será esa posición?. Es simplemente el sitio que ocupamos en nuestra vida diaria viviendo de acuerdo a la voluntad de Dios, a pesar de desconocer completamente cómo están operando las cosas espiritualmente.
Podríamos colocarnos al lado de San Juan, el apóstol del amor, al pie de la cruz y contemplar cómo fue capaz de caminar con Jesús todo el trayecto del Calvario y presenciar su crucifixión y muerte. San Juan fue testigo del padecimiento del Señor a pesar de no entender lo que estaba sucediendo, él sabía que su Maestro era Dios, lo había visto transfigurarse y había sido testigo de casi todos los milagros realizados por Jesús, reconociéndolo como el Salvador y observando el escenario inverosímil que había permitido, cuando sus propias criaturas lo golpeaban y humillaban, San Juan aceptó todo esto como algo que tendría que ocurrir de esa forma, sólo por el amor que tenía a su Maestro y su fidelidad para entender la voluntad de Dios en su Hijo y que repercutiría en la salvaciòn de la humanidad.
Esta actitud del apóstol más joven es la dirección que nuestra fe debe tomar, es la ruta que nuestros corazones deben seguir, es el ritmo en el que todo nuestro ser debe mantenerse mientras vamos remando por las aguas de esta vida temporal.
No hay otra forma en que el cristiano pueda cruzar el desierto de esta vida terrenal más que tomando las armas espirituales de los Sacramentos y haciendo frente a las adversidades de cada día con audacia, con la certeza de estar del lado del ejército triunfador, de ser parte del verdadero poder. Estar alerta y ser humildes y obedientes a la voluntad de Dios nos permite adherirnos a las reglas de la milicia celestial y nos permite luchar de manera efectiva contra los enemigos del alma.
Estar en contacto con esta realidad espiritual conduce al cristiano a lo largo del camino del bien y desarrolla dentro de su corazón las semillas de la verdad que le han sido implantadas desde el Bautismo. Esto activará los dones del Espíritu Santo y darán fruto abundante en la lucha espiritual de la Iglesia Militante en la tierra.
Debemos entender que ser fieles a Dios significa estar en armonía con el ejército celestial; los Santos y los Ángeles de Dios. Todo aquello que no podemos ver del mundo espiritual, debido a nuestra naturaleza material, está protegido por los espíritus de Dios que están con nosotros como parte de la misma familia de Dios a la que pertenecemos; ellos complementan y balancean lo que nos hace falta para ser plenamente eficaces cuando nos enfrentamos a las fuerzas espirituales enemigas.
Los espíritus de Dios son los ojos de nuestra alma, y en unión con ellos formamos un cuerpo perfecto dentro del cual no hay oscuridad.
Como cuerpos intelectuales, ellos actúan a través de nuestros sentidos, instintos e imaginación, también se comunican con nosotros en el campo de nuestros sueños y trabajan con toda la información que hemos acumulado durante nuestra existencia terrenal, tienen un inmenso territorio de acción dentro de nosotros en el cual son capaces de asistirnos hasta en el más mínimo detalle estratégico o en la simple vida cotidiana.
Sin embargo, no invaden nuestra privacidad. No actuarán en ningún área de nuestro ser a menos que estemos buscando obedecer la Ley de Dios, y estemos en perfecta armonía con Su voluntad.
Ser fieles al llamado de Dios es estar abiertos a los dones del Espíritu y los Santos Ángeles de Dios son los guardianes de éstos. Es importante anotar que por causa del pecado original estamos disminuidos en nuestra naturaleza humana, la cual debido a su estado de mortalidad es imperfecta, por esto, al unirnos con los Ángeles de Dios, ellos nos complementan y fortalecen en todas nuestras carencias y debilidades, nos convierten en una verdadera unidad espiritual al estar con nosotros.
Es claro que una parte del ejército de los Ángeles de Dios son los Santos, tan pronto entramos en la Gloria de Dios nos hacemos parte de éste, es por ello que Jesús en una discusión con los saduceos sobre la resurrección dijo: "Seréis como ángeles" (Mt 22, 30). Nuestro Ángel Guardián pertenece a un coro de Ángeles y su espiritualidad es aquella que ha sido escogida por Dios para nosotros, y será la luz que nos guía por este destierro hasta llevarnos a la plenitud del Reino de Dios. En el momento en que el alma entra en la morada eterna se adherirá permanentemente a los coros angelicales. Esto no significa que seremos convertidos en estos hermosos seres; pues hemos sido creados para ser seres humanos de manera perpetua, pero perfectos como ellos.
El verdadero misterio de lo que significa el Cuerpo Místico de Cristo está más allá de la comprensión humana, debemos abandonarnos en el misterio y confiar en Dios hasta el punto de obedecerle a pesar de no entender los misterios de la fe. Esto en sí mismo nos coloca en una posición muy ventajosa; ya que nos unirá con el Padre Celestial y nos conducirá directamente a la formación celestial donde la voluntad de Dios será cada vez más clara.
El poder invisible de Dios
No hay mayor alegría en el cielo que ver una persona fiel a Dios en la tierra, que a pesar de no poder ver el mundo espiritual, está luchando perfectamente unido a Él en fe contra un enemigo invisible, con armas impalpables, al lado de fuerzas amigas incorpóreas que lo apoyan y en las cuales confía incondicionalmente.
Esto es magnífico porque es en un espectáculo de santidad que no podría lograrse fuera de la voluntad de Dios; es el milagro de la redención en Jesucristo, un don sobrenatural.
Aún el más pequeño hijo escogido de Dios en la tierra, si combate en perfecta obediencia a Jesucristo nuestro Señor, es capaz de defenderse del más grande de los gigantes del infierno. Es grande el poder dado al ejército de Dios contra las fuerzas de Satanás: "David con una piedra derrota a Goliat" (1 Sam 17, 48-52).
Si supiéramos un poco sobre el poder del ejército al que pertenecemos como cristianos, seríamos más fieles, valientes y felices. El mundo nos seduce de tal forma que nos hace perder la mayor parte del valioso tiempo de nuestra preciosa vida. Por supuesto, todo es parte de la estrategia del enemigo para agotar la fuerza de los hijos de Dios, haciéndonos ignorar los dones de nuestra fe.
Es triste ver una gran parte de la grandeza de Dios desconocida por los cristianos que deciden seguir los caminos del mundo, es decir, ver a Jesús nuevamente crucificado.
Encontrar nuestro lugar dentro del destino que Dios ha trazado, es descubrir lo más importante de nuestra vida: nuestra misión, que es creer que Dios todo lo sabe y todo lo puede.
Entonces, ¿a dónde nos lleva esto?. A comprender que abandonarnos en su Santa Voluntad nos dará la paz, esa certeza de estar bajo sus alas de amor y protección y que Él tiene un plan perfecto para nosotros.
Pero ¿abandonarnos a su voluntad?, ¿qué significa esto?, ¿cómo se logra?.
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