Название: En busca de Cristo en América Latina
Автор: Samuel Escobar
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
isbn: 9789871355969
isbn:
28 Ver documentos que dan cuenta de este proceso en Signos de renovación, editado por Gustavo Gutiérrez, CEAS, Lima, 1969.
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El Cristo ibérico que cruzó los mares
Para cualquiera que se interese por la historia espiritual de Iberoamérica, visitar la Catedral católica de la ciudad del Cuzco en el Perú es una experiencia de valor singular. Esa monumental iglesia barroca tiene un techo con doce pequeñas cúpulas, una por cada uno de los apóstoles. En el claroscuro de su interior, entre el humo del incienso y el resplandor de las velas de los devotos, parecería que estamos en alguna iglesia del sur de España o de Portugal. Uno de los cuadros más fascinantes en esta iglesia es el que representa la llamada «Última Cena» de Jesús con sus discípulos. Está pintado siguiendo el modelo de los grandes maestros europeos de la época, pero si prestamos atención notaremos algunas características especiales. El color de la piel de Jesús y sus apóstoles es cobrizo o aceitunado, y en algunos, los rasgos físicos son indígenas o mestizos. Sobre la mesa de la cena no hay un cordero sino un cuy o conejillo de Indias gigante, animal cuya carne era muy apreciada por los indios. En la fina vasija de cristal que aparece a un costado de la mesa no parece haber vino sino chicha, la bebida de maíz de los incas. En la bandeja de frutas, algunas son las que trajeron los españoles pero junto a ellas aparecen también las frutas propias de la América. Estamos ante un ejemplo singular de lo que los estudiosos de la comunicación del mensaje cristiano llaman contextualización, el proceso en el cual un texto interactúa con el nuevo contexto en que se lee.
Las señales de una presencia vigorosa de Cristo en la cultura latinoamericana son innegables. Dos caminos nos permiten explorar esa presencia: el arte y la literatura popular. Hay que prestar especial atención a la pintura y la escultura. En ellas tenemos manifestaciones que, aunque fueron fruto del talento de una élite, alcanzaron aceptación casi universal en la mentalidad popular. Pocas décadas después de la llegada de los españoles a territorio americano, habían surgido escuelas de pintura como la cusqueña, de Cusco en el Perú y la quiteña, de Quito en Ecuador, cuyas expresiones todavía pueden apreciarse en las iglesias coloniales de la región andina. En los cuadros de estas escuelas puede observarse cómo el texto recibido ha adquirido las dimensiones del contexto que lo recibe. El artista parece haber entendido la historia de Jesús, pero de alguna manera la ha traducido a los términos de su propia vida y cultura. En otras palabras, se ha apropiado de la verdad a su manera, no como un simple calco del mensaje traído por el misionero sino entendiendo la universalidad de ese mensaje en los términos de la particularidad de la vivencia del pueblo receptor.
Esto parece comprobarlo la devoción popular a esas imágenes morenas, como una de la llamada «escuela cusqueña», conocida como el Señor de los Temblores, o mejor aun como dicen hasta hoy los indios, «Taitacha Temblores». En esta expresión mestiza se capta la percepción de Jesús como «Señor» o «Padre», en quechua «Taita». Más aun, el sufijo que se agrega «taitacha», indica respeto, cariño, expectativa de compasión y comprensión. «Temblores» alude a los constantes movimientos telúricos propios de la zona andina donde la vida diaria se ve interrumpida de cuando en cuando por esas inesperadas instancias de pánico en las cuales la gente acude a Dios.
Hay algunas evidencias de que en el proceso misionero del siglo XVI hubo momentos y lugares en que se llegó a trasmitir la verdad acerca de Jesucristo y el Evangelio, que ha persistido a través de los siglos porque alcanzó una medida de arraigo popular. Así por ejemplo en Chile existe lo que se llama «Canto a lo divino», una forma versificada de recordar y cantar escenas de los evangelios y de la vida, pasión y muerte de Jesucristo que ha ido trasmitiéndose desde el siglo XVI, usando la métrica de las décimas. Dice Miguel Jordá respecto a la obra de los misioneros: «El pueblo no sabía leer y escribir y el único medio que estaba a su alcance era repetir y memorizar. Pronto se dieron cuenta que la décima podía ser un recurso valiosísimo para transmitir el mensaje cristiano. La catequesis en aquellos años era cantada e incluso bailada».1 Los misioneros tradujeron episodios bíblicos al lenguaje poético criollo, y posteriormente «los mismos catequizados, por su propia cuenta, empezaron a versificar la predicación de los misioneros, centrando su atención en los puntos bíblicos que a ellos les parecieron más importantes. Con ello, aunque la ortodoxia de los versos principiaba a peligrar, la tradición del canto arraigaba más y más en el alma del pueblo».2 Al tiempo de escribir su obra, Jordá había detectado la presencia de unos 560 cantores populares en todo Chile que practicaban el «Canto a lo divino», sobre todo en áreas rurales. Es una actividad espontánea no controlada por la Iglesia y que se va trasmitiendo por iniciativa popular de una generación a otra. Veamos unas muestras:
Nacimiento
Del tronco nace la rama
y de la rama la flor
de la flor nació María
y de María el Señor…
Nació el Misericordioso
en el portal de Belén
y con ser del cielo el rey
al mundo llegó dichoso.
La Virgen dijo con gozo
ya nació este querubín
y con ser tan chiquitín
es el Salvador del mundo
y con gozo muy profundo
adoraba a Manuelín.3
Jesucristo
Practicaba la humildad
El Mesías verdadero
Se alojaba en un pajero
Por no haber otro lugar.
Cansado de caminar
Convertía a chico y grande
Derramó gotas de sangre
En el árbol de la cruz
Recordando yo a Jesús
No siento fatiga ni hambre.4
Si bien es innegable que hay un Cristo de Iberoamérica, no se puede desconocer que para comprenderlo es necesario conocer al Cristo que trajeron los españoles y portugueses en el proceso de la conquista-evangelización. Fuesen nobles o plebeyos estos conquistadores e inmigrantes tenían su propia religiosidad, su manera de vivir la fe católica e interpretarla, y la trasplantaron al Nuevo Mundo de la misma manera que trasplantaron las instituciones sociales y económicas del feudalismo, sus costumbres y actitudes. Así fue como durante la época colonial se desarrolló una imagen de Cristo conformada fundamentalmente por esos componentes ibéricos medievales que a veces han permanecido hasta hoy en el folklore o la religiosidad popular. En otros casos pasaron por un proceso de contextualización dando lugar a imágenes y devociones propiamente americanas, mientras en otros se superpusieron a la religiosidad nativa predominante dando lugar a una extraña amalgama sincrética.
El análisis de Juan A. Mackay
En el esfuerzo por comprender este proceso todavía resultan acertadas las grandes líneas del análisis emprendido por Juan A. Mackay en El otro Cristo español. Sin embargo, durante las décadas más recientes la investigación histórica y antropológica ha acumulado un acervo notable de hallazgos que nos ayudan a matizar los juicios de Mackay СКАЧАТЬ