Al cabo de unos diez minutos arribaron a unas inmensas cámaras. Entonces apagaron las antorchas en el curso de un pequeño torrente de aguas subterráneas que corría paralelo al camino tallado en la roca y por una acequia hecha a propósito para canalizarlas. Una vez dentro del túnel cesó el bullicio de toda aquella gente, que quedó enmudecida cuando el ambiente se iluminó con un brillo verdoso fosforescente. El brillo lo despedían las paredes. Era un extraño material, como hongos que cubrían los muros y que se habían cargado con la luz inicial de las antorchas. Se encontraban en las entrañas secretas de la Madre Tierra o Pacha Mama.
Esculpidas sobre algunas rocas aparecían figuras de serpientes y jaguares, como marcando y dirigiendo el camino. También se multiplicaban por los rincones piedras con petroglifos llamadas quillcas con rostros humanos, espirales y multitud de figuras amorosamente esculpidas para servir de morada a entidades positivas y protectoras aprisionadas por su solidez indestructible. Y es que la piedra, cuyo nombre en quechua es Rumi, tiene un significado mítico en el mundo andino. Proviene de la misma raíz de ruru, que significa también «semilla», por lo que se consideraba que era una especie de semilla de cosas duraderas y eternas.
El techo del túnel contaba cada tanto con profundos hoyos que traían aire fresco del exterior. Al cabo de un largo y pausado recorrido, asomó una intensa corriente de aire fresco del exterior. El lento paso se debía a la cantidad de personas del contingente y a lo estrecho de la ruta, así como por la dificultad que suponía sortear los obstáculos que representaban las innumerables trampas que habían sido colocadas para disuadir, espantar o hasta eliminar a los no iniciados en los caminos secretos. En la ruta no siempre fueron por túneles uniformes; a veces se ampliaba la caverna y aparecían grietas y hasta abismos, acompañados de fosos y pisos falsos, estacas, cuerdas, piedras desprendidas y cuanta trampa podía uno imaginarse.
De pronto el camino empezó a ascender bruscamente, estrechándose aún más hasta dejar paso a una sola fila. El séquito trepó largo rato por altos y sólidos escalones de piedra finamente trabajados, mientras una pequeña cascada caía violentamente a la izquierda, ahogando los jadeos y los pasos de aquellos que llevaban las andas de las momias y de las estatuas (mallquis y wauques), así como de los porteadores de cierta cantidad de objetos preciados llenos de información y conocimiento.
Habían atravesado la ciudad por completo por el camino subterráneo. Al salir del túnel la salida estaba muy bien protegida y disimulada y aparecieron por detrás de la fortaleza de Sacsayhuaman. Allí los aguardaba un grupo de unos cincuenta guerreros o aucapomas al mando de un aucacamayoc, que habían reemplazado a la guardia que controlaba ese lugar aquella noche; no obstante, su presencia militar sorprendió a los desconfiados y temerosos amauta cuna.
Faltaban pocas horas para que amaneciese, por lo cual debían apresurarse para cubrir la distancia que los separaba del camino al valle del río Urubamba y al siguiente túnel, que se encontraba kilómetros por delante y en donde los esperaba un centenar de llamas cargadas con vituallas y otras más para aligerar la carga que llevaban encima. También se había previsto que en Paucartambo los alcanzarían otros grupos que protegerían la huida, entre ellos gente de Calca, dirigida por el llantacamayoc runa Cayaticoc (oficial del pueblo encargado de comisiones).
1 Signos o símbolos de una posible escritura inca, que equivalen a una palabra o a una idea.
2 Judías del Perú, gruesas como un haba, casi redondas y muy blancas. Fuente: RAE.
3 Entre los antiguos incas, mujer del emperador, señora soberana o princesa. Fuente: RAE
4 En las regiones quechuas y diaguitas, fortaleza con gruesas pircas, que construían los indígenas en alturas estratégicas.
5 Un castellano de oro equivalía a 4,6 gramos de oro. Por aquel entonces una libra no eran 500 gramos sino 460 gramos, y un kilo equivalía a 920 gramos. Esto es, que el rescate equivalía a 6.632,70 kilos de oro o más de seis toneladas y media de oro. Un marco de plata eran ocho onzas y una onza de plata 31.103 gramos, por lo cual 57,000 marcos equivalían a 456.000 onzas de plata, que multiplicados por 31.103 gramos da 14.182.968 gramos, lo cual significa unas catorce toneladas de plata.
6 El botín del saqueo de Qosqo fue de 580.000 pesos o castellanos de oro, esto es casi tres toneladas de oro y 215.000 marcos de plata.
7 Camélido de los Andes meridionales. Fuente: RAE.
8 Hijo del Sol.
9 Final de un ciclo.
10 Mazorca de maíz de tamaño y forma extraordinarios.
11 Corona e insignia de los Masca, consistente en un haz de hilos rojos encendidos que se introducía por canutillos de oro hasta la mitad, permitiendo que el resto cayera libremente.
12 Ciudad fundada en las selvas del Madre de Dios más de setenta años antes por su abuelo, Túpac Yupanqui.
13 Actualmente se encuentra detrás del altar mayor de la Iglesia de Santo Domingo.
II. LA COMUNIDAD DEL SANTUARIO
«Si aceptas ser guiado por la vida, una vez que te has preparado, esta aprovecha para ponerte al frente de otros para guiarlos, proteger y guardar lo que realmente tiene valor».
Desde Paucartambo la caravana continuó incrementada por todos aquellos que se habían añadido a la misma. Tuvieron que transcurrir algunos días para que alcanzaran el paso entre montañas cercano al Apucantiti, que conduciría al valle de Kosñipata o Tierra de las nubes, por donde se desciende hasta la selva alta. Una vez que llegaron al abra, o paso entre montañas, siguieron avanzando por estrechos y peligrosos caminos, agradeciendo con una apacheta o amontonamiento de piedras a los apus, o espíritus de las montañas, los favores y la protección recibidos. En su descenso hacia los caudalosos ríos de la jungla, una parte del grupo continuó camino al poblado de Lacco, llevando consigo algunas de las literas que cargaban con los mallquis. En un pucullo, o cueva, procuraron dejar pistas falsas, mientras que el resto avanzó hacia el Amarumayo, el río alto Madre de Dios, guiados por Choque, llamado ya por todos el «poderoso señor Serpiente» o hijo insigne del linaje de los Amaru.
El príncipe inca caminaba delante del grupo sin privilegio alguno, como Aisavilca o «jefe guía» que era. Había rechazado ser llevado en una litera como era costumbre entre los señores principales. Daba ánimos a su gente de manera constante, sobre todo a los rezagados, ofreciendo su hombro a aquellos que se sentían desfallecer por las largas jornadas, las altas temperaturas y las enfermedades transmitidas por los insectos que abundaban en la СКАЧАТЬ