Camino al colapso. Julián Zícari
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СКАЧАТЬ para 1999. Duhalde ya había invertido demasiado energía y tiempo en acabar con los planes de Menem, como también debía garantizarse, aún con la derrota que le había causado al riojano, de que este no continuara con el control partidario, lanzara nuevos competidores alternativos (como Ortega, todavía en carrera a pesar del retiro de Menem) u otros candidatos del PJ que lo pudieran desafiar en pos de la candidatura partidaria (como la débil opción que comenzó a representar el gobernador de San Luis, Adolfo Rodríguez Saá). Por ello, del mismo modo en que Menem había buscado convertir al peronismo en un clásico partido conservador y liberal de derecha, Duhalde, como ya mencionamos, pulseaba por llevarlo en otra dirección y rumbear más bien hacia un perfil neodesarrollista, que lindaba con el populismo tradicional, en el cual reclamaba más participación del Estado en la economía y que hubiera una mayor sensibilidad social. En este caso, si el menemismo había terminado por construir una coalición detrás de la convertibilidad en la que se alineaban el capital financiero, los bancos, las empresas privatizadas y los organismos de crédito multilaterales, Duhalde intentó conformar una articulación entre sindicatos, pequeños y medianos productores locales y el grupo de empresarios con intereses mercadointernistas y de perfil exportador, sin excluir tampoco a grandes grupos económicos locales. Así, primero señaló con contundencia que “el modelo está agotado” (Clarín 27/07/1998), sugiriendo que las perspectivas económicas abiertas por el ciclo de la convertibilidad y del tipo de cambio fijo estaban languideciendo, dado que una recesión estaba en curso, el desempleo era un problema muy grave y que la competitividad externa del país iba de mal en peor. Decía al respecto Duhalde: “El modelo está agotado porque cumplió los objetivos para los cuales fue creado, que fueron derrotar la inflación y asegurar la estabilidad […] mientras más tardemos en darnos cuenta que este modelo está irremediablemente agotado, más vamos a tardar en poner en marcha uno nuevo” (Clarín 03/08/1998). De allí que fuera instalando como principal lema de campaña electoral la consigna “Concertación ahora” y elaborara distintos tipos de propuestas para motorizar la economía luego del estancamiento recesivo en el que entró el país durante la segunda mitad de 1998. Las medidas que fue planteando, no sin ciertos zigzagueos y ambigüedades, eran de corte activo y keynesiano: suspender los despidos por un año como una forma de luchar contra la desocupación, realizar una moratoria de la deuda externa del país, crear un seguro universal de desempleo, bajar el IVA del 21% al 15%, aumentar el haber jubilatorio “como primera medida de gobierno” y aplicar alternativas económicas para favorecer a los sectores “productivos”, reforzando la idea del “compre argentino”. Por otra parte, también logró sumar al vicepresidente del país, Carlos Ruckauf –enfrentado con Menem–, para que lo acompañara en su proyecto, acordando con este para que fuera su candidato a gobernador en la provincia de Buenos Aires. Aunque, inexorablemente, para que su plan global y aliados se estructuraran detrás de sí en una coalición viable, le era indispensable contar con un fuerte respaldo dentro del PJ como hilo vertebrador de todas sus fuerzas.

      Ahora bien, más allá de los avances que Duhalde pudiera realizar para terminar de delinear su proyecto político, era el peronismo el que continuaba siéndole esquivo. Porque Menem, a pesar de haber dejado de lado sus pretensiones de reelección –por lo menos públicamente–, comenzó a volcar todo su esfuerzo político en sabotear las oportunidades del proyecto duhaldista. Para ello, Menem no solo continuó con buena parte del control oficial del peronismo, sino que trazó distintos tipos de incentivos hacia los gobernadores del PJ (económicos, políticos, de obra pública, etc.) para que estos separaran las fechas de los comicios de sus provincias de los nacionales, buscando así, de esta forma, que las maquinarias partidarias del interior del país no estuvieran activas al 100% en la elección presidencial, sino con una menor disposición de acompañar a Duhalde. Muchos de los gobernadores peronistas, del mismo modo, parecieron estar dispuestos a tomar medidas de este tipo, puesto que no confiaban además en que el PJ pudiera imponerse a la Alianza en la elección presidencial de octubre de 1999. Por lo tanto, resguardar sus distritos y desvincular lo que allí sucediera de los resultados nacionales era la mejor actitud que pudieran tener como estrategia de supervivencia política individual. Fueron así 16 provincias las que adelantaron las fechas de su elección a gobernador, casi escalonadamente, antes de la presidencial. Además, muchos gobernadores no deseaban que un bonaerense se hiciera de la presidencia puesto que ello implicaría un desequilibrio regional en la transferencia de los recursos a favor del centro y en perjuicio de los distritos del interior26. Con esta estrategia Menem podría asegurarse que el peronismo pudiera continuar gobernando en el interior del país, pero no que triunfara su candidato presidencial, y con ello el riojano podría seguir con el control partidario luego de 1999 y presentarse por el PJ en 2003. A su vez, con la bicefalia peronista que debilitaba la verticalidad del partido les permitió a los gobernadores ganar mayor peso, tener más autonomía, capacidad de hacer demandas y desconcentrar el poder en pos de un renovado federalismo y horizontalidad.

      En este contexto, el calendario electoral comenzó en diciembre de 1998 en Córdoba. Curiosamente fue una provincia gobernada por el radicalismo la primera en competir y la que más adelantó su elección (casi un año con respecto a la presidencial). Esto se debió a que, como vimos, el gobernador Mestre no estaba dispuesto a unir el destino de su provincia a la Alianza, como además pensaba que el radicalismo era lo suficientemente fuerte allí como para ser derrotado. Sin embargo, los cálculos fallaron: el peronismo detrás de Juan Manual de la Sota se impuso en Córdoba por primera vez desde el retorno de la democracia. Un mes después de la elección, al comenzar 1999, la devaluación brasilera golpeó la economía argentina, sembrando dudas sobre la continuidad de la convertibilidad en un año electoral. Las dos sorpresas, tanto la victoria del PJ en Córdoba como el shock externo, generaron cierta intranquilidad, la cual fue aprovechada por Menem para volver al centro de la escena. En este caso porque con la victoria peronista de Córdoba, volvió a reflotar su proyecto reeleccionista, ya que confiaba en que los números electorales –después de todo– mostraban que todavía tenía apoyo, al tiempo que lograba que el juez Bustos Fierro habilitara su candidatura. A su vez, frente a este panorama, decidió hacer hincapié una vez más en que solo su figura podría garantizar el modelo frente a los golpes externos y presentar su propuesta de dolarización total de la economía como la mejor alternativa para blindar la convertibilidad27. Así, Menem, detrás de su proyecto dolarizador, comenzaba a tejer un guiño hacia los Estados Unidos y a la ambición del país del norte de crear una plataforma continental de libre comercio, el ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas).

      Las reacciones que se generaron fueron de distinto tipo. Por el lado del peronismo, Ortega terminó por cerrar un acuerdo con Duhalde en febrero para ser su compañero de fórmula, ya que había perdido la confianza en que Menem finalmente lo apoyara o que aquel pudiera presentar su candidatura. A su vez, también sirvió para que la Alianza, junto a Duhalde, Rodríguez Saá y Cavallo se unieran para poner fin a las ambiciones de Menem, puesto que la amenaza a partir de la habilitación judicial de Bustos Fierro pareció más real que nunca y con visos de llevar a una fractura institucional al país (La Nación 22/03/1999). En paralelo a la unión publica de todo el arco político contra la habilitación, se dieron una serie de reveses contra Menem (nuevos fallos adversos de otros magistrados, la derrota del candidato menemista en Catamarca –Ramón Saadi–, amenazas de convocar a plebiscitos por parte de Duhalde y de la Alianza, así como la asociación de estos en Diputados contra el presidente), los cuales fueron un cóctel demasiado duro que terminó por cercar el sueño menemista de manera definitiva. Con ello, Duhalde pudo asegurar su candidatura junto con Ortega y quedar como única fórmula peronista –sobre todo cuando Rodríguez Saá se vio obligado a retirar la suya (Página 12 03/08/1999) – aunque no pudiera, igualmente, contar con todo el respaldo partidario detrás de sí, puesto que careció del importante apoyo de los caudillos de Córdoba (De la Sota) y de Santa Fe (Reutemann). Por otro lado, debemos decir que la incertidumbre que se pudiera haber presentado con la devaluación brasilera hizo que se fortaleciera en el país un más robusto consenso conservador de defensa de la convertibilidad, ya que una salida de ella pareció representar el temor cierto de la destrucción de la estructura de contratos (pactados en gran medida en dólares), de un default gubernamental, la suba del riesgo y de las tasas de interés, corridas bancarias y cambiarias, así como también el СКАЧАТЬ