Название: Cuéntamelo todo
Автор: Cambria Brockman
Издательство: Bookwire
Жанр: Книги для детей: прочее
Серия: Ficción
isbn: 9788412198935
isbn:
CAPÍTULO OCHO
Día de los Graduados
Después de que el caos de Becca, a punto de ahogarse, se asiente y nuestros estómagos estén llenos de galletas y sidra caliente, nos reunimos junto a la fogata, a la orilla del lago. Algunos rezagados todavía se alinean para saltar, con rostros temblorosos y aprensivos. Tomo una respiración, inhalo el olor de la fogata humeante. Imagino a mi familia asando esponjitas, Levi con chocolate derretido alrededor de la boca. Quiero abrir los ojos y empezar desde el principio, pero cuando los abro, estoy con Khaled, Gemma y John. Se están riendo de algo, así que sonrío y finjo que estoy participando. Pero mi mente está con mi familia, cuando era ingenua, cuando no entendía nada. Era demasiado joven para apreciar esos tiempos, para saber que podían terminar.
—¿Estáis listos para una ducha? —Khaled nos pregunta a los tres.
—Joder, sí —dice Gemma—. Me estoy congelando. Ducharse juntos es el siguiente paso en el día de la tradición. No completamente desnudos, sino en ropa interior. Todo el mundo parece entusiasmado con esto, así que actúo como si yo también lo estuviera. La voz que oigo en mi cabeza me dice que siga a la multitud: finge, finge, finge. John argumenta que Parker, una residencia tranquila, estará menos llena.
Cuando estamos a medio camino de la empinada colina, jadeantes, doy la vuelta para observar a nuestro alrededor.
—Espera, ¿dónde están Ruby y Max? —pregunto, mirando a Khaled. Advierto que no los he visto desde hace un rato. Denise cuelga detrás de Khaled, y su piel de plástico se arrastra contra el suelo.
Khaled y yo nos giramos y examinamos la colina. Pequeños grupos de compañeros nuestros comienzan a dispersarse en todas direcciones, ansiosos por darse una ducha de agua caliente. Desde donde estamos, podemos ver la mitad de nuestro pequeño campus. A pesar del desnudo invierno, sigue siendo hermoso y pintoresco con sus edificios de ladrillo y sus amplios senderos, su pendiente de tierra ondulante y en calma. Una parte de mí quiere escapar en la biblioteca, dentro de un libro, abandonar el resto del Día de los Graduados.
Khaled me da un codazo.
—Por allí —murmura, para que sólo yo pueda escucharle.
Veo lo que me señala. Ruby y Max, solos, al borde de la fogata menguante, en lo que parece ser una acalorada discusión. Vuelvo a mirar a John y Gemma, que se están riendo juntos, tratando de no resbalar en un gran charco de barro. Gemma se cuelga del brazo de John, preguntándole qué se siente al ser un héroe. Necesito mantener el rumbo.
—Sigamos —digo—, ya nos encontrarán.
Gemma y John no oyen mi comentario y continúan remontando la colina en la euforia de su borrachera. Están demasiado colocados para cuestionarse nada.
Khaled llama mi atención y sacudo la cabeza para que guarde silencio. No dice nada; la camisa a cuadros cuelga de su hombro, el alcohol lo mantiene caliente.
Sé que no hablará, al menos por ahora.
Cuando entramos a la residencia, me dirijo al cuarto de baño de chicas mientras todos los demás avanzan hacia el de chicos.
El servicio huele ferozmente a orina. Los universitarios son unos cerdos asquerosos. Hay un rollo de papel higiénico sin usar esparcido por el suelo, enrollado por debajo de los urinarios. Parte del rollo está mojado y rasgado, y paso por encima de él hacia el retrete más limpio (siempre el primero, nadie elige el primero).
Me siento y orino, descansando mi barbilla en la palma de la mano. Una luz turbia se filtra a través de la ventana. Beber de día es deprimente, la luz del sol subraya nuestro comportamiento inapropiado y hace que todo parezca sucio y barato.
Cuando asistes a la universidad en Edleton, Maine, te vuelves creativo. Edleton es una de las ciudades más hermosas de Estados Unidos, pero también la más aburrida, si eres un estudiante universitario de veinte años. Hace décadas, los hombres de Hawthorne College (porque fue exclusivamente para varones hasta 1964) decidieron actuar ante la ausencia de bares y restaurantes, de manera que crearon el recorrido de las casas para comenzar con estruendo el Día de los Graduados. Una vez al año, cinco casas fuera del campus servirían como esos codiciados abrevaderos. Los estudiantes de último año que estuvieran viviendo allí elegirían un tema y adornarían la casa. Podría ser la Mansión Playboy o un bar clandestino, o incluso podías traer en autobús algunas nudistas desde Portland y transformar tu sala en un club nocturno, lo que fuera. Además, decidieron convertir la iniciativa en una competición. Todos tenían que correr de casa en casa y detenerse sólo para socializar y beber. Quien terminara primero en el agujero del lago congelado, sería el ganador. No es que hubiera un trofeo ni nada parecido. Se trataba de sentir orgullo por tu alma máter, y emborracharse.
Era tan aburrido.
Tiro la cadena del inodoro y abro el grifo para lavarme las manos. Me miro en el espejo: mis mejillas rojas y mi pelo rubio-platino congelado, del que gotean carámbanos al suelo. Mientras que Gemma y Ruby intentaron ir guapas hoy (fácil para Ruby, que siempre va inmaculada), yo voy como siempre: sin maquillaje y mi pelo lacio natural. No me gusta disfrazarme.
La voz de mi madre se escucha en mi cabeza: “¿Estás saliendo con alguien, cariño?”.
Podría decir la verdad: sí, estoy saliendo con alguien, o algo así. ¿Eso era salir con alguien? ¿Qué estábamos haciendo? No queríamos hacerlo público, al menos no hasta la graduación, para la que sólo faltaban unos meses.
Aprieto los dientes, mis pómulos se endurecen. Me alejo del espejo, prefiero secar mis manos sacudiéndolas, en lugar de usar la toalla empapada que está en el suelo, detrás del cubo de basura.
Pienso en lo que sucedió hace un momento con Gemma, en una de las paradas del recorrido de las casas. La oscura sala estaba repleta de estudiantes de último año. Láminas de plástico cubrían las paredes y los muebles. A través del brillo de las luces estroboscópicas, todo estaba teñido de azul, el color de Hawthorne. El equipo de natación había protegido todas sus pertenencias con láminas de plástico y luego había llenado el lugar con globos de agua con pintura azul. Los estudiantes los lanzaban a través de la sala, unos a otros y a las paredes. Vi cómo Khaled estrellaba un globo sobre la cabeza de Ruby. Ella gritó y retrocedió, mientras la pintura se filtraba en las capas de tul del tutú. Otro destello de la antigua Ruby. La echo de menos. No de una manera nostálgica y emocional, sino de la forma en que se desea que un aparato estropeado vuelva a funcionar. Max, vacilante, le dio un globo y ella lo arrojó contra el pecho de Khaled. El globo explotó al instante en su camisa y la pintura azul se derramó en el suelo.
Max y Ruby. No los había visto así desde primer año. Se llevaban bien, eran felices. De alguna manera, la algarabía del Día de los Graduados les hizo olvidar lo que sea que haya pasado entre ellos.
Busqué a Gemma entre la multitud, su pelo azul. Mis ojos surcaron los rostros de mis compañeros. Los reconocía a todos, aunque la mayoría seguían siendo extraños para mí, incluso después de todos estos años juntos.
Y entonces encontré a John y Gemma, en un rincón oscuro, detrás de una puerta abierta, envueltos en un espacio privado. Asumí que estarían coqueteando, como hacían siempre que bebían demasiado. Al menos sabían СКАЧАТЬ