Название: Lady Felicity y el canalla
Автор: Sarah MacLean
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Romantica
isbn: 9788417451967
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—Estaba hablando conmigo misma.
—¿Y ninguna de las dos puede encontrar un insulto mejor para esa Natasha que el de desagradable?
Dio un paso hacia él, pero entonces pareció pensarse mejor el acto de acercarse a un extraño en la oscuridad. Se detuvo.
—¿Cómo describiría usted a Natasha Corkwood?
—No la conozco, así que no lo puedo hacerlo. Pero teniendo en cuenta que ha arremetido con descaro contra la higiene de Hagin y ha resucitado las vergüenzas pasadas de Faulk, seguramente lady Natasha merezca un nivel de creatividad similar.
Ella miró fijamente hacia las sombras durante un buen rato, pero su mirada estaba fija en algún punto más allá de su hombro izquierdo.
—¿Quién es usted?
—Nadie importante.
—Dado que está en el oscuro balcón de una sala desocupada de la casa del duque de Marwick, yo diría que podría ser un hombre de bastante importancia.
—Si seguimos esa misma lógica, usted también debe de ser una mujer de bastante importancia.
Su risa, alta e inesperada, les sorprendió a ambos. Ella negó con la cabeza.
—Pocos estarían de acuerdo con usted.
—No suelo interesarme por las opiniones de los demás.
—Entonces no debe de ser miembro de la aristocracia —respondió con frialdad—, puesto que, para ellos. las opiniones de los demás son tan preciadas como el oro. De extrema importancia.
¿Quién era esa joven?
—¿Por qué estaba en la galería?
Ella parpadeó.
—¿Cómo sabe que es una galería?
—Mi oficio es saber cosas.
—¿Sobre casas que no le pertenecen?
«Esta casa fue casi mía, una vez». Se tragó aquellas palabras.
—Nadie usa esta habitación. ¿Por qué lo hacía usted?
Ella levantó un hombro y después lo dejó caer.
Ahora le tocó a él fruncir el ceño.
—¿Ha venido a reunirse con un hombre?
Ella abrió los ojos como platos.
—¿Disculpe?
—Los balcones oscuros son perfectos para los encuentros amorosos.
—No tengo ni idea de qué me habla.
—¿Sobre balcones? ¿O sobre encuentros amorosos? —Tampoco era que a él le importara.
—Sobre ninguna de las dos cosas, con toda sinceridad.
No debería haberse sentido satisfecho con esa respuesta.
—¿Me creería si le dijera que me gustan las galerías? —prosiguió ella.
—No, no lo haría —respondió—. Y además, está prohibido acceder a esta.
La joven inclinó la cabeza a un lado.
—¿De verdad?
—La mayoría de la gente entiende que no se puede acceder a las salas oscuras.
Ella agitó la mano.
—No soy muy inteligente. —Eso tampoco se lo creía—. Yo podría hacerle la misma pregunta, ¿sabe?
—¿Cuál? —No le gustaba la forma en que ella le daba la vuelta a la conversación para llevarla a su terreno.
—¿Ha venido usted aquí por un encuentro amoroso?
Durante un único y loco instante tuvo una visión sobre el encuentro amoroso que podrían protagonizar ambos allí mismo, en ese balcón oscuro, en pleno verano. De lo que ella podría permitirle hacer mientras la mitad de Londres bailaba y chismorreaba no muy lejos.
O de lo que él podría permitir que ella le hiciera.
Se imaginó alzándola para sentarla sobre la balaustrada de piedra, descubriendo el tacto de su piel, su aroma. Escuchando los sonidos de placer que emitiría. ¿Suspiraría? ¿Gritaría?
Se quedó congelado. Esa mujer, con su rostro sencillo, su cuerpo nada memorable y que hablaba consigo misma, no era el tipo de mujer que Diablo se imaginaba poseyendo contra la pared. ¿Qué le estaba ocurriendo?
—Me tomaré su silencio como un sí, entonces. Y le doy permiso para que continúe con su encuentro amoroso, señor. —Comenzó a caminar por el balcón alejándose de él.
Debería dejarla marchar.
Y sin embargo no pudo evitar replicarle.
—No estoy aquí por ningún encuentro amoroso.
El ruiseñor otra vez. Más rápido y más fuerte que antes. Whit estaba enfadado.
—Entonces, ¿por qué está aquí? —preguntó la mujer.
—Tal vez por la misma razón que usted, querida.
Ella sonrió.
—Me cuesta creer que sea una solterona de cierta edad que se ha visto obligada a ocultarse en la oscuridad después de que se burlaran de ella aquellos a los que una vez llamó amigos.
Ajá. Estaba en lo cierto. La habían perseguido.
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