Название: Lady Felicity y el canalla
Автор: Sarah MacLean
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Romantica
isbn: 9788417451967
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Esta historia comienza con los niños.
Capítulo 1
En la actualidad. Mayo de 1837.
Diablo permanecía en el exterior de Marwick House, bajo la negra sombra de un antiguo olmo, observando a su hermano bastardo que estaba en el interior.
Las velas vacilantes y los cristales moteados distorsionaban la imagen de los invitados que había al otro lado del cristal, dentro del salón de baile, y convertían a la multitud allí reunida —aristócratas y burguesía adinerada— en una turbamulta en movimientos que le recordaba la marea del Támesis, con las mismas bajadas y subidas y distintos colores y olores.
Los cuerpos sin rostro —los caballeros con oscura vestimenta formal y las damas con sedas y satenes de tonos más claros— estaban pegados los unos a los otros, casi incapaces de moverse, a excepción de los cuellos estirados y los abanicos que se agitaban para propagar chismes y especulaciones a través del aire estancado del salón de baile.
Y en el centro, el hombre que estaban desesperados por ver: el ermitaño duque de Marwick, tan nuevo y flamante a pesar de que había ostentado el título desde que su padre muriera. Desde que el padre de los dos muriera.
No. Padre no. Progenitor.
Y el nuevo duque, joven y apuesto, había regresado como el hijo pródigo de Londres. Sobrepasaba una cabeza en altura al resto de los allí reunidos, tenía el cabello rubio, el rostro como cincelado en piedra y los ojos color ámbar de los que los duques de Marwick habían hecho gala durante generaciones. Estaba en forma, era soltero y representaba todo lo que la alta sociedad deseaba de él.
Aunque no era nada de lo que la alta sociedad creía que era.
Diablo podía imaginar los susurros ignorantes que estarían recorriendo el salón de baile.
—¿Por qué un hombre de tal prominencia actúa como un ermitaño?
—¿A quién le importa, mientras sea un duque?
—¿Crees que los rumores son ciertos?
—¿A quién le importa, mientras sea un duque?
—¿Por qué nunca ha venido a la ciudad?
—¿A quién le importa, mientras sea un duque?
—¿Y si está tan loco como dicen?
—¿A quién le importa, mientras sea un duque?
—He oído que ha entrado en el mercado, necesita un heredero.
Fue eso último lo que había obligado a Diablo a emerger de la oscuridad.
Veinte años atrás, cuando eran hermanos de armas, habían hecho un trato. Y aunque habían sucedido muchas cosas desde que se forjara ese trato, había algo que todavía seguía siendo sagrado: nadie incumplía un trato con Diablo.
No sin castigo.
Y por eso, Diablo esperaba con infinita paciencia, en los jardines de la que había sido la residencia en Londres de muchas generaciones de duques de Marwick, a que llegara el tercero con quien había hecho el trato en cuestión. Habían pasado décadas desde que él y su hermano Whit —ambos conocidos en los rincones más nefastos de Londres como los Bastardos Bareknuckle— vieron al duque por última vez. Décadas desde que escaparon de la residencia campestre del ducado en mitad de la noche, dejando atrás secretos y pecados, para construir su propio reino de secretos y pecados, aunque de distinta clase.
Pero quince días antes se habían entregado las invitaciones en los hogares más fastuosos de Londres —los que tenían los nombres más venerables—, e incluso llegaron a Marwick House sirvientes armados hasta los dientes con plumeros, cera de abejas, planchas y cuerdas para tender. Una semana antes se habían entregado cajas —que contenían velas, mantelería, patatas y oporto— y media docena de divanes para el enorme salón de baile de Marwick, cada uno de ellos adornado con los volantes de las candidatas más eminentes de Londres.
Tres días antes, La voz de Londres aterrizó en el cuartel general de los bastardos en Covent Garden y allí, en la cuarta página, un titular en tinta emborronada rezaba: «¿Se va a casar el misterioso Marwick?».
Diablo había doblado cuidadosamente el papel y lo había dejado encima del escritorio de Whit. Cuando regresó a su lugar de trabajo a la mañana siguiente, lo atravesaba una daga, clavándolo en la madera.
Y así se había decidido.
Su hermano, el duque, había regresado y había aparecido sin previo aviso en ese lugar ideado para los mejores hombres y repleto de los peores, en la tierra que había heredado en el momento en que reclamó su título, en una ciudad que ellos habían convertido en suya. Y al hacerlo, había puesto en evidencia su codicia.
Pero la codicia, en ese lugar, en esa tierra, no estaba permitida.
Por eso, Diablo esperaba y observaba.
Después de unos minutos que se hicieron eternos, el aire cambió y Whit apareció a su lado, silencioso y mortal como un soldado de refuerzo. Como debía ser, puesto que aquello se parecía bastante a una guerra.
—Justo a tiempo —saludó Diablo en voz baja.
Un gruñido.
—¿El duque busca esposa?
Hubo un asentimiento en la oscuridad.
—¿Y СКАЧАТЬ