Cuando es real. Erin Watt
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Название: Cuando es real

Автор: Erin Watt

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия:

isbn: 9788417525057

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СКАЧАТЬ pido que se calme. Es la primera ocasión que hemos tenido para hablar por teléfono desde mi conversación virtual con Oakley. Es obvio que mi novio lleva acumulando frustración estas últimas veinticuatro horas y ha explotado ahora.

      —No puedo ni confirmarlo ni desmentirlo —respondo tras un suspiro.

      —¡Y una mierda! ¿Sabes todos los amigos en común que me han llamado y mandado mensajes para decirme que estás tonteando con Oakley Ford por internet?

      Alzo la guardia.

      —Espero que no dijeses nada de mi trabajo. Has firmado un contrato de confidencialidad, W. Si lo rompes, Diamond…

      —Arruinará mi vida —acaba la frase—. Lo sé.

      Uf, esto no se centra en la vida de W, pero sé por otras veces que voy a tener que escucharlo quejarse y compadecerse hasta que se desahogue.

      —Entonces, ¿qué les has dicho?

      —Que ambos estamos tristes por la ruptura y que tontear con un celebridiota es tu forma de olvidarte de mí.

      Hago un gesto de dolor ante sus palabras, pero solo respondo:

      —Gracias.

      Hay una larga pausa.

      —¿Qué estás haciendo con Ford exactamente? —murmura W.

      —No mucho —vacilo—. Quedaremos para que nos capten las cámaras varias veces. Y puede que haya un beso. No, un pico. Y nada de eso será real, ¿recuerdas?

      —Más vale que no. —Mi corazón se dispara ante sus celos, pero muere al oír sus siguientes palabras—: No me gusta quedar como un perdedor.

      Una voz quejumbrosa suena en la puerta de mi habitación.

      —¡Vaughn! ¡Necesitamos el teléfono!

      Alzo un dedo para hacer callar a Shane.

      —Te prometo que es falso —le aseguro a mi novio—. Como un reality de la tele.

      —¡Tenemos que llamar a Kenny! —grita Spencer al situarse al lado de su gemelo. Ambos me fulminan con la mirada, y el color dorado de sus ojos almendrados brilla de ira. Tienen doce años y ya son más altos que yo, que mido uno sesenta y siete, y me podrían quitar fácilmente el teléfono.

      Suspiro.

      —Tengo que colgar. Los gemelos necesitan el teléfono. Te veo este fin de semana, ¿vale?

      —Vale —vuelve a vacilar—. Te quiero.

      —Yo también te quiero —respondo, los gemelos gimen y hacen como si vomitaran, zarandeando el cabello castaño claro de un lado para otro haciendo aspavientos.

      Cuelgo y le tiro el teléfono a Spencer.

      —Ahí tenéis, renacuajos. Llamad a vuestro querido Kenny.

      Tras marcharse, me tiro en la cama y maldigo el día que dejé que Paisley me convenciera para conocer a Jim Tolson y su séquito.

      Claudia cree que alguien podría conseguir el registro de llamadas, así que durante dos meses no puedo llamar a W ni con mi móvil ni con el de mi hermana, lo que significa estar a merced de dos niños de doce años.

      En realidad tuve que pedirle permiso a Claudia antes de llamar. Y después ella tuvo que reunirse con su equipo de relaciones públicas para decidir si tiene sentido que W se mantenga en contacto con los hermanos de su exnovia. Yo le recordé que W ha formado parte de nuestra familia durante dos años, así que claro que se lleva bien con mis hermanos.

      —El teléfono —anuncia la voz de mi hermana, y me saca de mis pensamientos. Paisley entra con el iPhone en la mano—. Claudia.

      Grito en mi interior. Dios. No puedo lidiar ahora mismo con una de sus peticiones estúpidas.

      —Hoy vas a convertir tu cuenta en privada —me informa Claudia en vez de saludar.

      —¿Por qué? ¿Por todos mis nuevos seguidores? —Cuando me levanté esta mañana descubrí que tenía veinticinco mil nuevos seguidores en Twitter. Casi me muero del susto.

      —Porque queremos echar más leña al fuego. Si de repente la pones privada, las fans de Oakley no podrán seguirte y enloquecerán. Empezarán a cotillear sobre ti en sus propias cuentas y especularán la razón por la que has cambiado la privacidad, y las que ya te siguen empezarán a hacer pantallazos de tus tuits y te convertirán en una persona todavía más famosa.

      No me molesto en discutir. Renuncio a intentar entender la lógica de la publicista.

      —De acuerdo —digo—. ¿Algo más?

      —Sí. Amy te va a enviar un archivo de tu cuenta de Twitter. Empieza a borrar todas las fotos con tu exnovio.

      Me cabreo.

      —¿Cómo habéis conseguido el archivo de mi cuenta? ¿Y cómo habéis obtenido mi correo?

      —De Jim. No preguntes cómo lo ha conseguido. Nunca te lo dirá —exclama Claudia—. Bueno, queremos que borres todo rastro de tu exnovio de la cuenta para mañana. Lo haces, claro está, para borrarlo de tu vida.

      Siento la amargura recorrer mi cuerpo.

      —Si tenéis acceso a mi archivo, ¿por qué no lo hacéis vosotros?

      —Oh, claro. Nos encantaría. Pensábamos que querrías hacerlo tú misma. Olvidarse de un ex es un proceso difícil para una adolescente.

      Imagino a un desconocido viendo mis fotos de W y haciendo clic en el icono de la papelera, y comprendo que tiene razón.

      —Déjalo. Lo haré yo. ¡Y no es mi ex, Claudia!

      —Lo es a ojos del mundo. —Empieza a sonar molesta—. Una última cosa. Necesitamos que vayas a cenar con tu familia esta noche.

      Frunzo el ceño.

      —¿Por qué?

      —Madre mía, Vaughn, ¿tu expresión favorita es «¿por qué?»? Ten cuidado, cielo, o voy a empezar a contestar con un «porque lo digo yo».

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