Название: Historia del Israel bíblico
Автор: Samuel Pagán
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
isbn: 9788417131715
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La esperanza mesiánica adquiere notoriedad y protagonismo en el N.T., pues los primeros cristianos identificaron la promesa del advenimiento del Mesías con la aparición de la figura histórica de Jesús de Nazaret. Las grandes esperanzas veterotestamentarias, de acuerdo con el mensaje de las iglesias primitivas y las enseñanzas de los primeros apóstoles, se hizo realidad en la vida y las acciones sanadoras, pedagógicas y homiléticas del famoso predicador galileo.
Dios es paz. Y en el contexto de estas enseñanzas teológicas, el A.T. presenta un mensaje capaz de llevar salud mental y espiritual a quienes lo leen, estudian y aplican. El importante concepto bíblico de shalom, que en castellano se ha vertido generalmente como «paz», tiene una acepción más amplia y profunda en el idioma hebreo. Ese shalom no se relaciona únicamente con la eliminación de las dificultades, ni tampoco con los deseos de superar los conflictos con sentido de inmediatez, sin tomar en consideración las implicaciones futuras de las decisiones.
La «paz» bíblica se relaciona inminentemente con las ideas de bienestar, salud, prosperidad, abundancia, gozo, felicidad. Es un valor que incluye los conceptos de sentirse completo, bendecido, feliz, dichoso, bienaventurado. La experiencia religiosa que incentiva y promueve ese tipo de paz, contribuye de forma sustancial y significativa a la salud emocional, social y espiritual de sus adeptos.
La paz en la Biblia es el resultado de la implantación concreta y específica de la justicia… No es un estado emocional que evade sus realidades ni respeta las adversidades de la vida. Por el contrario, es una actitud de seguridad y afirmación que le permite a la gente enfrentar los mayores desafíos de la existencia humana con sentido de seguridad, optimismo, realidad y esperanza.
Los nombres de la Biblia
Las formas de identificar y referirse a la Biblia hebrea son varias, y pueden distinguirse tanto por su origen como por su antigüedad. La expresión «Sagrada Escritura» es de origen bíblico, y se remonta a las formas que la versión de los LXX se refería a los libros sagrados (p.ej., 1Cr 15.15; 2Cr 30.5; Esd 6.18). Posteriormente, los escritores del N.T. adoptaron y adaptaron esa terminología en el desarrollo de su literatura. Y entre las formas que utilizaron, se encuentran las siguientes: «Escrituras» (Mt 21.42; 22.29; 26.54; Mr 12.10, 24, 42, 49; Lc 24.27, 32, 45 Jn 2.22; Rm 11.2; Gá 3.8); «Sagra-das Escrituras» (Rm 1.2; 2Ti 3.15); y «Escritura es inspirada por Dios» (2Ti 3.16).
La palabra «Biblia» proviene directamente del idioma griego biblía, que es el plural neutro del singular biblíon, que significa esencialmente «libro», pero en diminutivo. Del griego pasó al latín, biblia o bibliorum, donde se transformó en singular femenino, y se utilizó para designar un conjunto de libros sagrados, de procedencia tanto judía como cristiana. De esa forma se singularizó la expresión, y «Biblia» se refiere, en castellano, no solo al grupo de obras religiosas antiguas independientes, sino al conjunto de ellas, para afirmar de esa forma la unidad de la colección. El termino «libro», en el peculiar sentido de «biblia», que enfatiza la singularidad, se encuentra tanto en Daniel (Dn 9.2; DHH) como en el segundo libro de los Macabeos (2M 8.23). Fue el patriarca de Constantinopla, San Juan Crisóstomo, quien utilizó la palabra Biblia, como nombre propio, por primera vez para referirse a las Sagradas Escrituras.
Las referencias al A.T. y al N.T. tienen también un fundamento bíblico. La expresión «testamento» corresponde al término griego (diatheke), que la Septuaginta (LXX) utiliza para traducir el hebreo «alianza» o «pacto» (berit). De esta forma, la palabra se utilizó, primeramente, para significar el pacto de Dios con el pueblo de Israel, y posteriormente, para aludir a la nueva alianza de Cristo con su iglesia. Así, la antigua alianza y el nuevo pacto con el tiempo vinieron a identificar las Escrituras hebreas y las cristianas.
En la actualidad, sin embargo, algunos estudiosos de las Escrituras evitan la referencia al Antiguo y Nuevo, pues pudiera presuponer algún tipo de juicio valorativo, en el cual lo nuevo es mejor y sustituye lo antiguo. Aunque esa no fue la intensión de los escritores bíblicos, ni tampoco el propósito de las iglesias al utilizar esas designaciones, los creyentes contemporáneos deben ser sensibles a esa situación lingüística, que tiene serias implicaciones teológicas.
Para cambiar esa sensación, se ha propuesto utilizar las expresiones «Primer y Segundo Testamento». Esas designaciones, sin embargo, no están exentas de críticas, pues no revelan la gran tradición histórica que han vivido estos importantes documentos religiosos.
Otras designaciones antiguas de los libros bíblicos incluyen las siguientes: «instrumentum» (Tertuliano), que destaca el uso de las Escrituras como instrumento o documento de fe y autoridad; «Sagradas Letras» (San Agustín); y «testimonium divinum» (San Jerónimo).
Las formas de identificar los diversos libros del A.T. se relacionan con las dos tradiciones mayores que los transmitieron en la antigüedad. En la Biblia hebrea se conocen los libros según la primera palabra del escrito: Por ejemplo, Bereshit, «en el principio», constituye la primera expresión del libro. De acuerdo con la tradición griega de la LXX, sin embargo, los libros se identifican de acuerdo con el tema y contenido que destacan. De esa forma, el primer libro de la Biblia es el Génesis, porque contiene la información de los comienzos del mundo y la historia.
Desde la perspectiva judía, la Biblia hebrea se conoce como Tanak, que es un acrónimo que une las primeras letras de las palabras Torá (o los libros de Moisés, el Pentateuco), Neviim (o los libros proféticos, anteriores y posteriores), y los Ketubim (o Escritos, que incluye el resto del Antiguo Testamento; es decir, la literatura poética, cronista, sapiencial y apocalíptica).
Las diferencias entre la Biblia hebrea y el Antiguo Testamento no son muchas, pero significativas e importantes: Por ejemplo, el orden diferente de los libros (el A.T. finaliza con una profecía en torno al Mesías que viene, y la Biblia hebrea culmina con una referencia al fin del exilio babilónico), y el número de libros que incluyen (las ediciones que se basan en la Septuaginta y la Vulgata incluyen los libros apócrifos o deuterocanónicos, que posiblemente son de origen griego, y son obras que no aparecen en las Biblias hebreas).
El canon de las Escrituras
Un detalle importante al estudiar la literatura judía antigua es descubrir que la Biblia no incluye todos los libros que se produjeron en esas épocas. Inclusive, la misma Biblia alude a obras que ya no poseemos, como el libro del Justo (Jos 10.13; 1S 1.18), que debe haber sido una colección antigua de poemas ya desaparecidos. El canon actual de la Biblia no tiene todos los libros de la comunidad hebrea de la antigüedad, sino que revela un proceso crítico de evaluación y aceptación.
La palabra «canon», que se utiliza para identificar la lista de libros que se aceptan como inspirados por Dios y aceptados con autoridad por las iglesias y los creyentes, se deriva del término griego que describe una regla o caña para medir o, inclusive, alude a un modelo. La expresión, en su traducción al castellano y significación religiosa, se relaciona con los libros que han sido aceptados como genuinos y autoritativos, tanto en las iglesias como en las sinagogas. De esta forma, la palabra «canon» describe adecuadamente los libros que integran y forman parte de las Biblias, tanto judías como cristianas.
Sin embargo, las comunidades judías difieren de las cristianas en torno al grupo de libros que aceptan como fundamento de su fe y sus prácticas religiosas, además del orden en que se encuentran. Junto al A.T. o la Bi-blia hebrea, las iglesias han incorporado y aceptado el N.T. (que contiene los mismos libros en todas las confesiones), con sus veintisiete libros, que incluyen una nueva perspectiva de la vida y la experiencia religiosa, fundamentada en las enseñanzas y los mensajes expuestos por Jesús de Nazaret y sus seguidores.
Inclusive, diversas confesiones cristianas difieren en torno al número de libros que constituyen el A.T. Por ejemplo, las СКАЧАТЬ