Novelas completas. Jane Austen
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Читать онлайн книгу Novelas completas - Jane Austen страница 27

Название: Novelas completas

Автор: Jane Austen

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Colección Oro

isbn: 9788418211188

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      —Ya, ya, puede tratarme todo lo mal que quiera —exclamó con su tradicional buen humor la señora Jennings—. Me ha sacado a Charlotte de encima, y no puede devolverla. Así es que ahora se desquita conmigo.

      Charlotte se rio con gran frenesí al pensar que su esposo no podía librarse de ella, y alegremente dijo que no le importaba cuán irascible fuera él hacia ella, igual debían vivir juntos. Nadie podía tener tan absoluto buen carácter o estar tan decidido a ser feliz como la señora Palmer. La estudiada indiferencia, insolencia y contrariedad de su esposo no la alteraban; y cuando él se enfadaba con ella o la trataba mal, parecía enormemente divertida.

      —¡El señor Palmer es tan chistoso! —le susurró a Elinor—. Siempre está de mal humor.

      Tras observarlo durante un breve tiempo, Elinor no estaba tan dispuesta a darle a él crédito por ser tan genuina y naturalmente de mal talante y mal educado como deseaba aparecer. Puede que su carácter se hubiera agriado algo al descubrir, como tantos otros de su sexo, que por un inexplicable prejuicio en favor de la belleza, se encontraba casado con una mujer muy tonta; pero ella sabía que esta clase de desliz era demasiado común para que un hombre sensato se sintiera afectado por mucho tiempo. Más bien era un deseo de distinción, creía, lo que lo inducía a ser tan displicente con todo el mundo y a su generalizado despecho por todo lo que se le ponía por delante. Era el deseo de parecer superior a los demás. El motivo era demasiado corriente para que causara asombro; pero los medios, aunque tuvieran éxito en establecer su superioridad en mala educación, no parecían idóneos para ganarle la estima de nadie que no fuera su mujer.

      —¡Ah! Mi querida señorita Dashwood —le dijo la señora Palmer poco después—, tengo un favor tan grande que pedirles, a usted y a su hermana. ¿Irían a Cleveland a pasar un tiempo estas Navidades? Por favor, acepten, y vayan mientras los Weston están con nosotros. ¡No pueden imaginar lo feliz que me harán! Mi amor —dijo, dirigiéndose a su marido—, ¿no te encantaría recibir a las señoritas Dashwood en Cleveland?

      —Por supuesto —respondió él con tono de desprecio—, fue mi única intención al venir a Devonshire.

      —Ahí tienen —dijo su esposa—, ya ven que el señor Palmer las espera; así que no pueden negarse.

      Las dos, Elinor y Marianne, declinaron la invitación de manera clara y contundente.

      —Pero no, deben ir y van a ir. Estoy segura de que les gustará por encima de todas las cosas. Los Weston estarán con nosotros, y será sumamente agradable. No pueden imaginarse la delicia de lugar que es Cleveland; y lo pasamos tan bien ahora, porque el señor Palmer está todo el tiempo recorriendo la región en la campaña electoral; y vienen a cenar con nosotros muchas personas a las que nunca he visto antes, lo que es totalmente encantador. Pero, ¡pobre!, es muy pesado para él, porque tiene que hacerse simpático a todo el mundo.

      A duras penas pudo Elinor mantenerse seria mientras estaba de acuerdo en la dificultad de tal empeño.

      El señor Palmer no hizo ni caso.

      —Él no soporta escribir —continuó—, dice que es horrible.

      —No —dijo él—, nunca he dicho algo tan fuera de sentido. No me hagas cargar a mí con todos los agravios que le haces tú al lenguaje.

      —Mírenlo, vean qué divertido es. ¡Siempre es así! En ocasiones pasa la mitad del día sin hablarme, y después sale con algo tan divertido... y por cualquier cosa que se le ocurra.

      Al volver a la sala, la señora Palmer sorprendió a Elinor al preguntarle si su esposo no le agradaba extraordinariamente.

      —Desde luego —respondió Elinor—, parece una persona muy divertida.

      —Bueno... me alegra tanto que sea así. Me imaginé que le gustaría, pues es tan simpático; puedo asegurarle que al señor Palmer le gustan muchísimo usted y sus hermanas, y no se imaginan qué desilusionado se sentirá si no vienen a Cleveland. No logro pensar por qué rehúsan hacerlo.

      Nuevamente Elinor se vio obligada a declinar la invitación; y mediante un cambio de tema, puso fin a sus súplicas. Pensaba en la probabilidad de que, por vivir en la misma región, la señora Palmer pudiera darles noticias sobre Willoughby más detalladas que las que se podían deducir del limitado conocimiento que de él tenían los Middleton, y estaba ansiosa de conseguir de cualquier persona una confirmación de los méritos del joven que permitiera eliminar toda posibilidad de temor por Marianne. Comenzó preguntándole si veía mucho al señor Willoughby en Cleveland y si estaban íntimamente relacionados con él.

      —¡Ah! Sí, querida; lo conozco muy bien —contestó la señora Palmer—. No es que alguna vez haya hablado con él, por cierto que no; pero siempre lo veo en la ciudad. Por una u otra causa, nunca me ha ocurrido estar quedándome en Barton al mismo tiempo que él en Allenham. Mamá lo vio aquí una vez antes; pero yo estaba con mi tío en Weymouth. Sin embargo, puedo decir que me habría encontrado innumerables veces con él en Somersetshire, si por desgracia no hubiese ocurrido que nunca hayamos estado allí al mismo tiempo. Él pasa muy poco en Combe, según tengo entendido; pero si alguna vez lo hiciese, no creo que el señor Palmer lo visitara, porque, como usted sabe, el señor Willoughby está en la Oposición, y además está tan lejos. Sé muy bien por qué pregunta: su hermana va a casarse con él. Me alegra muchísimo, porque así, sabe usted, la tendré de vecina.

      —Le doy mi palabra —dijo Elinor con firmeza— de que usted sabe mucho más que yo de ese asunto, si alguna razón la asiste para aguardar tal unión.

      —No pretenda negarlo, porque usted sabe que todo el mundo habla de ello. Le aseguro que lo escuché cuando pasaba por la ciudad.

      —¡Mi querida señora Palmer!

      —Por mi honor que es verdad... El lunes por la mañana me encontré con el coronel Brandon en Bond Street, justo antes de que saliéramos de la ciudad, y él me lo hizo saber personalmente.

      —Me sorprende usted mucho. ¡Que el coronel Brandon se lo hizo saber! Con toda seguridad se equivoca usted. Dar tal información a una persona a quien no podía interesarle, incluso si fuera cierto, no es lo que yo esperaría del coronel Brandon.

      —Pero le aseguro que sucedió así, tal como se lo dije, y le contaré cómo fue. Cuando nos encontramos con él, caminó un trecho con nosotros; y comenzamos a hablar de mi cuñado y de mi hermana, y de una cosa y otra, y yo le dije: “Entonces, coronel, he oído que hay una nueva familia en la casita de Barton, y mamá me ha contado que son muy bonitas y que una de ellas se va a casar con el señor Willoughby, de Combe Magna. Cuénteme, ¿es verdad? Porque por supuesto usted debe saberlo, como ha estado en Devonshire hace tan poco”.

      —¿Y qué manifestó el coronel?

      —Oh, no dijo mucho; pero parecía saber que era verdad, así que a partir de ese momento lo tomé como cosa verdadera. ¡Será maravilloso, le digo! ¿Cuándo tendrá lugar?

      —¿El señor Brandon se encontraba bien, supongo?

      —Ah, sí, muy bien; y lleno de elogios hacia usted; todo lo que hizo fue decir hermosas cosas sobre usted.

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