Название: Stranger Things
Автор: Brenna Yovanoff
Издательство: Bookwire
Жанр: Книги для детей: прочее
Серия: Ficción
isbn: 9788412198966
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—Si no estás en el coche en diez segundos, me iré sin ti.
Llegué corriendo al salón, máscara en mano. Levantó las cejas cuando la vio, pero se quedó callado.
Me encogí de hombros y sacudí la máscara.
—Es Halloween.
Siguió sin hablar, sólo me miró con ojos aburridos y pesados.
—¿Qué? ¿Ahora ni siquiera tengo permitido disfrazarme?
—Adelante, pero no te sorprendas si pareces una bebé. Nadie en secundaria se disfraza en Halloween. Eso es para los perdedores, ¿de acuerdo?
Me encogí de hombros, pero era un gesto pequeño y vacío. No supe qué decir, volví a mi habitación y metí la máscara en la cómoda. Una cosa más que había dejado de pertenecerme.
CAPÍTULO CUATRO
A pesar de que había cedido ante Billy con respecto al disfraz, aún pensaba que iba a llegar a la secundaria Hawkins con mi ropa de todos los días, sólo para encontrarme con un mar de momias y brujas. Pero nadie más estaba disfrazado. Por mucho que me doliera admitirlo, estaba un poco agradecida de no ser la chica nueva y, además, la única persona en toda la escuela que llevara un disfraz.
Me estaba acostumbrando a la secundaria, pero en comparación con la que había ido en mi hogar, ésta era demasiado simple. Sin tragaluces ni ventanas, parecía como encapsulada en el tiempo, y yo me veía atrapada en una realidad alternativa que era toda luces fluorescentes y suelo. Necesitaba moverme.
Cuando la sensación lenta y pegajosa finalmente fue tan sofocante que no pude soportarla más, dejé caer mi tabla y me paseé perezosamente por los pasillos. Estaba bastante segura de que no estaba permitido, pero necesitaba hacer algo para dejar de sentir el suelo como si fueran arenas movedizas.
Estaba frente a mi taquilla cambiando los libros, cuando alguien se aclaró la garganta a mis espaldas. Cuando me di la vuelta, dos de los chicos acosadores que me habían estado observando desde la malla metálica ayer durante el almuerzo se encontraban de pie uno al lado del otro. Uno tenía el cabello grueso y rizado que sobresalía alrededor de su cabeza y un rostro ancho y alegre. Estaba tan radiante como si nunca hubiera tenido un día mejor. El otro era un chico negro y delgado con un afro corto. Su sonrisa era más firme y menos intensa, pero agradable.
Estaban vestidos como Ray Stantz y Peter Venkman, de Los cazafantasmas. Cuando se presentaron a la clase de Ciencias esa mañana, todos habían reído y murmurado, pero los disfraces eran bastante buenos. Pensé en la máscara guardada en mi cómoda. Incluso si mamá me hubiera dicho que no podía usarla y me hubiera obligado a salir con otra cosa, no habría elegido a Los cazafantasmas. Era una buena película, pero el objetivo de Halloween era ser un monstruo, algo aterrador.
El de cabello rizado ya estaba hablando antes de que pudiera siquiera imaginar qué estaban haciendo allí.
—Hola, Max, soy Dustin, y él es… —el otro era menos frenético. Lo había notado ayer, porque me estaba mirando desde atrás de una cerca, claro, pero también porque básicamente no había chicos negros en Hawkins—: Lucas.
Los miré con desdén, como si me estuvieran aburriendo.
—Sí, ya sé. Los acosadores.
Ambos empezaron a hablar a la vez, interrumpiéndose entre sí. Dustin se lanzó con un agitado monólogo. No podía decir si sólo estaba nervioso o si estaba tratando de venderme algo. Sonaba como si estuviera haciendo algún tipo de estafa, como los revendedores que siempre intentan hacerte comprar sus entradas para los conciertos en el exterior de los bares nocturnos de Los Ángeles.
Tanto él como Lucas hablaban a la vez, divagando, y tardé un minuto en darme cuenta de lo que estaban diciendo. Finalmente, Dustin me miró con los ojos abiertos, como si acabara de tener una revelación.
—Estábamos hablando anoche de que tú eres nueva, seguro que no tienes ningún amigo con quien pedir dulces. Y te asustan los chicos agresivos, y pensamos que no habría problema si vinieras con nosotros.
Era grosero decirlo, tal vez, pero obviamente tenía razón. Había venido a Hawkins sin planes de encajar o ser popular o hacer amigos o algo parecido, pero era difícil admitirlo ahora. Ellos sonreían y me quedé mirándolos, intentando entender si se trataba de algún tipo de juego. Si era verdad que querían que yo fuera con ellos. Había pasado tanto tiempo con Billy que cada vez era más difícil saber cuándo algo era en serio y cuándo era una broma.
Después siguió un breve intercambio que terminó en un remate a su invitación. Sonrió, mostrando sus dientes blancos y parejos:
—Nos veremos en la calle cerrada de Maple a las siete. Siete en punto.
Siempre pensé que era buena para estar sola. Era independiente, no tenía miedo de tomar el autobús para ir al centro por mi cuenta o de subirme a la reja de un solar para ver qué había allí.
Sin embargo, nunca había pasado mucho tiempo sin mis amigos. Siempre hacíamos proyectos juntos, o ideábamos planes para hacerlos. Después de la escuela y durante el verano, pasábamos casi todos los días construyendo fortalezas o corriendo con nuestros monopatines en el parque.
Nate Walker había sido mi mejor amigo desde que teníamos seis años. Era más bajo y más delgado que yo, y tenía los codos nudosos y el tipo de cabello marrón como de ratón que nadie miraba ni le gastaba bromas como me pasaba a mí con mi cabello rojo encendido. Éramos colegas en las excursiones y compañeros de Ciencias, jugábamos a hockey en la calle y acampábamos en mi jardín. Ni siquiera importaba que yo fuera una niña.
El primer día de primer grado, a la hora del almuerzo, vi a este niño delgado con una camisa roja del Hombre Araña agazapado bajo el tobogán. Algunos niños lo habían estado persiguiendo con un gusano muerto incrustado en un palo hasta que él comenzó a llorar y escapó para esconderse. Incluso a los seis años pensé que era inútil llorar, pero me gustó su camisa, así que me metí debajo del tobogán y me senté a su lado.
—¿Qué pasa? —pregunté.
El aire bajo el tobogán era caliente. Todavía puedo recordar cómo la arena hacía que mis manos se sintieran como tiza.
Agachó la cabeza y no respondió.
—¿Quieres ver mi cómic del Hombre Cosa? —pregunté.
Él asintió y se limpió la nariz con el brazo.
El cómic del Hombre Cosa tenía un millón de años y la portada se estaba desencuadernando porque me gustaba llevarlo a todas partes. En él, el Hombre Cosa tiene que luchar contra una pandilla de moteros malvados que han estado dando vueltas alrededor de su pantano, junto con un sombrío constructor que quiere eliminarlo. El constructor contrata a un científico corrupto para que invente una trampa llamada el Cuarto del Sacrificio para deshacerse de él, pero el Hombre Cosa escapa y mata al líder de la banda de moteros antes de regresar al pantano.
Nos sentamos con los hombros muy juntos y leímos el cómic СКАЧАТЬ