Название: Los rostros del otro
Автор: Varios autores
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
isbn: 9789587903478
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Es interesante el repaso histórico del desmembramiento del Imperio otomano que se hace en el texto precedente, y que es clave para comprender cómo se llega hasta la actualidad con las diferentes divisiones administrativas. Para explicar por qué la “nación árabe” no se convirtió en un Estado, nos referimos a identidades solapadas o superpuestas en las cuales los habitantes de la región mantuvieron múltiples rasgos identitarios como la arabidad o lo musulmán, en el desarrollo y posterior consolidación de nuevos nacionalismos.
Dos semblantes singulares han persistido por tiempo prolongado en el Medio Oriente y el Norte de África, como distantes del universo político contemporáneo. El primero es la perdurabilidad y el énfasis de la opresión imperial occidental sobre la región en los siglos XX y XXI. El segundo, desde el periodo poscolonial esta zona se ha caracterizado por una alternancia incesante de guerras e intervenciones de tono imperial, sobre todo con la implicación occidental hasta hoy. Por tanto, la atención imperial y la aplicación de la fuerza, añadidas a la presión financiera, suelen ser una peculiaridad constante allí.
El movimiento de liberación nacional palestino inició en un proceso generalizado de despunte de las nacionalidades en Medio Oriente, a inicios del siglo XX, aunque la palestinidad existía con anterioridad. Ese sentimiento y conciencia identitaria es un fenómeno de larga duración, cuya tradición se ve reflejada en el trabajo de la tierra durante varias generaciones. Esto último va más allá de las legitimaciones empleadas mediante la reconstrucción histórica de su presencia multicultural en ese territorio. Pese a que su construcción identitaria se fortaleció con el establecimiento del Mandato británico en Palestina, lo cierto es que se plasmó en un contexto de múltiples estratos del espacio y el tiempo; de manera semejante a otras identidades árabes de la región o incluso en algún sentido a la israelí, elaboradas en un periodo semejante.
La identidad palestino-árabe (lo árabe no impide su particularidad palestina) se basó en una serie de elementos preexistentes: apego religioso y consideración de Tierra Santa tanto para los musulmanes como para los cristianos, la concepción de Palestina como una entidad administrativa, el temor a la invasión externa y el patriotismo local. Esos elementos de adhesión a Palestina antecedieron al encuentro con el sionismo. Esto refuta la argumentación de que la identidad palestina fue tan solo una reacción a dicho movimiento político de origen europeo. Si bien es cierto que la identidad se desarrolló en el encuentro con un “otro”, para los palestinos hubo diferentes “otros” como las potencias europeas, los gobernantes turcos, las autoridades británicas y los demás pueblos árabes, más allá del otro sionista.
Esto aconteció con reminiscencias del siglo XIX (y anteriores) y sentidos de identificación previa reinterpretados. Igualmente, su memoria y los testimonios del periodo posterior a al-Nakba (la catástrofe, cuando alrededor de 750.000 palestinos fueron forzados a abandonar su tierra e impedidos de regresar a sus hogares) resultaron claves en la reconstitución de ese movimiento. Por tanto, sus características se forjaron a través de la expulsión sufrida, la dispersión de su población por varios países de la zona e incluso de su territorio, y el mantenimiento de una memoria ligada al lugar adonde querían regresar.
Los palestinos se enfrentaron posteriormente a la colonización de Palestina llevada a cabo por el movimiento sionista. También plantearon la necesidad de identificar su resistencia con la lucha árabe posotomana por la independencia política y de afrontar la demanda de un Estado judío. El fracaso para obtener la estatalidad palestina tuvo dos tipos de responsabilidades: externa y por diferencias políticas internas. Las dificultades externas fueron: el otomanismo, el arabismo, los nacionalismos de otros Estados-nación árabes, Israel, y las potencias como Gran Bretaña hasta la Segunda Guerra Mundial, y luego Estados Unidos. En esos contextos, si bien el desafío sionista contribuyó a que la identificación nacional palestina tomara una forma particular, sería un grave error sugerir que dicha identidad emergió como una respuesta al sionismo. Esta surgió en un proceso universal ocurrido en el Mashriq3, en el que se produjo la identificación de los nuevos Estados creados sobre las particiones territoriales de la pos-Primera Guerra Mundial (Khalidi, 1997). En la región, sucedieron pasajes desiguales para la consecución de un Estado propio. Por ejemplo, en líneas generales, Egipto y Túnez disfrutaron de mayor cohesión; en cambio, Siria e Irak tuvieron una mayor fragmentación territorial. Esto provocó mayores dificultades para construir una conciencia nacional, que incluso se puede advertir en los sucesos actuales, donde estos dos últimos países sufren por las disidencias internas, sumadas a la intervención externa de las potencias.
En 1948, Palestina, como parte del Mandato británico, tras sobrevivir a al-Nakba, fue dividida entre Israel, Jordania y Egipto. Por una parte, estas circunstancias permitieron que aflorara desde Occidente (Israel principalmente) la idea del surgimiento tardío de la identidad palestina, posterior a 1964, a partir del inicio de la OLP. Esto es erróneo dado que lo que se produjo fue un resurgimiento del movimiento de liberación nacional y no su inicio, el cual se dio contextualizado en un proceso regional a principios del siglo XX. Mientras tanto, Israel aprovechó para ese propósito la noción del panarabismo. En ese mismo sentido, se observó la etapa (1948-1964) como una interrupción en las manifestaciones de su nacionalismo. Lo cierto es que cuando podrían haber establecido un Estado propio, los palestinos vieron frustradas sus opciones, por la guerra, la expulsión y la desposesión.
Mientras Israel intentaba desarabizar y hebraizar el territorio, empezó la progresiva reconstitución del movimiento nacionalista palestino. Una nueva generación del mismo se gestó en los campos de refugiados, los lugares de trabajo, las escuelas y las universidades. Estos grupos comenzaron en forma encubierta en la década de los cincuenta y de manera más manifiesta a mediados de los años sesenta.
Las antiguas élites fueron desacreditadas, pero persistió una forma de patriotismo basada en el apego a la tierra y la aldea propia, moldeada a partir de atravesar la marginación en lo social y lo político. En ningún país de acogida entre Siria, Líbano y Jordania ellos se beneficiaron de los mismos derechos que sus ciudadanos, incluso cuando se les concedió la nacionalidad, como en el tercero. En esta etapa, la identidad y el problema de las tierras fueron algunos de los principales aspectos políticos, tanto en Palestina como en Israel.
Los activistas palestinos idearon dos objetivos prioritarios para plantearlos a través de las plataformas y los discursos de sus partidos: la creación de un Estado palestino y el retorno de los refugiados. Las dos organizaciones más importantes del periodo fueron, por un lado, Fatah, que desde 1958 construyó una infraestructura nacional política. Esta estructura, además de entablar una lucha armada, permitió respaldar una vida y una política palestina independientes. Se caracterizó por la juventud de sus militantes, en su mayoría estudiantes y trabajadores.
Los líderes de Fatah se fortalecieron tanto por la ruptura de la unión entre Siria y Egipto en 1961, como por la victoria de la revolución de independencia argelina en 1962 (vista como modelo que debían seguir). De hecho, Fatah surgió a partir de los cuadros de los jóvenes fedayín (luchadores por la libertad) en la década de los cincuenta, con figuras como Yasser Arafat y Khalil al-Wazir (Abu Jihad). A la vez, los notables nacionalistas no pudieron sostener su influencia. Los grupos activistas tenían en común un punto de vista: la necesidad de recurrir a la lucha armada para reconquistar Palestina. Las ideologías que los sustentaron fueron el panarabismo, el antiimperialismo, la descolonización y el nacionalismo tercermundista; es así que la liberación de Palestina fue emparentada con el intento mayor de solucionar el problema panárabe (Pappé, 2007, pp. 210-214). Este proceso transcurrió en un contexto internacional caracterizado por la Guerra Fría, la descolonización de Asia y África, así como el incremento del interés en el Mashriq debido al petróleo y su posición geoestratégica.
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