Superar los límites. Rich Roll
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Название: Superar los límites

Автор: Rich Roll

Издательство: Bookwire

Жанр: Сделай Сам

Серия: Deportes

isbn: 9788499106397

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СКАЧАТЬ fue ¡a los vestuarios femeninos!

      No me importó. ¡Dios mío, Craig Beardsley me había mirado! Sentía que había llegado a la élite de la natación.

      Durante esa época, también empecé a destacar académicamente, trepando hasta la cima de mi clase. De hecho, me enamoré de la biología, lo que me hizo considerar estudiar medicina. Por necesidad, mi apretada agenda me hizo centrarme en mis tareas de clase, lo que se tradujo en notas excelentes. En cuanto a mi vida social, me dejaron en paz en Landon, empecé a pasar más tiempo con mis compañeros del equipo de natación y forjé una amistad con niños que compartían mi pasión. En resumen: mi plan maestro funcionó.

      En último curso ya estaba bien establecido como uno de los mejores nadadores de secundaria del país. El único título que faltaba en mi palmarés era el de «Metros», el campeonato de institutos del área de Washington D.C., pero tenía que hacer frente a un obstáculo importante: no cumplía los requisitos para poder competir porque Landon no tenía equipo de natación. No hay equipo de natación en el instituto, pues no hay campeonato para institutos. Así que de nuevo hablé con la oficina del director deportivo, Lowell Davis, pero esta vez con la petición de formar el primer programa de natación de Landon. Es posible que estuvieran resentidos porque me había convertido en uno de los mejores atletas de la zona fuera de su control, porque, una vez más, levantaron un muro. Daba igual lo que hiciera, con este tipo no podía ganar. Así que tuve que volver al director, Coates, para otra apelación. Con su ayuda, me convertí en el «equipo de uno» del Landon, y tras aprovechar unos cuantos resquicios en el reglamento de la liga de natación de institutos, me clasifiqué para el campeonato después de varias competiciones duales con unos cuantos institutos. En resumen, reventé una fiesta a la que no me habían invitado.

      En Metros estaba obligado a demostrar todo mi potencial en esprín, en los 100 metros mariposa, ya que entre los institutos los 200 metros no era una categoría. Los 100 no eran mi especialidad —en mariposa, al igual que más adelante en mi vida en el triatlón, cuanto más larga la distancia, mejor—, pero de todas formas estaba decidido a ganar. Por desgracia, una vez más, perdí por un pelo y terminé segundo tras mi compañero del equipo de Curl, Mark Henderson (que más tarde sería medalla de oro en los Juegos Olímpicos de 1996 nadando el tramo de mariposa con el equipo de relevos 4x100 de Estados Unidos que estableció el récord mundial). Llegar segundo acabó convirtiéndose en un hábito.

      No gané, pero ese día representé con orgullo a mi instituto, aunque no hubiera recibido el apoyo de ninguno de ellos. Y lo más gratificante fue que mi persistencia, apuntalada por mi alto rendimiento, preparó el terreno para la fundación al año siguiente de un equipo oficial de natación, un equipo que sigue existiendo hoy en día. Aunque estuve exento del programa deportivo de Landon, mi herencia atlética aún perdura.

       CAPÍTULO TRES

       CORRIENTES UNIVERSITARIAS

      Aguas rápidas, tiempos altos y ritmo californiano

      Mis resultados en Metros, combinados con mi ranking nacional, fueron suficientes para llamar la atención de las universidades más importantes. Con un expediente lleno de sobresalientes y estando matriculado en todos los cursos avanzados disponibles, mis posibilidades de ser aceptado eran prácticamente a prueba de balas. Aun así, trabajé muy duro en mis solicitudes y confeccioné una especie de ensayo esotérico sobre mi persistencia y mi idilio amoroso con el agua; incluso adjunté una foto mía subacuática con una sonrisa distorsionada por la corriente turquesa. Los entrenadores no tardaron en empezar a llamar y pronto empecé a tomarle el gusto a la vida universitaria yendo por todo el país en viajes de reclutamiento con todos los gastos pagados.

      Mi primera visita fue a la Universidad de Míchigan, un centro de primera línea que cuenta con un programa de natación con una historia legendaria dirigido por mi entrenador favorito, el popular e hipertalentoso Jon Urbanchek, que posteriormente acabaría entrenando a los equipos olímpicos de natación de Estados Unidos de 2004 y 2008. Como nativo del estado, mis raíces de Wolverine eran profundas. No sólo mi madre y mi padre habían estudiado en la Universidad de Míchigan, sino que también tenía muchos primos, tías y tíos. Como familia, los colores maíz y azul corrían por nuestras venas.

      Pero, de lejos, la persona más importante de mi amplia familia que estudió en Míchigan fue mi abuelo por parte de madre, Richard Spindle. A finales de los años veinte, Richard había liderado el equipo de natación de la Universidad de Míchigan llevándolo a una serie de campeonatos de la Big Ten Conference y a innumerables victorias bajo la tutela del venerable entrenador Matt Mann, que una vez dijo: «El equipo de natación de la Universidad de Míchigan de 1926-1927 es el mejor equipo universitario de la historia»1. Y mi abuelo destacó esa temporada, registrando el récord nacional en los 150 metros espalda. Esta marca le convirtió en una promesa olímpica para los Juegos de Verano de 1928 en Ámsterdam, junto con el más famoso nadador de la época, Johnny Weissmuller, que luego se convertiría en Tarzán en la gran pantalla. Finalmente, mi abuelo se quedó sin plaza olímpica por un puesto al terminar cuarto en las pruebas. Pero ha quedado como uno de los grandes nadadores de su tiempo, una auténtica leyenda que completó su carrera como capitán del equipo de Míchigan durante su último año de universidad, en 1929.

      Decorando los pasillos del magnífico Matt Mann Natatorium del campus Ann Arbor había muchas fotografías de equipos de la época de mi abuelo. Y si miras de cerca la foto de 1929, dejando a un lado el tono sepia de la imagen envejecida y los bañadores de lana sin mangas, mi parecido con mi abuelo es más que inquietante. Por desgracia, Richard Spindle murió años antes de que yo naciera víctima de una predisposición genética a las enfermedades cardíacas que se lo llevó cuando mi madre estaba en la universidad, a la relativamente temprana edad de 54 años. Pero, aunque nunca llegó a conocer a su homónimo nieto, tuvo mucha influencia en lo que soy hoy en día. Pese a que tengo que confiar en la memoria de mi madre para conocerle, está claro que compartimos muchas cosas, incluidas las más obvias: la fascinación por el agua, un ardor competitivo y la pasión por la forma física.

      Fue ese amor de mi madre por el padre que perdió tan pronto el que hizo que me pusiera su nombre y que imbuyera mi vida con las cosas que le gustaban a él. Fue por eso por lo que me tiró a la piscina aquel profético día siendo yo bebé, y su apoyo fiel a mis sueños de agua fue un factor importante. Solía bromear diciendo que yo era la reencarnación de Richard Spindle. Pero en muchos aspectos, no era una broma. Siento una conexión espiritual con ese hombre; estoy convencido de que estoy aquí para seguir con su legado y completar su misión inacabada.

      En mi graduación, mi madre me regaló copias enmarcadas de aquellas fotografías de equipo. Están colgadas en mi despacho. Varios años después, para mi cumpleaños, me regaló su manta de deportista de Míchigan, un paño de lana azul oscuro con una «M» mayúscula en color maíz y su nombre bordado en una elegante cursiva. Hoy en día sigue extendida sobre nuestra cama. Ambos regalos me recuerdan cada día de dónde vengo y quién soy, y son talismanes que representan la lógica que hay detrás de mi decisión de cambiar de vida.

      Fue la imagen de mi abuelo la que me vino a la cabeza la noche antes de mi 40 cumpleaños cuando casi me desmayo subiendo las escaleras. No quería morir como él. No podía. Sabía que en cierta forma mi misión era corregir en mi propia vida lo que había ido terriblemente mal en la suya. Richard Spindle fue la razón por la que volví a comprometer mi vida a ampliar los límites de la salud y la forma física.

      Pero volvamos a mi viaje de reclutamiento a Míchigan. La visita empezó con una competición dual el viernes por la noche en la que me senté en las gradas, intimidado y en silencio, a observar al equipo competir mientras los nadadores iban pasando para presentarse. Era dolorosamente consciente de mis poco desarrolladas habilidades sociales, de que mi conversación era forzada y de que era incapaz de establecer СКАЧАТЬ