Название: Mando Principal
Автор: Джек Марс
Издательство: Lukeman Literary Management Ltd
Жанр: Триллеры
isbn: 9781094304571
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Pero ahora, Barrett estaba sin la calma suave y gris de Keller y sin su implacable eficiencia. Cuando Keller se fue, Barrett sintió que iba a la deriva, con cabos sueltos, incapaz de dar sentido a la avalancha de crisis, mini desastres e información banal que lo bombardeaban a diario.
David Barrett comenzaba a pensar que estaba teniendo otra crisis. Tenía problemas para dormir. ¿Problemas? Apenas podía dormir. A veces, cuando estaba solo, comenzaba a hiperventilar. Algunas veces, a altas horas de la noche, se encontraba encerrado en su baño privado, llorando en silencio.
Pensó que le sentaría bien ir a terapia, pero cuando eres el Presidente de Estados Unidos, tener trato con un psiquiatra no es una opción. Si los periódicos se enteraran, y los canales de televisión por cable... no quería pensar en eso.
Sería el fin, por decirlo suavemente.
El ascensor se abrió hacia la sala del Gabinete de Crisis, con forma ovalada. Era moderna, como la cabina de mando de una nave espacial de la televisión. Había sido diseñada para aprovechar al máximo el espacio: pantallas grandes incrustadas en las paredes cada medio metro y una pantalla de proyección gigante en la pared del fondo, al final de la mesa.
A excepción del propio asiento de Barrett, todos los lujosos asientos de cuero en la mesa ya estaban ocupados: hombres con sobrepeso vestidos con trajes, hombres delgados y militares con uniforme, rectos como palos. Un hombre alto vestido con uniforme de gala estaba en la cabecera de la mesa.
Altura. Era tranquilizador de alguna manera. David Barrett era alto, y durante la mayor parte de su vida había sido una persona sumamente segura. Este hombre que se preparaba para dirigir la reunión también debería estar seguro de sí mismo. De hecho, exudaba confianza y mando. Este hombre, este general de cuatro estrellas...
Richard Stark.
Barrett recordaba que no se preocupaba mucho por Richard Stark. Pero en este momento, él no se preocupaba mucho por nadie. Y Stark trabajaba en el Pentágono. Tal vez el general podría arrojar algo de luz a este último y misterioso revés.
—Cálmense, —dijo Stark, cuando parte de la multitud que había salido del ascensor se movía hacia sus asientos.
—¡Señores! Cálmense. El Presidente está aquí.
La sala quedó en silencio. Algunas personas continuaron murmurando, pero incluso eso se extinguió rápidamente.
David Barrett se sentó en su silla de respaldo alto.
—Está bien, Richard, —dijo. —No importan los preliminares. No importa la lección de historia. Ya hemos escuchado todo eso antes. Sólo dime, en el nombre de Dios, qué está pasando.
Stark deslizó unas gafas de lectura negras sobre su rostro y miró las hojas de papel en su mano. Respiró hondo y suspiró.
En las pantallas alrededor de la sala, apareció una masa de agua.
—Lo que estamos viendo en las pantallas es el Mar Negro, —dijo el general. —Hasta donde sabemos, hace unas dos horas, un pequeño sumergible con tres hombres, propiedad de una compañía estadounidense llamada Poseidon Research estaba operando muy por debajo de la superficie, en aguas internacionales, a más de cien kilómetros al sureste de Yalta, en la península de Crimea. Parece haber sido interceptado y capturado por integrantes de la Armada rusa. La misión declarada del submarino era encontrar y marcar la ubicación de un antiguo barco comercial griego, que se cree que se hundió en esas aguas hace casi mil quinientos años.
El Presidente Barrett miró al general mientras cogía aire. Eso no parecía nada malo. ¿A qué venía todo este alboroto?
Un submarino civil estaba haciendo exploración arqueológica en aguas internacionales. Los rusos estaban reconstruyendo su fuerza después de unos quince años desastrosos, más o menos, y querían que el Mar Negro volviera a ser su propio lago privado. Entonces se habían irritado y se habían pasado de la raya. Bien, había que presentar una queja ante la embajada y recuperar a los científicos. Tal vez incluso recuperar también el submarino. Todo era un malentendido.
—Perdóneme, general, pero esto parece algo que deberían resolver los diplomáticos. Aprecio que se nos informe de progresos de este tipo, pero parece que va a ser fácil resolver la crisis en este caso; le diremos al embajador…
—Señor, —dijo Stark. —Me temo que es un poco más complicado que eso.
Eso molestó enseguida a Barrett, el hecho de que Stark lo interrumpiera frente a una sala llena de gente. —Está bien, —dijo. —Pero ya puede ser bueno.
Stark sacudió la cabeza y volvió a suspirar. —Sr. Presidente, la Poseidon Research International es una compañía financiada y dirigida por la Agencia Central de Inteligencia. Es una tapadera. El sumergible en cuestión, el Nereus, se hacía pasar por un buque de investigación civil. De hecho, estaba en una misión clasificada, bajo los auspicios del Grupo de Operaciones Especiales de la CIA y el Mando Conjunto de Operaciones Especiales. Los tres hombres capturados incluyen a un civil con autorizaciones de seguridad de alto nivel, un agente especial de la CIA, y un miembro de los Navy SEAL.
Por primera vez en más de un mes, David Barrett sintió una vieja sensación familiar surgir dentro de él, ira. Era un sentimiento que disfrutaba. ¿Habían enviado a un submarino a una misión de espionaje en el Mar Negro? Barrett no necesitaba el mapa de la pantalla para saber la geopolítica implicada.
—Richard, con perdón de la expresión, pero ¿qué demonios estábamos haciendo con un submarino espía en el Mar Negro? ¿Queremos entrar en guerra con los rusos? El Mar Negro es su patio trasero.
—Señor, con el debido respeto, esas son aguas internacionales abiertas a la navegación, y tenemos la intención de mantenerlas así.
Barrett sacudió la cabeza. Por supuesto que sí. — ¿Qué estaba haciendo allí el submarino?
El general tosió. —Tenía la misión de conectarse a los cables de comunicación rusos, en el fondo del Mar Negro. Como sabe, desde el colapso de la Unión Soviética, los rusos arriendan el antiguo puerto naval soviético en Sebastopol a los ucranianos. Ese puerto era el pilar de la flota soviética en la región y tiene el mismo propósito para la Armada rusa. Como puede imaginar, el acuerdo es extraño.
—Las líneas telefónicas rusas y los cables de comunicación por ordenador atraviesan el territorio ucraniano en Crimea hasta la frontera con Rusia. Mientras tanto, las tensiones han aumentado entre Rusia y Georgia, justo al sur de ese punto. Nos preocupa que pueda estallar una guerra, si no ahora, en un futuro cercano.
—Georgia es muy amigable con nosotros y queremos que ellos y Ucrania se unan a la OTAN algún día. Hasta que se unan a la OTAN, son vulnerables a un ataque ruso. Recientemente, los rusos han colocado cables de comunicación a lo largo del fondo del mar desde Sebastopol hasta Sochi, eludiendo por completo los cables que cruzan Crimea.
—La misión del Nereus era encontrar la ubicación de esos cables y, si era posible, acceder a ellos. Si los rusos deciden atacar Georgia, la flota de Sebastopol lo sabrá de antemano. Nosotros queremos saberlo, también.
Stark hizo una pausa.
—Y la misión ha sido un fracaso total, —dijo David Barrett.
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