Nuestro grupo podría ser tu vida. Michael Azerrad
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СКАЧАТЬ encontrado un sustituto cuando solo faltaba una semana para iniciar la gira por la Costa Oeste. Entonces, Dukowski se topó con Dez Cadena (cuyo padre era Ozzie Cadena, el legendario productor/descubridor de talentos que había trabajado con prácticamente todas las grandes figuras del jazz desde los años 40 hasta los 60). El enjuto Cadena había ido a muchos conciertos de Black Flag, se sabía las letras de todas las canciones y se llevaba bien con todo el grupo. Cadena se quejó diciendo que jamás había cantado, pero, al más puro estilo Black Flag, Dukowski dijo que no importaba. Cadena accedió a realizar una prueba. «Era mi grupo preferido y esos tipos eran mis amigos», dijo Cadena, «de modo que no quería decepcionarles.»

      Cadena funcionó a las mil maravillas, y su aullido sincero y angustiado, chillando más que cantando, supuso un gran cambio respecto a los alaridos de Morris y Reyes, que se inspiraban en Johnny Rotten, y rápidamente se convirtió en un modelo para los grupos hardcore de toda la zona de South Bay y más allá. El grupo posiblemente alcanzó su cota máxima de popularidad con Cadena como cantante. En la víspera de una gira de dos meses por Estados Unidos, el 19 de junio de 1981, el grupo encabezó un concierto con todas las entradas vendidas junto a The Adolescents, D.O.A. y The Minutemen en el Santa Monica Civic Auditorium, con capacidad para tres mil quinientos espectadores. Una gesta que nadie jamás volvió a conseguir. Al ver todo ese alboroto y caos, una crítica del L.A. Times sobre el concierto se preguntaba: «¿Es todo esto una sana liberación de tensión u otro signo inquietante de la escalada de violencia en nuestra sociedad?». Y, claro está, era ambas cosas.

      Por otro lado, no todo el mundo pensaba que el slam dancing fuera una idea tan fantástica. «Para mí, es como los tipos que intentan intimidarte en la escuela», dijo Tommy Maloney, un chaval de quince años de Canoga Park al L.A. Times. «¿Quién los necesita? Los conciertos serían mucho más divertidos si encontraran otro lugar donde hacer el payaso.»

      La llegada de Cadena coincidió con el inicio de la época de continuas giras del grupo. Por desgracia, su inexperiencia como cantante, junto con el hecho de que fumaba mucho y que tenían unos altavoces de una potencia tristemente insuficiente, significaba que su voz se desmoronaba bajo una tensión constante. A la larga, todos coincidieron en que era preferible que, mientras buscaban a otro cantante, tocara la guitarra.

      Henry Garfield creció en el rico vecindario de Glover Park en Washington D. C., al igual que otra futura figura fundamental del indie rock, Ian MacKaye.

      —Corrió la voz de que había un chico con una metralleta en la calle W —recuerda MacKaye—. Así que fuimos a visitar a ese chico y nos encontramos a un nerd con gafas.

      Pero MacKaye pronto descubrió que el aspecto de Garfield era engañoso: su nuevo amigo asistía a la Academia Bullis, una escuela militar implacable para chicos problemáticos. Garfield, como concluyó MacKaye, «era un tipo duro». Además, Garfield había construido un puesto de tiro al blanco en su sótano, y pronto MacKaye y sus amigos se pasaban por allí y disparaban metralletas mientras escuchaban discos de los humoristas Cheech y Chong y admiraban las serpientes que Garfield tenía como mascotas.

      Garfield, que era hijo único, no procedía de una familia tan próspera como la mayoría de sus amigos y no tenía una imagen positiva de sí mismo; no era extraño que a menudo hiciera cualquier cosa para encajar.

      —Era lo que había que hacer —afirma—. Iba en vías de convertirme en la primera persona que, a pesar de ser el pringado con el que todos se meten, se junta con el resto sin pensárselo dos veces.

      Los padres de Garfield se habían divorciado cuando él era muy pequeño; padecía déficit de atención y le recetaron Ritalin. Debido a «las malas notas, la mala actitud y la pobre conducta», le enviaron a Bullis, donde se practicaba el castigo corporal. Pero en lugar de acabar sintiendo aversión por la autoridad, aquella experiencia inculcó en Garfield una autodisciplina muy rigurosa.

      —Aquello fue muy bueno para mí —asegura—. Realmente me benefició que alguien me dijera: «No. No, significa no, y tú te vas a quedar aquí sentado hasta que lo entiendas».

      A pesar del acomodado entorno de Glover’s Park, «fue una educación muy dura en muchos otros sentidos», afirma. «A la edad de diecisiete o dieciocho años había acumulado mucha rabia.» Parte de esa rabia procedía de las intensas tensiones raciales en el Washington de la época; Garfield, como muchos chicos blancos de D. C. de su generación, recibía frecuentes palizas por parte de chicos negros, simplemente por su raza.

      Pero gran parte de esa rabia procedía de los problemas en casa.

      —Muchas cosas acerca de mis padres me ponían enfermo —cuenta. Explicó a Rolling Stone en 1992 que habían abusado sexualmente de él varias veces cuando era un niño; muchos de sus monólogos hablados hacen referencia a un padre que maltrata psicológicamente—. Ir a un colegio solo para niños sin llegar a conocer jamás a chicas fue muy duro. Apenas conocí a ninguna mujer en el instituto y ciertamente me molestaba ser tan socialmente inepto por culpa de haber estado separado de las chicas todos esos años. Hay mucho de eso. Además —añade—, solo soy un freak.

      Garfield y su colega MacKaye eran grandes seguidores del rock duro de Ted Nugent y Van Halen, pero buscaban una música que incluso pudiera superar la agresividad de esos grupos.

      —Queríamos algo que te diera una patada en el culo —explica—. Entonces, uno de nosotros, seguramente Ian, consiguió el disco de Sex Pistols. Recuerdo que al oírlo pensé: «Bien, esto no está nada mal. Este tío está cabreado y estas guitarras son realmente guarras». ¡Qué descubrimiento!

      En la primavera de 1979, Garfield, MacKaye y la mayor parte de sus amigos habían empezado a tocar instrumentos. Aunque Garfield, más que tocarlos, solo los cargaba.

      —Era el roadie de todo el mundo —explica—. Lo hacía básicamente para poder estar con todos mis amigos que entonces tocaban. Siempre recogía el amplificador del bajo de Ian y lo metía en su coche. No es que él no pudiera, sino que Ian era el puto amo, y yo quería llevar el ampli del bajo del puto amo.

      Pero, a veces, cuando Nathan Strejcek, cantante de The Teen Idles, no se presentaba a los ensayos, Garfield convencía al grupo para que le dejaran el micro. Entonces, cuando corrió la voz de que Garfield sabía cantar, o mejor dicho, emitir un aullido áspero y sobrecogedor, H. R., cantante del legendario grupo hardcore de D. C. Bad Brains, lo plantaba a veces frente al micro y le hacía berrear en alguna canción.

      En el otoño de 1980, el grupo punk de D. C. The Extorts perdió a su cantante, Lyle Preslar, cuando este se marchó a otro grupo llamado Minor Threat, que MacKaye estaba formando. Garfield se unió a lo que quedaba de The Extorts para formar S.O.A., abreviatura de State of Alert. Garfield escribió las letras de las cinco canciones que ya tenían, compusieron unas pocas nuevas y aquello se convirtió en el primer y único disco de S.O.A., el EP No Policy, editado pocos meses después de que el grupo se formara. En poco más de ocho minutos, las diez canciones giraban en torno al consumo de drogas, a gente que se atrevía a preguntar a Garfield qué pensaba, al modo en que las chicas te hacen cometer estupideces y a la futilidad de la existencia, todo ello de la forma más directa posible; el resto de las canciones tenían títulos como «Warzone», «Gang Fight» y «Gonna Hafta Fight».

      Tras sacar el EP con Dischord Records —el sello que MacKaye y unos amigos habían fundado—, ensayaron en casa del batería Ivor Hanson, cuyo padre era un almirante de alto rango. Su casa resultó ser el Observatorio Naval, la residencia oficial del vicepresidente y la plana mayor de la marina. Cada vez que ensayaban, tenían bastantes posibilidades de cruzarse con agentes armados del Servicio Secreto.

      S.O.A. dio un total de nueve conciertos.

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