Название: Nuestro grupo podría ser tu vida
Автор: Michael Azerrad
Издательство: Bookwire
Жанр: Зарубежная прикладная и научно-популярная литература
isbn: 9788418282102
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Pero el grupo jamás se amilanó, lo que azuzó aún más las iras de los policías de Los Ángeles.
A partir de 1980, los clubs de Los Ángeles empezaron a prohibir los grupos hardcore.
—Es lo último que había pensado que ocurriría —afirma Ginn—. Pensaba que éramos gente civilizada, no escribíamos canciones que hablaran de rebelión social; para mí, era básicamente blues. Una forma personal de entender el blues.
Rollins, aunque todavía no estaba en el grupo cuando se produjo la parte más dura del acoso, cree que gran parte de la controversia era una trama ideada por Dukowski.
—Mirándolo en perspectiva, creo que se manipuló a la prensa —afirma—. Mera provocación.
De ser así, les salió el tiro por la culata: ¿de qué servía el acoso de la policía si no podías conseguir un concierto?
Black Flag había contratado su primera gira, un viaje durante el verano de 1979 por la Costa Oeste, con paradas en San Francisco, Portland, Seattle y Vancouver, en la Columbia Británica, cuando Morris, un reconocido «alcohólico y cocainómano», dejó el grupo para fundar en South Bay un grupo punk pionero llamado Circle Jerks. Le sustituyó rápidamente un gran seguidor de Black Flag llamado Ron Reyes, también conocido como Chavo Pederast.
—Se volvía completamente loco en los conciertos y pensamos que sería un cantante buenísimo —explica Ginn.
Pero Reyes se largó después de dos canciones durante un concierto en el Fleetwood en marzo de 1980 y el grupo procedió a tocar «Louie, Louie» durante una hora en la que se sucedieron una serie de cantantes espontáneos. «Un tipo llamado Snikers subió al escenario y se puso a cantar “Louie, Louie”. Entonces empezó a hacer, completamente borracho, un striptease repugnante que enseguida provocó una lluvia de latas, botellas, escupitajos, sudor y hasta cuerpos», escribió Spot. «Fue el mejor concierto de rock & roll que jamás había visto.» Durante algunos conciertos posteriores, el grupo tocó sin un cantante oficial: cualquiera podía subir al escenario y cantar una o dos canciones antes de que fuera expulsado de vuelta al público.
Convencieron a Reyes de que volviera y grabara el EP de cinco canciones y seis minutos y medio de duración Jealous Again (lanzado en el verano de 1980), una pieza repugnante de nihilismo de pacotilla, con la guitarra de Ginn destrozando la música como un necrófago en una película de terror, la sección rítmica tocando riffs estúpidos a una velocidad de vértigo y Reyes sacándose de la manga un tipo de rabieta diferente para cada canción. Las letras de Ginn estaban cargadas de sátira, pero no eran precisamente bonitas; en «Jealous Again», el cantante despotrica contra su novia. «I won’t beat you up and I won’t push you around / ’Cause If I do, then the cops will get me for doing it.4»Y resultaba sencillo no darse cuenta del sarcasmo de «White Minority»: «Gonna be a white minority / They’re gonna be the majority / Gonna feel inferiority5». El disco era una cruda llamada a despertarse del sueño californiano; a pesar del clima perfecto y los estilos de vida pudientes, algo estaba amargando su juventud. Los Ángeles ya no era una utopía bañada por el sol: era una ciudad alienada y tóxica plagada de tensiones raciales y de clase, recesión y un aburrimiento asfixiante.
Black Flag se convirtió cada vez más en un punto de encuentro de violencia y condena. «¡La violencia de Black Flag debe acabar!», proclamaba el título de un editorial. Por aquel entonces, el hype mediático estaba atrayendo a un público que buscaba la violencia activamente, aunque Black Flag tampoco hacía nada por evitarlo.
—Black Flag jamás dijo: «Paz, amor y comprensión» —dice Rollins—. Si las cosas se salían de madre, nosotros decíamos: «Mira tú, las cosas se salen de madre». Éramos un grupo que jamás decía: «Rendíos o someteos». Uno de nuestros principales gritos de guerra era: «¡Qué coño! ¡A divertirse!». Ese era, literalmente, uno de nuestros eslóganes.
Negándose a rendirse, el grupo realizó una serie hilarantemente provocativa de anuncios de radio para promover sus conciertos, humillando sin piedad al Departamento de Policía de Los Ángeles. En uno de ellos, un mafioso comenta al propietario del club Starwood que contratar a Black Flag ha sido un terrible error. «El jefe Gates dice que esto tendrá un elevado coste para toda la organización», dice el matón. «Y eso no nos gusta.» Un anuncio de un concierto en febrero de 1981 con Fear, Circle Jerks, China White y The Minutemen en el Stardust Ballroom arranca con una voz que dice: «Atención a todas las unidades, tenemos un gran disturbio en el Stardust Ballroom… El jefe Gates está hecho una furia», dice un poli mientras su compañero responde. «¿A qué diablos esperamos, pues? ¡Vayamos allí y demos una paliza a unos cuantos punk rockers de mierda!»
A la larga, la violencia fue demasiado para la policía y la comunidad. Si Black Flag quería continuar tocando, tendría que hacerlo fuera de la ciudad. Pero entonces, solo unos pocos grupos de indie punk norteamericanos hacían giras nacionales; los grupos menores de los grandes sellos las hacían como ganchos publicitarios, algo que los grupos de sellos independientes no se podían permitir. Además, había pocas ciudades, aparte de Nueva York, Los Ángeles y Chicago, que tuvieran clubs que contrataran a grupos de punk rock. La solución era ir de gira con los mínimos gastos y tocar en todos los sitios que pudieran: desde el salón de actos de un sindicato al salón de la casa de alguien. No pedían ni adelantos ni alojamiento ni ninguno de los requisitos habituales. A pesar de todo, iban tirando.
Ginn y Dukowski empezaron a recoger los números de teléfono impresos en diversos discos punk y llamaron para conseguir conciertos en ciudades remotas. La gente se mostraba dispuesta a ayudar; al fin y al cabo, era en beneficio de todos hacerlo. En concreto, pioneros del punk norteamericano como D.O.A de Vancouver, en la Columbia Británica, y Dead Kennedys de San Francisco compartieron lo que habían aprendido de gira.
—Establecimos muchos contactos con esos grupos y compartíamos información —dice Ginn—. Cuando encontrábamos un sitio nuevo donde tocar, se lo decíamos. Les interesaba cualquier lugar donde poder tocar… Nos ayudábamos mutuamente en nuestras respectivas ciudades.
Black Flag empezó a hacer salidas por la costa californiana para tocar en el Mabuhay Gardens de San Francisco; un total de siete salidas antes de aventurarse tan lejos como Chicago y Texas en el invierno de 1979-1980. Spot les acompañó como técnico de sonido y tour manager, un trabajo que desempeñaría, junto con el de ingeniero de sonido no oficial de SST, durante varios años. De la furgoneta Ford en la que viajaban, Spot afirma que era hedionda, «con todos encajonados con la ropa sucia y el equipo. Era incómodo».
Fueran donde fueran, intentaban dar conciertos para todas las edades, aunque eso significara tocar dos repertorios, uno para los chicos y otro para los bebedores. Era una forma sencilla de asegurarse de que nadie quedaba excluido en sus conciertos. Pero por muy buenas intenciones que tuvieran, la reputación les precedía.
—En algunas ciudades, era como si la gente esperara a que nos presentáramos con un centenar de punks de Los Ángeles para destrozarles el local —explica Ginn—. No salíamos a destrozar el local de nadie. Nos limitábamos a tratar de tocar.
Encadenando itinerarios formados por locales audaces que aceptaban su nuevo estilo de punk rock, grupos como Black Flag, D.O.A. y Dead Kennedys se convirtieron en los pioneros del circuito de giras del punk, abriendo un camino en toda Norteamérica que muchos grupos todavía siguen actualmente. Pero Black Flag era el grupo más agresivo y aventurero de todos.
—Por aquel entonces, Black Flag era el grupo que ampliaba el tipo de público que acudía a ciertos locales —cuenta Jim Coffman, mánager de Mission of Burma—. Fue gracias a su diligencia, la diligencia de Chuck. Muchas veces oías: «Black Flag tocó allí». Y tú СКАЧАТЬ