Nuestro grupo podría ser tu vida. Michael Azerrad
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СКАЧАТЬ alegre llamado Spot que escribía críticas de discos para un periódico de Hermosa Beach. A veces, Ginn pasaba por el restaurante vegetariano en el que Spot trabajaba y charlaban animadamente sobre música.

      —Era un nerd —dice Spot—. Un nerd muy raro y muy terco. Jamás habría pensado que estaba en un grupo.

      Posteriormente, Spot se convirtió en ayudante del técnico de sonido en Media Art, un estudio de la localidad que ofrecía un precio por hora barato y contaba con un dieciséis pistas. Cuando Ginn le pidió que grabara a su grupo, Spot accedió, pensando que sería un cambio agradable respecto al desangelado pop-folk habitual.

      —Solo tenían seis canciones —recuerda Spot—. Podían tocar todo su repertorio en diez minutos. Eran unos tíos raros y conflictivos —añade—. Definitivamente, no eran la típica gente guapa.

      En enero de 1978, Panic grabó ocho canciones en Media Art, con Spot como ayudante del técnico de sonido. Pero nadie quería saber nada de ese aggro-punk furioso del grupo excepto Bomp Records, revitalizadores del garage-pop de Los Ángeles, que ya había editado singles de grupos punk de la zona como los Weirdos y los Zeros. Pero a finales de 1978, Bomp todavía no había accedido formalmente a editar el disco. Así pues, Ginn, pensando que ya tenía suficiente experiencia en el negocio gracias a SST Electronics y a sus estudios de Económicas en UCLA, decidió hacerlo él mismo.

      —Me limité a buscar en la guía telefónica los centros de prensado de vinilos y encontré uno —explica Ginn—, así que se lo llevé. Yo sabía cómo imprimir porque ya había hecho catálogos y The Novice, de modo que hicimos una funda, la doblamos y la pusimos en una bolsa de plástico. Entonces prensamos los discos y los pusimos dentro de las fundas.

      Ginn pidió a su hermano pequeño, un tal Raymond Pettibon, que hiciera la carátula, una perturbadora ilustración a tinta de un profesor ahuyentando a un alumno con una silla, como si fuera un domador de leones.

      Unos cuantos meses antes, habían descubierto que otro grupo también se llamaba Panic. Pettibon sugirió «Black Flag» y diseñó un logotipo para el grupo, una estilizada bandera ondeando compuesta por cuatro rectángulos negros verticales. Si una bandera blanca significa rendición, era evidente qué significaba una bandera negra; la bandera negra también es el símbolo reconocido de la anarquía, por no hablar del emblema tradicional de los piratas; también rememoraba un poco a sus héroes, Black Sabbath. Lógicamente, el hecho de que Black Flag fuera también un popular insecticida tampoco venía mal.

      —Nos sentíamos cómodos con todas las implicaciones del nombre —afirma Ginn—, además de sonar contundente, ya sabes, fuerte.

      En enero de 1979, Ginn editó el EP compuesto por cuatro canciones Nervous Breakdown, primera referencia del catálogo de SST Records. Podría perfectamente ser su mejor disco; ciertamente, fue el disco a partir del cual se mediría toda su obra. «Definió el estilo, eso es lo que hizo», dijo Ginn. «Después de eso, la gente ya no me podía decir qué era o qué no era Black Flag.»

      Con música y letras de Ginn, el disco es grosero, cutre y muy excitante. Con su interpretación sardónica, muy al estilo de Johnny Rotten, Morris exagera el tormento de la adolescencia hasta convertirlo en locura. «I’m crazy and I’m hurt / Head on my shoulders goin’ berserk2», gimotea en la canción que da título al disco, lo mismo que en la desesperada «Fix Me» («Fix me, fix my head / Fix me please, I don’t want to be dead3»).

      El batería Brian Migdol dejó el grupo y fue sustituido por Roberto Valverde, más conocido como Robo, de origen colombiano.

      —Un tipo muy dulce y superenigmático —recuerda el futuro cantante de Black Flag, Henry Rollins—. Tenía un pasado muy oscuro sobre el que no quería hablar.

      Corría el rumor de que Valverde había sido soldado del ejército colombiano, famoso por su inveterada corrupción.

      En julio de 1979, el grupo realizó un concierto tristemente célebre en Polliwog Park, un lugar típicamente familiar de Manhattan Beach, después de explicar a las autoridades que eran un grupo de rock convencional. Los padres y madres congregados no tardaron mucho en ver que no era así. «La gente nos lanzaba de todo, desde insultos a sandías, latas de cerveza, hielo y bocadillos», escribió Dukowski en las notas del recopilatorio Everything Went Black. «Los padres vaciaban las neveras portátiles para que sus familias pudieran tirarnos su comida… Más tarde pude disfrutar de un almuerzo a base de bocadillos de charcutería que todavía estaban en sus envoltorios.»

      Mientras los punks de Hollywood tendían a ser drogatas, larguiruchos y más viejos, los chicos de los barrios residenciales que seguían a Black Flag y a otros grupos solían ser deportistas y surfistas descontentos, muchachos fornidos que pocas veces consumían algo más fuerte que una cerveza. Y cuando todos se reunían en algún sitio, la cosa acababa en peleas y destrozos de todo tipo. Los más matones entre los punks de los barrios residenciales eran una tropa de Huntington Beach conocidos como los HBeros. «Los HBeros eran tipos que llevaban chupa de cuero y cadenas, machitos sedientos de sangre y fanfarrones, que hacían gala de un estúpido comportamiento militar», escribió Spot en las notas de Everything Went Black. «No había tiempo para el aburrimiento.»

      Este nuevo tipo de punk rocker dejó perplejas a las autoridades locales.

      —De repente, ahí están unos tipos de cuello grueso, borrachos y capaces de enfrentarse cara a cara con la mismísima poli —explica Henry Rollins—. Son blancos y son de Huntington Beach y no les puedes disparar porque no son negros ni hispanos, así que tienes que tratarlos de forma casi humana. La pura fuerza de los números en los conciertos asustaba a los polis hasta el punto de que se limitaban a decir: «No intentemos entenderlo, limitémonos a aplastarlos. ¿Y cómo les aplastaremos? Les machacaremos: les arrestaremos sin motivo, les pegaremos en la cabeza, haremos que se caguen en los pantalones». Y, joder, fue realmente intenso.

      El acoso policial arruinó los primeros días del hardcore en South Bay, y Black Flag fue el pararrayos de gran parte de ello. Todo empezó cuando el grupo montó una fiesta en la Iglesia en junio de 1980. En nombre de los valores de la propiedad, Hermosa Beach se encontraba entonces en pleno proceso de eliminación de los vestigios de su cultura hippie, y las autoridades parecían decididas a impedir que los bohemios volvieran a arruinar su ciudad. La policía se personó en la fiesta y prácticamente conminó a Black Flag a abandonar la ciudad antes de la puesta de sol. Convenientemente, el grupo había programado el concierto en la víspera de una gira por la Costa Oeste, de modo que se amontonaron en la furgoneta, pusieron rumbo a San Francisco y, posteriormente, volvieron a Redondo Beach. Más o menos un año después, volvieron a Hermosa Beach, aunque no tardaron en volver a echarlos de malas maneras.

      Entre 1980 y 1981, al menos una docena de conciertos de Black Flag acabaron en enfrentamientos violentos entre policías y chavales. Y cuanto más se quejaba el grupo a la prensa, más sufrían el acoso policial, tanto ellos como sus seguidores. Tampoco ayudaba el hecho de que el logotipo de Black Flag apareciera pintado con spray en incontables pasos elevados de las autopistas de Los Ángeles y cercanías. Además, estaba ese flyer empapelando las paredes de la ciudad con un dibujo de Pettibon: una mano encañonando una pistola en la boca de un poli aterrorizado y un texto que decía: «¡Ahora haz que me corra, maricón!».

      Ginn asegura que pincharon las líneas telefónicas de SST, que los polis vigilaban en furgonetas su sede central desde el otro lado de la calle y que había policía secreta disfrazada de mendigos en el bordillo, delante de la puerta principal de SST. Contratar a un abogado no era una posibilidad: no se podían permitir ninguno.

      —Quiero decir que incluso nos planteamos escatimar nuestras comidas —explica Ginn, y añade—: Es СКАЧАТЬ