Название: Nuestro grupo podría ser tu vida
Автор: Michael Azerrad
Издательство: Bookwire
Жанр: Зарубежная прикладная и научно-популярная литература
isbn: 9788418282102
isbn:
En octavo curso, MacKaye descubrió un grupo llamado White Boy, una banda extraña compuesta por padre e hijo que tocaban canciones proto-punks con títulos como «Sagittarius Bumpersticker» [Pegatina para coche de Sagitario] o «I Could Puke» [Podría potar]. Los discos eran manifiestamente artesanales: la dirección de correo del sello era, evidentemente, la de su propia casa.
—Pensé que era absolutamente genial —afirma MacKaye—. Fue mi primera noción de algo de música independiente underground.
Entonces, MacKaye descubrió el punk rock gracias a sus amigos modernillos y a una emisora de radio modernilla —en este caso, la WGTB de la Universidad de Georgetown—. Hurgó más en esa música en Yesterday and Today, una tienda de discos de Rockville, Maryland, una aburrida ciudad en la periferia de Washington. MacKaye y sus colegas iban allí una vez a la semana y se abastecían de los últimos singles punk mientras el propietario, Skip Groff, les aleccionaba encantado sobre la historia del rock.
Jeff Nelson, compañero de clase de MacKaye, era un tipo increíblemente larguirucho y con gafas, hijo rebelde de un miembro del Departamento de Estado que «se perdió el décimo curso y parte del undécimo por culpa de la hierba», tal y como él mismo cuenta, «y entonces se perdió la mitad del undécimo y el duodécimo por culpa del punk». Él y MacKaye se conocieron por primera vez cuando Nelson hizo explotar una bomba casera fuera de su escuela y MacKaye salió a investigar; se hicieron amigos enseguida.
MacKaye y Nelson vieron su primer concierto punk en enero de 1979, un concierto benéfico de The Cramps para la WGTB, que se había enemistado con el decano de la universidad al poner un anuncio de Planned Parenthood [Planificación Familiar] y había perdido su fuente de financiación.
—Me dejó alucinado porque vi por primera vez esa comunidad enorme y completamente invisible que se reunía para ese acontecimiento tribal —explica MacKaye—. Y era tan peligroso, tan espantoso para mí: quiero decir, Lux Interior estaba vomitando sobre el escenario. Una escena completamente loca. Ese concierto desafiaba todas tus ideas preconcebidas. En ese momento comprendí que allí había una comunidad que era políticamente beligerante, teológicamente beligerante, artísticamente beligerante, sexualmente beligerante, físicamente beligerante, musicalmente beligerante. Locuras de todo tipo. Todo aquello estaba en esa sala. Pensé: «Esto me gusta. Este es el mundo en el que creo que puedo respirar. Esto es lo que necesito».
MacKaye estaba trabajando en una tienda de mascotas con Garfield y, pocos días después del concierto de The Cramps, se afeitó toda la cabeza con una maquinilla para perros, una gran declaración de principios en la época de los vaqueros de diseño. Y entonces, más o menos una semana después de eso, vio a The Clash. Ian MacKaye se había convertido en un punk.
En medio del caos del concierto de The Cramps, algunos tipos estaban repartiendo flyers de su grupo. Se hacían llamar Bad Brains.
—Y eran los tipos más guays y más duros del lugar —explica MacKaye—. Eran alucinantes.
Bad Brains habían empezado como un grupo de fusion jazz-rock, pero, tras descubrir el punk, utilizaron su técnica para tocar punk rock a velocidades mayores de las que jamás nadie había alcanzado, con mayor precisión de la que jamás nadie había logrado y con más pasión explosiva de lo que nadie jamás había imaginado. Lanzaron el histórico «Pay to Cum!» en 1980, un minuto y medio de rauda y pura furia punk.
—Bad Brains —explica MacKaye— fueron realmente uno de los grandes grupos de la época.
Tanto como la música, el ideario político y la espiritualidad rastafari de los Bad Brains influyó decisivamente en los punks de D. C.; les hizo darse cuenta de que el punk era algo ligado a unos valores.
Dejando de lado la técnica supersónica de los Bad Brains, los requisitos musicales rudimentarios del punk rock convencieron a MacKaye de que cualquiera lo podía hacer, y pronto él y Nelson empezaron a tocar en un grupo punk de instituto llamado The Slinkees con sus amigos Geordie Grindle, que tocaba la guitarra, y el cantante Mark Sullivan. Dieron un concierto justo antes de que Sullivan dejara la facultad; entonces reclutaron al cantante Nathan Strejcek después de que Garfield rechazara participar en el concierto y cambiaron su nombre por el de The Teen Idles.
MacKaye dijo que The Teen Idles «intentaban alejarse de una música corrompida hasta la médula, ya sabes, básicamente los grupos de heavy metal que estaban metidos en la heroína, la cocaína y que bebían mucho. Nosotros solo bebíamos mucha Coca-Cola y comíamos muchos Twinkies».
El grupo tocaba melodías proto-hardcore que incidían en su entorno social. «Cuando me hice punk, mi principal batalla era contra la gente que me rodeaba: amigos», dijo MacKaye en el esencial documental sobre el hard-core de 1983, Another State of Mind. «Me dije: “Dios, no quiero ser como esta gente. Tío, no encajo para nada con ellos”. Así pues, era una alternativa.»
En ese momento los grandes sellos estaban parasitando el punk rock, vistiéndolo con corbatas estrechas y peinados al estilo mod, dando forma a una tendencia llamada «new wave». Muchos fans picaron, como lo hicieron muchos grupos, devolviendo el punk a una situación marginal. Punks vanguardistas como The Clash y The Damned estaban perdiendo su encanto tan deprisa que, en 1980, Strejcek, de The Teen Idles, gritó en «Fleeting Fury»: «The clothes you wear have lost their sting / So’s the fury in the songs you sing35».
Para resucitar esa valiosa rabia, The Teen Idles intentaron parecer lo más intimidantes posible, luciendo cabezas afeitadas, crestas y otra quincalla propia de la estética punk. Nelson y MacKaye incluso se clavaron clavos y tachuelas en las suelas de las botas para que produjeran un claqueteo si-niestro.
—Recuerdo cuando una vez fui al dentista y llevaba esas tachuelas redondas de tapicería en los bajos de mis botas —rememora Nelson con una carcajada—. El vestíbulo tenía el suelo de mármol y había una gran puerta al final del pasillo, y ni siquiera la pude abrir, porque cuando tiraba de ella, resbalaba en dirección a la puerta. ¡No podía entrar!
También le cogieron el gusto a llevar cadenas en las botas de modo que tintinearan mientras andaban por la calle —la idea era intimidar a los tontos y a los paletos que habían empezado a meterse con ellos porque eran diferentes—. Pero el aspecto de tipo duro no podía estar más lejos de la realidad.
—En nuestros conciertos y dentro de nuestra comunidad, éramos tipos completamente bobos —explica MacKaye—. Éramos penosamente honestos: no robábamos, no cometíamos actos vandálicos, no hacíamos pintadas con spray. Sencillamente, éramos buenos chicos. Eso era lo irónico del caso: no hacemos nada, todo el mundo nos odia simplemente por nuestro aspecto.
Pero el aspecto de tipos duros no tuvo el efecto deseado, y los altercados se sucedieron aun más que antes.
—Fue una buena manera de descubrir que existe realmente mucho odio en este mundo —comenta MacKaye—. Si haces algo tan estúpido como pintarte el pelo con spray, acto seguido tienes a unos cuantos cafres del sur de Maryland persiguiéndote por la calle porque has decidido hacer algo un poco diferente. Te das cuenta de СКАЧАТЬ