Название: Nuestro grupo podría ser tu vida
Автор: Michael Azerrad
Издательство: Bookwire
Жанр: Зарубежная прикладная и научно-популярная литература
isbn: 9788418282102
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Tras grabar Slip It In, Ginn, Rollins, Stevenson y Roessler trabajaron duro durante todo el invierno de 1983, ensayando hasta cinco horas al día, seis días a la semana, en un sótano húmedo y apestoso sin ventanas que había bajo las oficinas de SST, con el suelo, las paredes y el techo cubiertos de capas de alfombras baratas de pelo largo. De allí surgió una unidad poderosa y cohesionada para la gira de My War de once semanas a principios de 1984 por Estados Unidos. Se morían de ganas de salir a la carretera y dar forma al primer álbum de verdad desde hacía dos años: «Matar a todo el mundo ya» era el lema de la gira. Estuvieron de gira prácticamente todo el año, regresando de vez en cuando a casa durante un par de semanas para grabar.
Durante el descanso que supuso el fiasco con Unicorn, Rollins había empezado un programa de levantamiento de pesas exigente; cuando el grupo salió de gira en 1984, había desarrollado un caparazón impresionante de músculo. Su físico poderoso no solo era una forma de intimidar a los posibles asaltantes, sino que constituía una metáfora del escudo emocional impenetrable que estaba creando alrededor suyo.
La canción «My War» arremete contra un «tú» impreciso que forma parte de «uno de ellos». Aunque la letra era de Dukowski, Rollins parecía llevar el concepto grabado a fuego en el corazón: durante la gira de Slip It In, vio a Derrick Bostrom, uno de los miembros de sus compañeros de gira, los Meat Puppets, con una copia del álbum Triumph de los Jacksons. «Siempre supe que eras uno de ellos», se burló Rollins. De hecho, Rollins parecía encarnar muchas de las letras de Ginn y Dukowski hasta un nivel muy profundo. «I conceal my feelings so I won’t have to explain / What I can’t explain anyway15», grita Rollins en «Can’t Decide». Las letras de Ginn ciertamente eran aplicables a su distante autor, pero era Rollins quien las encarnaba con ganas.
A esas alturas, el grupo llevaba el pelo bastante largo, lo que alimentaba todavía más la ira del público. ¿Cómo podían ser punks y llevar el pelo como hippies? El grupo enseguida integró sus largas melenas en los conciertos. «Black Flag era, en realidad, un concurso de menear la cabeza entre el guitarrista Greg Ginn y el cantante Henry Rollins», escribió Patti Stirling, de Puncture. «El suspense de si chocarían con la cabeza, provocándose una conmoción mutua, era emocionante.»
Por aquel entonces, el grupo dio algunos de sus concierto más incendiarios. Desgraciadamente, todo estaba empezando a diluirse.
Al principio, Rollins cedía gustosamente la palabra a Ginn y Dukowski durante las entrevistas: al fin y al cabo, eran los únicos miembros que habían estado siempre en el grupo, y obviamente la prensa los consideraba los portavoces. Pero entonces, Dukowski se fue y, gradualmente, Ginn cedió el protagonismo mediático a Rollins, que era carismático y citable.
—Me gustaba el hecho de que alguien quisiera pasar tiempo con aquella gente concediendo esas entrevistas y sesiones de fotos —explica Ginn—. No hay nada que encuentre más humillante que estar allí parado haciendo una sesión de fotos. Nada me hace sentir más estúpido. Y a Henry le gustaba todo aquello, de modo que pensé que era la solución ideal… Él desempeñaría ciertas funciones y yo ciertas otras respecto a dirigir el grupo y demás. Así se dividía el trabajo.
Ginn cree que Rollins veía su exposición creciente a los medios como una forma de salir de las sombras.
—Pienso que, en cierto modo, él competía con ese tipo de respeto, como alguien que estuviera planeando aquello —cuenta Ginn—, de modo que intentaba imaginarse a sí mismo en ese tipo de situación.
Así pues, Rollins concedió incontables entrevistas a pesar de quejarse explícitamente de ellas en sus diarios de gira.
La realidad era que Rollins ahora tenía veintipocos años y estaba dejando rápidamente atrás su cara servil y autonegadora —el «chico que cedía a la presión social», el tipo que cargaba los amplificadores para su amigo porque era «el puto amo», el chico deslumbrado, el que no se podía creer que estuviera en un grupo con sus héroes, el tipo que tomaba ácido porque Chuck Dukowski le había dicho que lo hiciera—. Y además, era el líder del grupo.
—Tengo que pensar que Henry, al principio, quizá se contenía un poco con el grupo y que después quizá salió el auténtico Henry o algo así —relata Ginn—. Es la única forma de entenderlo.
Entonces, Rollins empezó a reivindicarse tan enérgicamente como pudo, y Ginn empezó a lamentar haber cedido el protagonismo al cantante. En su propio estilo, de forma sutil, Ginn empezó a mostrar su descontento.
—Se llegó a un extremo en el que todo era miedo a que Greg se cabreara —cuenta Rollins—. «Queremos entrevistarte para nuestro fanzine.» «Hom-bre, ¿podéis entrevistarnos a mí y a Greg? ¿O a mí y a Bill? Si solo me entrevistáis a mí, me temo que me caerá una bronca.»
Pero el lado abnegado de Rollins hacía que se crucificara por haber decidido asumir tanto protagonismo. En su diario, letras y conciertos, Rollins se flagelaba por ser un ogro, y entonces se jactaba de ser un ogro de modo que se pudiera flagelar un poco más. Paseándose por el escenario con esos pantaloncitos negros y el pelo a lo Jim Morrison, Rollins exhibía un narcisismo disfrazado de odio hacia sí mismo (¿o era al revés?). En lugar de atacar a los demás, se atacaba a sí mismo.
Los que le rodeaban empezaron a notar un cambio en la personalidad de Rollins hacia 1984, cuando cada vez se hacía más difícil tratar con él: un personaje aislado y malévolo directamente salido de una novela de Dostoyevski.
—Llegó un momento en el que, simplemente, cambió —recuerda Spot— y ya no era el tipo amigable a quien yo tenía por mi amigo, sino alguien que parecía creer que era obligatorio mostrarse hostil con todo el mundo. Y yo no tenía tiempo para eso.
—Vi que el comportamiento de Henry era cada vez más extremo —afir-ma Ginn—, y que él detestaba a todos los del grupo, diciendo cosas feas de ellos encima del escenario, haciendo comentarios despectivos sobre ellos.
—Preguntad a muchos de los miembros por qué se fueron —replica Rollins—. Dirán dos palabras. La primera será «Greg». La segunda, «Ginn».
Rollins se había convertido en un individuo ciertamente intimidante, sobre todo con la prensa musical convencional. «Si te acercas a él, realmente da miedo», escribió Michael Goldberg, periodista de Rolling Stone. «Unos ojos que te perforan. El pelo, una melena enredada que le cae por la espalda más allá de los hombros. Ropa andrajosa y rasgada. Muchos tatuajes: calaveras y serpientes, demonios, una araña, un murciélago. Y grabada en la parte superior de la espalda, con letras de tres centímetros, la filosofía de vida de Henry Rollins: SEARCH AND DESTROY16.»
Tristemente, tal y como ocurre con tantos hijos del abuso, el masoquismo era una parte esencial de la psique de Rollins: «Espero que me den una paliza pronto», escribió Rollins en una de las primeras giras. «Necesito el dolor para actuar. Necesito actuar como si me fuera СКАЧАТЬ