Название: El libro de las mil noches y una noche
Автор: Anonimo
Издательство: Bookwire
Жанр: Книги для детей: прочее
isbn: 9788026834847
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Al oirle, el joven Hassan, vestido tal como estaba, y sin llevar nada consigo, salió apresuradamente, después de echarse la orla de su túnica por encima de la cabeza para que no lo conociesen. Y siguió caminando hasta que se vió fuera de la ciudad.
Al saber los habitantes de Bassra que se había intentado prender a Hassan Badreddin, hijo del difunto visir Nureddin, y la confiscación de sus bienes y su probable sentencia de muerte, se afligieron en extremo y exclamaron: "¡Qué lástima de hermosura y de joven tan agradable!" Y Hassan, al recorrer las calles sin que le conociesen, oía estos lamentos y exclamaciones. Pero aun se apresuró más, y siguió andando, hasta que la suerte y el destino hicieron que precisamente pasase por el cementerio donde estaba la turbeh (tumba) de su padre. Entonces entró en el cementerio, y caminando por entre las tumbas llegó a la turbeh de su padre. Y se quitó la ropa que le cubría la cabeza, entró bajo la cúpula de la turbeh, y resolvió pasar allí la noche.
Pero mientras permanecía sentado y sumido en sus pensamientos, vió que se le acercaba un judío de Bassra, mercader conocidísimo en la ciudad. Este mercader judío regresaba de un pueblo cercano, encaminándose a Bassra. Y al pasar cerca de la turbeh de Nureddin, miró hacia el interior, y vió al joven Hassan Badreddin, a quien conoció en seguida. Entonces entró, se acercó a él respetuosamente y le dijo: "¡Oh mi señor! ¡qué mal semblante tienes y qué desmejorado estás, siendo tan hermoso! ¿Te ha ocurrido alguna nueva desgracia además del fallecimiento de tu padre el visir Nureddin, a quien respeté, y que tanto me quería y estimaba? ¡Téngale Alah en Su misericordia!"
Pero Hassan Badreddin no quiso revelarle el verdadero motivo de su trastorno, y le contestó: "Esta tarde, mientras estaba durmiendo, se me presentó mi difunto padre, y me ha reconvenido porque no visitaba su turbeh. De pronto me desperté, lleno de terror y remordimiento, y me vine aquí en seguida. Y aun estoy bajo aquella impresión tan penosa".
Entonces el judío le dijo: ";.0h mi señor!
Hace tiempo que pensaba ir en tu busca para hablarte de un asunto, y ahora me favorece la casualidad, puesto que te encuentro.
Sabes, pues, ¡oh mi joven señor! que tu padre el visir, con quien estaba yo en relaciones mercantiles, había fletado naves que ahora vuelven cargadas de mercancías.
Estas naves vienen consignadas a él. Si quisieras cederme su carga, te ofrecería mil dinares por cada una, y te pagaría al contado".
Y el judío sacó de su bolsillo un monedero lleno de oro, contó mil dinares, y se los ofreció en seguida a Hassan, que no dejó de aceptar este ofrecimiento ordenado por Alah para sacarlo del apuro en que se hallaba. Y el judío añadió: "Ahora. ¡oh mi señor! ponme el recibo, provisto de tu sello". Y Hassan Badreddin cogió el papel que le alargaba el judío, así como el cálamo, mojó éste en el tintero de cobre, y escribió en el papel:
"Declaro que quien ha escrito este papel es Hassan Badreddin, hijo del difunto visir Nureddin (¡Alah lo haya acogido en su misericordia), y que ha vendido al judío N., hijo de N., mercader de Bassra, el cargamento de la primera nave que llegue a la ciudad de Bassra y forme parte de las pertenecientes a mi padre Nureddin. Y vendo esto por mil dinares, y nada más". Luego puso su sello en la parte inferior de la hoja, y se la entregó al judío, que lo saludó respetuosamente, y se fué.
Entonces Hassan rompió a llorar, pensando en su padre, en su posición pasada y en su suerte presente; pero como ya se había hecho de noche, le venció el sueño y se quedó dormido en la turbeh. Y así siguió hasta que salió la luna, y como en aquel momento se le había escurrido la cabeza encima de la piedra de la turbeh, hubo de dar una vuelta completa, echándose de espaldas, y la luna iluminó por completo su rostro, que resplandecía con toda su belleza.
Aquel cementerio era frecuentado por efrits de la buena especie, efrits musulmanes y creyentes. Y por casualidad, aquella noche, una encantadora efrita volaba por allí, tomando el fresco, y vió a la luz de la luna al joven Hassan que estaba durmiendo, y observó su belleza y sus hermosas proporciones, y quedándose maravillada, dijo: "¡Gloria a Alah! ¡Oh, qué hermoso joven! ¡Cómo me enamoran sus hermosos ojos, que me figuro muy negros y de una blancura…!" Pero después pensó: "Mientras se despierta, voy a seguir mi paseo por los aires". Y echó a volar, subió muy arriba buscando el fresco, y se encontró en lo más alto con uno de sus compañeros, un efrit también musulmán.
Le saludó muy gentilmente y él le devolvió el saludo con mucha deferencia. Entonces ella le preguntó:
"¿De dónde vienes, compañero?" Y él le contestó: "De El Cairo". Y la efrita volvió a preguntar: "¿Les va bien a los buenos creyentes de El Cairo?" Y el efrit contestó:
"Gracias a Alah, les va bien". Entonces la efrita le dijo: "Compañero, ¿quieres venir conmigo para admirar la hermosura de un joven que está durmiendo en el cementerio de Basrra?" Y el efrit dijo: "Estoy a tus órdenes".
Entonces se cogieron de la mano, descendieron juntos al cementerio, y se pararon delante de Hassan, dormido. Y la efrita dijo al efrit, guiñándole el ojo: "¿Eh? ¿Tenía yo razón?" Y el efrit, asombrado por la maravillosa hermosura de Hassan Badreddin, exclamó: "¡Por Alah! ¡No he visto cosa parecida! ¡Ha sido creado para poner en combustión todas las vulvas!" Después reflexionó un momento, y dijo: "Sin embargo, hermana mía, he de decirte que he visto a otra persona que puede compararse con este joven tan hermoso". Y la efrita exclamó: "¡No es posible!" Y dijo el efrit: "¡Por Alah, que la he visto. Ha sido bajo el clima de Egipto, en El Cairo, y es la hija del visir Chamseddin". La efrita dijo: "Pues no la conozco". Y el efrit le replicó: "Escucha. He aquí la historia de esa joven:
"Su padre, el visir Chamseddin, ha caído en desgracia por causa de ella. Habiendo oído el sultán de Egipto hablar a sus mujeres de la belleza extraordinaria de la hija del visir, se la pidió en matrimonio a su padre. Pero el visir Chamseddin, que había pensado otra cosa para su hija, se vió en una gran confusión, y,dijo al sultán: "¡Oh, mi señor y soberano!
Ten la bondad de permitirme que me excuse, y perdóname por ello. Ya sabes la historia de mi pobre hermano Nureddin, que era visir conmigo. Ya sabes que desapareció un día, sin que hayamos vuelto a saber de él. Y el motivo de su marcha no pudo ser más leve".
Y contó al sultán detalladamente este motivo.
Y después añadió: "He jurado ante Alah, el día que nació mi hija, que ocurriera lo que ocurriera, no la casaría más que con el hijo de mi hermano Nureddin. Y han transcurrido desde entonces dieciocho años.
Pero afortunadamente, he sabido hace pocos días que mi hermano Nureddin se había casado con la hija del visir de Bassra, y que había tenido un hijo. Por lo tanto, mi hija, nacida de mis obras con su madre, está destinada y escriturada a su primo, el hijo de mi hermano Nureddin. En cuanto a ti, ¡oh mi señor y soberano! puedes elegir otra joven. El Egipto está lleno de ellas. ¡Y muchas son bocado de rey!"
Pero el sultán, al oírle, se enfureció mucho, y gritó: "¡Qué has dicho, miserable visir! ¡Te quise honrar descendiendo hasta ti para casarme con tu hija, y aun te atreves a negármela, alegando ese pretexto tan estúpido! ¡Está muy bien! Pero juro por mi cabeza que te obligaré a casarla, a despecho de tu nariz, con el último de mis servidores".
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