El libro de las mil noches y una noche. Anonimo
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Название: El libro de las mil noches y una noche

Автор: Anonimo

Издательство: Bookwire

Жанр: Книги для детей: прочее

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isbn: 9788026834847

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СКАЧАТЬ Aziz! sabe que soy tu amigo. Dime, pues, el motivo de tus penas". Pero el joven Aziz, por toda respuesta, apoyó los codos en el suelo, y cantó estos versos: ¡Evitad la mirada mágica de sus ojos, pues nadie se escapa de su órbita! ¡Los ojos negros son terribles cuando miran lánguidamente porque atraviesan los corazones como los atraviesa el acero de las espadas más afiladas! ¡Y sobre todo, no escucheis la dulzura de su voz, pues como si fuera un vino hecho de fuego, trastorna el juicio a los más razonables!. ¡Si la conocieseis! ¡Son tan dulces sus miradas! ¡Si su cuerpo de seda tocara el terciopelo, lo eternizaría de dulzura! ¡Cuán noble es la distancia entre su tobillo apretado por la pulsera de oro y sus ojos cercados de kohl negro! iAh! ¿En dónde está el aroma delicado de sus vestidos perfumados, de su aliento que sabe a esencia de rosas?

      Cuando el príncipe Diadema oyó esta canción, no quiso insistir más por el momento, y dijo: "¡Oh Aziz! ¿por qué no me has enseñado tus mercancías como los demás mercaderes?" El otro contestó: "¡Oh mi señor! mis mercancías no merecen que las compre el hijo de un rey".

      Pero el hermoso Diadema dijo al hermoso Aziz: "¡Por Alah! ¡De todos modos quiero que me las enseñes!" Y obligó al joven Aziz a sentarse en la alfombra de seda, a su lado, y a presentarle, pieza por pieza, todas sus mercancías. Y el príncipe Diadema, sin examinar las bellas telas, se las compró todas, y le dijo: "Ahora, ¡oh Aziz! si me contases el motivo de tus penas… Te veo con los ojos llenos de lágrimas y con el alma llena de aflicción. Ahora bien; si alguien te persigue sabré castigar a tus opresores; y si tienes deudas, pagaré de todo corazón tus deudas. Porque he aquí que me siento atraído hacia ti, y mis entrañas arden por causa tuya".

      Pero el joven Aziz, al oír estas palabras, se sintió de nuevo ahogado por los sollozos, v no pudo hacer más, que cantar estas estrofas: !La presunción de tus ojos negros alargados con kohl azul ¡La esbeltez de tu cintura recta sobre tus caderas ondulantes! ¡El vino de tus labios y la miel de tu boca! ¡La curva de tus pechos y la brosa que los florece! ¡Esperarte es más dulce para mi corazón que lo es para el condenado la esperanza del indulto! ¡Oh noche!

      Y el príncipe Diadema, después de esta canción, quiso distraer al joven y se puso a examinar una por una las hermosas telas y las sederías. Pero de pronto cayó de entre las telas un trozo de seda brocada, que el joven Aziz se apresuró a recoger y lo dobló temblando, poniéndoselo bajo la rodilla. Y exclamó ¡Oh Aziza, mi muy amada! ¡Más fáciles que tú son de alcanzar las estrellas de las Pléyades! ¿Adonde iré sin ti? ¿Cómo he de soportar tu ausencia, que me abruma, cuando apenas puedo con el peso de mi traje?

      Y el príncipe, al ver aquel movimiento del bello Aziz y al oír sus últimos versos, se quedó extremadamente sorprendido, llegando al límite de la expectación. Y exclamó…

      En este momento de su narración,

      Schehrazada, la hija del visir, vió acercarse la mañana, y discretamente, no quiso abusar del permiso otorgado.

      Entonces su hermana, la joven Doniazada, que había oído toda aquella historia conteniendo la respiración, exclamó desde el sitio en que estaba acurrucada: "¡Oh hermana mía! ¡Cuán dulces, cuán gentiles y cuán deliciosas al paladar y sabrosas en su frescura son tus palabras! ¡Y cuán encantador es ese cuento, y cuán admirables sus versos!"

      Y Schehrazada le sonrió, y le dijo: "¡Sí, hermana mía! ¿Pero qué es eso comparado con lo que os contaré la noche próxima, si aun estoy viva por merced de Alah y voluntad del rey?"

      Y el rey Schahriar dijo para sí: "¡Por Alah!

      No la mataré sin haber oído la continuación de su historia, que es una historia maravillosa y sorprendente, por todo extremo".

      Después cogió a Schehrazada en brazos. Y pasaron el resto de la noche entrelazados hasta el día.

      Luego de lo cual marchó el rey Schahriar a la sala de su justicia; y el diwán se llenó de la multitud y de los visires, emires, chambelanes, guardias y servidores de palacio. Y el gran visir llegó también, llevando debajo del brazo el sudario para su hija Schehrazada, a la cual creía ya muerta. Pero el rey nada le dijo sobre esto, y siguió juzgando, concediendo empleos, destituyendo, gobernando y despachando los asuntos pendientes, y así hasta el fin del día.

      Después se levantó el diwán, y el rey entró en su palacio. Y el visir se quedó muy perplejo llegando al límite más extremo del asombro.

      Pero cuando llegó la noche, el rey Schahriar fué a buscar a Schehrazada, y no dejó de hacer con ella su cosa acostumbrada.

       PERO CUANDO LLEGO LA 112ª NOCHE

      Y en cuanto se terminó la cosa, la joven Doniazada se levantó de la alfombra, y dijo a Schehrazada:

      "¡Oh hermana mía! te ruego que sigas esa bella historia del hermoso príncipe Diadema y Aziz y Aziza, que al pie de los muros de Constantinia contaba el visir al rey Daul'makán".

      Y Schehrazada sonriendo a su hermana Doniazada, le dijo: "¡La contaré de todo corazón y como homenaje debido! ¡Pero no sin que me lo permita este rey bien educado y dotado de buenos modales!"

      Entonces el rey Schahriar, que no podía dormir por la impaciencia con que aguardaba el relato, contestó: "¡Puedes hablar!"

      Y Schehrazada dijo:

      He llegado a saber, ¡oh rey afortunado! que el príncipe Diadema exclamó: "¡Oh Aziz! ¿Por qué ocultas esa tela?"

      Y Aziz respondió:

      "¡Oh señor! precisamente por esto no quería mostrarte mis mercancías. ¿Qué haré ahora?" Y lanzó un suspiro con toda su alma. Pero tanto insistió el príncipe Diadema, y tan afables eran sus palabras, que el joven Aziz acabó por decir:

      "Sabe, ¡oh mi señor! que la historia de este doble pedazo de tela es bien extraña, y está llena de recuerdos muy dulces para mí.

      Pues los encantos de aquellas que entregaron estas dos telas nunca se borrarán de mis ojos. La que me dió la primera tela se llamaba Aziza. ¡En cuanto a la otra, su nombre me es muy amargo de pronunciar en este momento! Porque fué ella con su propia mano la que me hizo lo que soy. Pero como ya he empezado a hablarte de estas cosas, voy a contarte los pormenores. Seguramente te encantarán, y servirán de lección a quienes los oigan con respeto".

      Después el joven Aziz sacó el doble pedazo de tela que había ocultado bajo de la rodilla, y lo desdobló sobre la alfombra en donde estaban sentados. Y el príncipe Diadema vio que los dos pedazos eran distintos: en uno estaba bordado, con hilos de oro rojo e hilos de seda de todos colores, una gacela; y en el otro pedazo había también una gacela, pero bordada con hilo de plata, y llevaba al cuello un collar de oro rojo, del cual colgaban tres piedras de crisolito oriental.

      Al ver estas gacelas, tan maravillosamente bordadas, exclamó el príncipe: "¡Gloria a Aquel que pone tanto arte en el alma de sus criaturas!"

      Y después, dirigiéndose al hermoso joven, prosiguió:

      "¡Oh Aziz! te ruego que me cuentes tu historia con Aziza y con la dueña de esta segunda gacela".

      Y el hermoso Aziz dijo al príncipe:

      "Sabe, ¡oh príncipe Diadema! que mi padre era uno entre los grandes mercaderes, y no tenía más hijos que yo. Pero yo tenía una prima que se había criado conmigo en casa de mi padre, porque el suyo había fallecido.

      Pero СКАЧАТЬ