Название: El Idiota
Автор: Федор Достоевский
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
isbn: 9782377937103
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El príncipe, silencioso, hundió la mano en el sombrero. El primer nombre que salió fue el de Ferdychenko, el segundo el de Ptitzin, luego el del general, el de Atanasio Ivanovich, el de Michkin, el de Gania, y así sucesivamente. Las damas se abstuvieron de participar.
–¡Santo Dios, qué desgracia! —quejóse Ferdychenko—. ¡Yo que contaba que el príncipe sería el primero y a continuación el general! Pero, gracias a Dios, Ivan Petrovich habrá de hacer su relato después de mí, y esto es siempre un consuelo. El caso, señores, es que yo debiera dar un ejemplo grandioso, pero lamento no tener en el momento presente ninguna cosa importante que contar, así como ser tan poca cosa como soy y no poseer siquiera una categoría notable. En consecuencia, ¿qué interés puede tener para nadie el saber que Ferdychenko ha cometido una granujada? Y, aparte eso, ¿cuál es la más mala de mis acciones? Me encuentro ante un verdadero embarras de richesse. ¿Contaré otra vez mi robo para probar a Atanasio Ivanovich que se puede robar sin ser un ladrón?
–Sólo me probaría usted, señor Ferdychenko, que cabe encontrar un placer en contar cosas vergonzosas, incluso sin que nadie le invite a ello a uno… Por otra parte… En fin, dispénseme, señor Ferdychenko.
–Empiece, Ferdychenko. No hace usted más que fanfarronear en vano. Así no acabaremos nunca dijo, airada e impaciente, Nastasia Filipovna.
Todos notaron que su alegría febril había dejado lugar, de pronto, a un humor descontento, irritado e irascible. Mas la joven persistía en su extraño capricho. Atanasio Ivanovich se sentía muy inquieto. Le indignaba ver la calma de Ivan Fedorovich, quien, paladeando, calmoso, su champaña como si todo aquello careciese de trascendencia, se preparaba probablemente a hilvanar también un relato.
XIV
—No tengo ingenio, Nastasia Filipovna —dijo Ferdychenko, a guisa de preámbulo—, y por eso hablo más de la cuenta. Si yo fuese tan ingenioso como Atanasio Ivanovich o Ivan Petrovich me pasaría el rato sin abrir la boca, lo mismo que ellos. Permítame, príncipe, solicitar su opinión. Siempre he creído que en este mundo el número de ladrones supera en mucho al de no ladrones, e incluso me inclino a creer que no hay quien haya dejado de cometer algún robo en su vida. Tal es mi criterio, sin que por eso concluya que la humanidad está enteramente compuesta de rateros, aunque a veces me sienta terriblemente impulsado a suponerlo así. ¿Qué cree usted?
–¡Qué modo tan estúpido tiene usted de contar! —dijo la dama desenvuelta, que se llamaba Daría Alexievna—. ¡Qué necedades empieza usted por decir! Es imposible que todo el mundo haya tenido que robar algo. Yo, por mi parte, nunca he robado nada.
–Bien. Usted no habrá robado nada; pero quisiera saber por qué motivo se ha puesto el príncipe tan encarnado.
–Creo que hay parte de verdad en lo que usted dice, aunque lo exagera demasiado —contestó Michkin, cuyo rostro, en efecto, se había cubierto de rubor.
–¿Nunca ha robado usted nada, príncipe?
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Notas
1
Los siervos de los antiguos propietarios rusos eran denominados «almas».
2
La palabra rusa rod significa, a la vez que raza, género, por lo que el equívoco resulta más completo en el idioma original que en la versión castellana.
3
Diminutivo de Semen.
4
Fanáticos religiosos en la Rusia de los Zares.
5
Diminutivo de Gavrilo (Gabriel).
6
En francés en el original, como las demás expresiones no españolas reproducidas en esta versión.